seguridad, pero que tenia derecho a correr ciertos riesgos en lo referente a su vida privada. Ella nunca ha causado un problema. Me sorprenderia que lo hiciera ahora. No habra ningun crio envuelto en panales dentro de ocho meses.
Se pregunto si ella podia haber cerrado realmente los ojos ante la realidad. La realidad de que su relacion estaba documentada, cada paso de su progreso anotado con precision clinica por aquellos cinicos observadores que habian decidido, sin duda despues de los procesos burocraticos normales, que ella podia ser clasificada como una diversion inofensiva, y que Berowne podia disfrutar de su entretenimiento semanal sin que ello causara problemas oficiales. Seguramente, ella no pudo haberse enganado a si misma hasta ese punto, y tampoco el. Al fin y al cabo, tambien ella era una burocrata, una profesora. Debia de saber como funcionaba el sistema. Era todavia relativamente novata, pero era su mundo. Una sola senal de que ella representara un riesgo de seguridad y el hubiese recibido una advertencia. Y habria tenido en cuenta esta advertencia. Nadie se convierte en ministro si no tiene suficiente ambicion, egoismo y frialdad para saber donde tienen que radicar sus prioridades.
Pregunto:
– ?Como se conocieron?
– ?Como cree que nos conocimos? En el trabajo. Yo era primera secretaria en su oficina privada.
Por lo tanto, habia sido tal como el esperaba.
– Y despues, cuando se convirtieron en amantes, ?pidio usted un traslado?
– No, ya me tocaba el traslado. Nadie se queda largo tiempo en oficina privada.
– ?Llego a conocer a su familia?
– Nunca me llevo a su casa, si se refiere a esto. No me presento a su esposa o lady Ursula para decir: «Os presento a Carole Washburn. Es mi querida».
– ?Con cuanta frecuencia le veia?
– Tan a menudo como el podia abandonar lo demas. A veces disponiamos de medio dia. Otras veces, de un par de horas. El procuraba venir, camino de su distrito electoral, si estaba solo. A veces, no nos veiamos durante semanas.
– ?Y nunca le sugirio el matrimonio? Perdoneme, pero esta pregunta podria ser importante.
– Si con ello se refiere a que alguien pudo haberle cortado la garganta para impedir que pidiera un divorcio y se casara conmigo, esta usted perdiendo el tiempo. La respuesta a su pregunta, comandante, es un no; nunca me sugirio el matrimonio. Y yo tampoco.
– ?Usted lo describiria como un hombre feliz?
No parecio sorprenderla la aparente irrelevancia de la pregunta, ni le concedio tampoco larga reflexion. Sabia la respuesta desde hacia largo tiempo.
– No, en realidad no. Lo que le ocurrio -y no me refiero al asesinato-, lo que le ocurrio en aquella iglesia, fuera lo que fuese, no creo que hubiese ocurrido si el se hubiera sentido satisfecho con su vida. Si nuestro amor le hubiera bastado. A mi me bastaba y era todo lo que yo queria, todo lo que necesitaba. Para el no era suficiente. Yo siempre lo habia sabido. Nada era suficiente para Paul, nada.
– ?Le dijo que habia recibido una carta anonima en la que se hablaba de Theresa Nolan y Diana Travers?
– Si, me lo dijo. No la tomo en serio.
– Pues la tomo suficientemente en serio como para ensenarmela a mi.
Ella dijo:
– El nino que esperaba Theresa Nolan antes de abortar no era de el, si es eso lo que usted esta pensando. No pudo haberlo sido. El me lo hubiera dicho. Mire, fue tan solo una de esas cartas anonimas que los politicos reciben dia tras dia. Estan acostumbrados a ellas. ?Por que preocuparse ahora por eso?
– Porque algo que ocurrio durante las ultimas semanas de su vida podria ser importante. Debe usted comprenderlo.
– ?Que pueden importar el escandalo o las mentiras? Ahora ya no pueden afectarle. No le pueden hacer ningun dano. Nada puede hacerselo. Nunca mas.
El pregunto, con voz afectuosa.
– ?Habia cosas que a el le dolian?
– Era un ser humano, ?comprende? Claro que habia cosas que le dolian.
– ?Que cosas? ?La infidelidad de su esposa?
Ella no contesto y el insistio:
– Senorita Washburn, lo que a mi mas me interesa es atrapar a su asesino, no preservar su reputacion. Ambas cosas no tienen por que ser incompatibles. Yo procurare que no lo sean, pero se perfectamente lo que ha de venir en primer lugar. ?No lo cree usted asi?
Ella replico con subita vehemencia:
– No. Durante tres anos yo he preservado su intimidad; no su reputacion, su intimidad. Me ha costado muchisimo. Nunca me queje ante el y tampoco me estoy quejando ahora. Conozco las normas. Sin embargo, estoy dispuesta a preservar su intimidad. Para el, era algo importante. Si no lo hago, todos estos anos de discrecion, de no dejarnos ver nunca juntos, de nunca poder decir yo: «Este es mi hombre, somos amantes»; siempre ocupando el segundo lugar despues de su cargo, de su esposa, de sus electores, de su madre… ?de que hubiera servido todo esto? Y usted no puede devolverlo a la vida.
Siempre se producia esta exclamacion cuando las cosas se endurecian: «Usted no puede devolverlos a la vida». Recordo su segundo asesino de menores, el escondrijo de fotografias pornograficas que la policia habia descubierto en el apartamento del criminal, fotos indecentes de sus victimas, pateticos cuerpos infantiles violados y expuestos a la vista. Fue su tarea, poco despues de ser ascendido a inspector de detectives, pedir a una madre que identificara a su hija. Los ojos de la mujer miraron una sola vez la fotografia y despues miraron al vacio, negando la identificacion, negando la verdad. Habia algunas realidades que la mente se negaba a aceptar, aunque fuese para ayudar al castigo, a la justicia. «Usted no puede devolverlos a la vida». Era el grito de un mundo totalmente derrotado, angustiado y dolido.
Pero ella volvia a hablar:
– Habia muchas cosas que yo no podia darle. Sin embargo, pude darle secreto, discrecion. He oido hablar de usted. Hubo aquel asunto en los Fens, aquel cientifico forense que fue asesinado. Paul me hablo de el. Fue todo un triunfo para usted, ?no es verdad? Usted dijo: «?Y la victima?». Pero ?que decir de las victimas de usted? Yo espero que detenga al asesino de Paul. Generalmente, lo consigue, ?verdad? ?Se le ha ocurrido alguna vez calcular el precio de ello?
Dalgliesh noto que Kate se envaraba al oir aquella clara nota de desagrado y menosprecio. La joven siguio hablando:
– Pero tendra que arreglarselas sin mi. En realidad, usted no necesita mi ayuda. No estoy dispuesta a revelar las confidencias de Paul solo para que usted pueda apuntarse otro exito.
El repuso:
– Esta tambien la cuestion del vagabundo muerto, de Harry Mack.
– Lo siento, pero nada me queda para llorar a Harry Mack, ni siquiera un poco de compasion. Estoy dispuesta a excluir a Harry Mack de mis calculos.
– Sin embargo, yo no puedo excluirlo de los mios.
– Claro que no, pues este es su trabajo. Veamos, yo no se nada que pueda ayudarle a usted a resolver este asesinato. Si Paul tenia enemigos, nada se de ellos. Le he hablado de el y de mi. Ademas, usted ya lo sabia todo. Sin embargo, no estoy dispuesta a dejarme involucrar mas en este asunto. No quiero acabar en el estrado de los testigos, fotografiada camino del tribunal y descrita en primera pagina de los periodicos como «la amiguita de Paul Berowne».
Se levanto, lo que era la indicacion para que se marcharan. Al llegar a la puerta, dijo:
– Quiero marcharme de aqui, aunque solo sea un par de semanas. Dispongo de unas largas vacaciones. Si los de la prensa se enteran de mi existencia, no quiero estar aqui cuando ocurra. No podria soportarlo. Quiero marcharme de Londres, de Inglaterra, y usted no puede detenerme.
Dalgliesh contesto:
– No, pero seguiremos estando aqui cuando usted regrese.
– ?Y si no regreso?
Habia hablado con la debil aceptacion de la derrota. ?Como podia vivir en el extranjero, puesto que dependia de su trabajo, de su salario? Aquel apartamento tal vez hubiera perdido todo significado para ella, pero Londres