seguia siendo su hogar y el trabajo habia de resultarle importante por otras razones, aparte del dinero. Una mujer joven no llega a un puesto importante sin tener inteligencia y ambicion, y trabajar de firme. No obstante, el contesto a su pregunta como si hubiera contenido alguna realidad.

– Entonces, yo tendria que ir a buscarla.

Ya en el coche, mientras se ajustaba el cinturon de seguridad, Dalgliesh dijo:

– Me pregunto si hubieramos obtenido algo mas de ella si usted la hubiera visitado a solas. Acaso hubiese hablado con mas libertad si yo no hubiera estado presente.

Kate contesto:

– Es posible, senor, pero tan solo de haber prometido yo mantener sus palabras como una confidencia, y no se como me las hubiera arreglado en ese sentido.

Massingham, sospecho Dalgliesh, hubiera prometido guardar el secreto y despues no habria tenido el menor escrupulo en contarlo todo. Esa era una de las diferencias entre los dos.

– No -dijo-, usted no hubiera podido hacerlo.

IV

Una vez en New Scotland Yard, Kate irrumpio en la oficina de Massingham. Lo encontro solo, rodeado por sus papeles, y se dio la satisfaccion de interrumpir su concienzuda pero poco entusiasta revision de los informes sobre la investigacion puerta a puerta, con un relato extenso de la entrevista. Kate habia controlado con cierta dificultad su malestar en el camino de regreso al Yard, y estaba en buenas condiciones para una confrontacion, preferiblemente con un varon.

– ?Ese tipo era un mierda!

– Bien, yo no diria tanto. ?No te estaras mostrando demasiado dura con el?

– Es la misma historia de siempre. El senor se regodea con su exito y ella esta metida en el equivalente de un nido de amor Victoriano para atender a las necesidades de el cuando tiene un momento que dedicarle a ella. Es como si nos encontraramos en el siglo pasado.

– Pero no estamos en el. Ella ha optado por este camino. ?Vamos, Kate! Tiene un buen empleo, un apartamento en propiedad, un buen sueldo, y una carrera con jubilacion despues. Podia haberle mandado al cuerno cuando se le hubiera antojado. El no ejercia ninguna coaccion sobre ella.

– Fisicamente no, tal vez.

– No me salgas con una variante de aquella vieja cancion de: «Es el hombre el que obtiene el placer y la mujer la que se considera culpable». Al fin y al cabo, la historia reciente esta contra ti. Nada le impedia que lo mandase al cuerno. Pudo haberle presentado un ultimatum: «Puedes elegir: ella o yo».

– ?Sabiendo cual seria la respuesta?

– Bien, siempre existe ese riesgo, claro. Pero pudo haber tenido suerte. No estamos en el siglo pasado. Y el no es Parnell. El divorcio no hubiera perjudicado su carrera, al menos durante mucho tiempo.

– Pero tampoco la hubiera beneficiado.

– De acuerdo. Pongamos por ejemplo a tu amigo, quienquiera que sea. O cualquier otro individuo que pueda gustarte. Si tuvieras que elegir entre el y tu trabajo, ?te resultaria tan facil? Cuando te sientes tan inclinada a la censura, sera mejor que te preguntes que elegirias tu.

Este planteamiento la desconcerto. Probablemente, el sabia algo de Allan o bien lo habia supuesto. No era posible conservar muchos secretos en el CID, y su propia reticencia acerca de su vida privada debia de haber estimulado la curiosidad. Sin embargo, ella no esperaba tal perspicacia por parte de el, ni tanta franqueza, y se sintio mas bien incomoda. Dijo:

– Bien, de todos modos eso no aumenta mi respeto por el.

– Es que no tenemos que respetarle. A nosotros no se nos pide que le respetemos o que lo apreciemos, o que admiremos su politica, sus corbatas o su gusto en cuestion de mujeres. Nuestra tarea consiste en echarle mano a su asesino.

Ella se habia sentado ante el, subitamente fatigada, y dejo que el bolso que llevaba colgado al hombro se deslizara hasta el suelo; despues miro a Massingham mientras el empezaba a ordenar sus papeles. Le agradaba su despacho, intrigada por la diferencia entre la escasa masculinidad que habia en el y el ambiente de la sala del departamento de asesinatos, al fondo del mismo pasillo. Alli, la atmosfera era densamente masculina, recordaba, penso ella, la de una sala de oficiales, pero en cierta ocasion habia oido que Massingham decia a Dalgliesh, con la socarrona malicia que sus subordinados consideraban ofensiva y que les recordaba el apodo de «El misil tierra- tierra» que antes se le habia aplicado: «No es lo que llamariamos un regimiento de primera clase, ?no es verdad, senor?». Al departamento se le exigia investigar crimenes en alta mar y, generalmente, se le recompensaba con una fotografia enmarcada del buque en el que habian ocurrido los hechos. Estas fotos estaban colgadas en hileras regulares a lo largo de las paredes, junto con retratos firmados de jefes de la policia de paises de la Commonwealth, emblemas y distintivos, testimonios tambien firmados, e incluso alguna que otra fotografia de una cena de celebracion. Las paredes del despacho de Massingham estaban decoradas tan solo con grabados en color de muy antiguos partidos de criquet, procedentes, suponia ella, de su propia casa. Estas gentiles evocaciones de veranos ya muy lejanos, los bates de formas extranas, los sombreros de copa de los jugadores, las familiares torres de la catedral resaltando en un cielo ingles, el sombreado cesped y las damas con mirinaque y sombrilla, fueron al principio motivo de leve interes para sus colegas, pero ahora apenas habia quien advirtiera su presencia. Kate pensaba que su eleccion mostraba un habil compromiso entre la conformidad masculina y el gusto personal. Por otra parte, dificilmente hubiera podido exhibir sus fotografias de los tiempos escolares. Eton no se consideraba exactamente inaceptable para la Policia Metropolitana, pero tampoco era una escuela de la que jactarse en aquel lugar.

Kate pregunto:

– ?Como va la investigacion puerta a puerta?

– Como era de esperar. Nadie vio ni oyo nada. Todos estaban sentados y pegados a la television, o bien ante el mostrador del pub El perro y el ganso, o bien en el video. Ningun pez gordo, pero hemos capturado los pececillos de costumbre. Es una lastima que no podamos devolverlos al agua. Sin embargo, esto mantendra atareada a la division.

– ?Y los taxistas?

– No ha habido suerte. Uno de ellos recordo haber dejado a un caballero de mediana edad a unos cuarenta metros de la iglesia, y en un momento relevante. Le seguimos las huellas y resulto que visitaba a una amiga suya.

– ?Como? ?En un nido de amor junto a Harrow Road?

– Tenia unas exigencias un tanto especificas. ?Recuerdas a Fatima?

– ?No me digas! ?Todavia sigue en el oficio?

– Ya lo creo. Y tambien le da por husmear un poco por ahi en beneficio de Chalkey White. En estos momentos, la buena senora no esta precisamente muy contenta de nosotros. Y Chalkey tampoco.

– ?Y el pasajero?

– Bien, el ha presentado una denuncia oficial. Acoso, intromision en la libertad personal, todo lo de costumbre. Y hemos recibido seis confesiones sobre el asesinato.

– ?Seis? ?Tan pronto?

– Cuatro de ellas ya las teniamos antes. Todas de dementes. Uno lo hizo para protestar contra la politica de los conservadores en el tema de la inmigracion, uno porque Berowne habia seducido a su nieta, y otro porque el arcangel Gabriel le dijo que lo hiciera. Todos han dado horas equivocadas. Todos utilizaron un cuchillo y no una navaja, y no te sorprendera saber que ninguno de ellos pudo mostrarlo. Con una singular falta de originalidad, todos aseguran haber arrojado el arma en el canal.

Kate dijo:

– ?Te has preguntado alguna vez que parte de tu trabajo es realmente efectiva en relacion con lo que cuesta?

– De vez en cuando. Y ?que quieres que hagamos al respecto?

– Para empezar, perder menos tiempo con los peces pequenos.

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