– Salio.

– ?De la casa?

– Eso es.

– ?Puede estar segura?

– Mire, llevaba puesta la chaqueta, cogio aquel gaban que tenia, atraveso el vestibulo y oi abrirse y cerrarse la puerta principal. Si no era el quien salio, ?quien iba a ser?

– Pero en realidad usted no le vio salir.

– Nunca le seguia hasta la puerta para darle un beso de despedida, si es eso lo que quiere decir. Tengo mi trabajo alli. Sin embargo, esa fue la ultima vez que le vi en este mundo, y no espero verle de nuevo en el otro, puede estar bien seguro.

Tal vez por prudencia, Massingham no la siguio por este camino. Se limito a preguntar:

– ?Y esta segura de que metio su dietario de nuevo en el cajon?

– No se lo llevo consigo. Oiga, ?que ocurre con el dietario? ?No estara diciendo que lo robe yo o algo por el estilo?

Kate intervino:.

– No esta ahora en el cajon, senora Minns. Desde luego, no sospechamos que nadie lo haya cogido. No tiene ningun valor. Sin embargo, parece como si faltara, y podria ser importante. Vera usted: si convino una cita para el dia siguiente, no seria entonces muy probable que saliera de su casa con la intencion de matarse.

La senora Minns, ablandada, dijo:

– Pues bien, no se lo llevo consigo. Vi como lo guardaba otra vez, con mis propios ojos. Y si volvio despues para recogerlo, no fue mientras yo estaba en la casa.

Massingham pregunto:

– Eso es posible, desde luego. ?Cuando se marcho usted?

– A las cinco. Mi hora de costumbre. Friego todos los cacharros del almuerzo y hago mi tarea especial de la tarde. Unos dias puede tratarse de la plata, y otros, del armario de la ropa blanca. El martes, quite el polvo de los libros de la biblioteca. Estuve alli desde las dos y media hasta las cuatro, cuando fui a ayudar a la senorita Matlock a preparar el te. Desde luego, el no regreso entonces, pues yo hubiera oido a cualquiera que cruzara el vestibulo.

De pronto, Kate pregunto:

– ?Diria usted que era un matrimonio feliz, senora Minns?

– Apenas los habia visto juntos como para poder decirlo. Las pocas veces que los vi, todo parecia normal. Sin embargo, nunca compartieron el mismo dormitorio.

– Eso no es tan inusual -observo Massingham.

– Tal vez, pero hay unas maneras de no compartirlo y otras maneras de compartirlo, si sabe usted a lo que me refiero. Sepa que yo hago las camas. Tal vez esta sea su idea del matrimonio, pero no es la mia.

Massingham dijo:

– No seria lo mas apropiado para engendrar al siguiente baronet.

– Bien, yo me pregunte acerca de ello hace unas semanas. Vomito su desayuno, y no es cosa corriente en ella. Pero creo que no seria muy probable. Le preocupa demasiado su figura. Le advierto que no es mala persona cuando esta de buen humor, pero si demasiado cargante. «Por favor, senora Minns, sea buena y deme mi bata.» «Senora Minns, usted es un angel y va a prepararme el bano.» «Tenga la amabilidad, querida senora Minns, de prepararme una taza de te.» Dulce como la miel, siempre y cuando consiga lo que ella desea. Bien, yo diria que mas o menos es asi como ha de ser. Lo mismo ocurre con lady Ursula. Le tiene practicamente sin cuidado que la senorita Matlock la ayude a banarse y vestirse. Yo esto lo veo, aunque Matlock sea incapaz de verlo. Sin embargo, asi es. Si una se acostumbra a que le preparen el bano, le sirvan el desayuno en la cama y le guarden las ropas, bien ha de cargar con algunos inconvenientes a cambio. Era diferente cuando lady Ursula era una nina, desde luego. Entonces, a los criados se les veia pero no se les oia. Se apretaban contra la pared cuando los senores pasaban ante ellos, para que ni siquiera se les viese. Entregaban el correo con guantes, como para no contaminarlo. Y todo el mundo se alegraba de tener una buena casa. Mi abuela ya servia, y por eso lo se.

Massingham dijo:

– Entonces, ?no habia disputas, que usted sepa?

– Tal vez hubiera sido mejor que las hubiese. El era demasiado educado, estirado podriamos decir. Y eso no es natural en un matrimonio. No, no habia disputas, al menos hasta el martes por la manana. Y a aquello apenas se le podia llamar disputa. Para disputar se necesitan dos. Ella chillo como para que la oyeran en toda la casa, pero a el no le oi decir ni pio.

– ?Cuando ocurrio eso, senora Minns?

– Cuando subi la bandeja con el desayuno de ella a las ocho y media. Lo hago cada manana. Sir Paul solia ocuparse del de lady Ursula. Ella solo toma zumo de naranja, dos rebanadas de pan integral, tostadas, mermelada y cafe, pero lady Berowne quiere un servicio completo. Zumo de naranja, cereales, huevo revuelto, tostadas, de todo. Sin embargo, nunca engorda ni un gramo.

– Hableme de esa discusion, senora Minns. ?Que oyo usted?

– Llegaba a la puerta del dormitorio cuando la oi gritar: «?Te vas a ver a esa puta! Pues no puedes hacerlo, ahora no. Te necesitamos, los dos te necesitamos. No permitire que vayas». Algo por el estilo. Y entonces pude oir la voz de el, muy baja. No oi lo que decia. Me quede ante la puerta, preguntandome que habia de hacer yo. Deje la bandeja sobre la mesa junto a la puerta. Generalmente, asi lo hago antes de llamar. Pero no me parecio correcto molestarles. Por otra parte, tampoco podia quedarme alli plantada. Y entonces se abrio la puerta y salio el. Estaba blanco como un papel. Me vio y me dijo: «Yo entrare la bandeja, senora Minns». Por lo tanto, se la entregue. Dado su aspecto, fue un milagro que no la dejara caer alli mismo.

Massingham insistio:

– ?Pero entro con ella en el dormitorio?

– Eso es, y cerro la puerta y yo regrese a la cocina.

Massingham cambio la orientacion de su interrogatorio y pregunto:

– ?Entro alguien mas en la biblioteca aquel martes, que usted sepa?

– Entro ese senor Musgrave, del distrito electoral. Espero desde cosa de las doce y media hasta cerca de las dos, pensando que tal vez sir Paul regresara para almorzar. Entonces desistio y se marcho. La senorita Sarah llego alrededor de las cuatro. Habia ido a ver a su abuela. Yo le dije que no esperabamos a lady Ursula para el te, pero ella contesto que esperaria. Despues, al parecer, tambien ella se canso de esperar. Debio de salir por su cuenta. Yo no la vi salir.

Massingham siguio interrogandola acerca de Diana Travers. Kate penso que no tenia el tanta fe como ella en la creencia del jefe en la posible relacion de las muertes de las dos jovenes con el asesinato de Paul Berowne, pero no por ello dejo Massingham de hacer lo que de el se esperaba. El resultado fue mucho mas interesante de lo que cualquiera de los dos hubiera juzgado posible. La senora Minns dijo:

– Yo estaba alli cuando llego Diana. Nos acababa de dejar Maria. Era espanola y su marido trabajaba en el Soho como cocinero, pero despues se quedo embarazada de su tercer hijo y el doctor dijo que habia de abandonar los trabajos fuera de su casa. Maria era muy trabajadora. Esas chicas espanolas saben como se ha de limpiar una casa, eso hay que reconocerlo. Y entonces la senorita Matlock puso un anuncio en el escaparate del quiosco, al final de Ladbroke Grove, y asi se presento Diana. Ese anuncio no podia llevar alli mas de una hora. En realidad, fue cosa de suerte. Yo nunca pense que el anuncio tuviera ninguna respuesta. En estos tiempos, las buenas asistentas no han de mirar en los quioscos para encontrar trabajo.

– ?Y hacia bien la limpieza?

– Nunca lo habia hecho en toda su vida, era algo que se veia en seguida, pero tenia muy buena voluntad. Desde luego, la senorita Matlock nunca le dejo tocar las mejores porcelanas ni dar cera en el salon. Ella se ocupaba de los cuartos de bano y los dormitorios, preparaba las verduras y hacia parte de la compra. Se portaba bien.

– De todos modos, no dejaba de ser un trabajo un poco extrano para una chica como ella.

La senora Minns comprendio lo que su interlocutor queria decir.

– Desde luego, era una chica con una educacion, eso saltaba a la vista. De todas maneras, no se le pagaba mal -cuatro libras por hora-, con una buena comida al mediodia si una esta alli, y sin impuestos, a no ser que una sea lo bastante tonta como para pagarlos. Nos dijo que era una actriz en busca de trabajo y que deseaba un

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