Pudo haber entrado y salido de nuevo en menos de un minuto.

– Si, pero las probabilidades son de que no lo hizo. Despues de todo, salio con su bolsa, y, obviamente, pensaba estar fuera todo el dia e ir directamente a la iglesia. Y si lady Ursula consulto el dietario antes de las seis, cuando llamo el general Nollinge, entonces sabemos quien ha de ser nuestro primer sospechoso, ?no te parece? Dominic Swayne.

No era necesario detallar tanto. Ella habia comprendido la importancia del dietario al mismo tiempo que el. Dijo entonces:

– ?Quien crees que eran aquellos hombres, los que hicieron el registro? ?De la Seccion Especial?

– Es lo que yo supongo. O bien ella trabajaba para ellos y la metieron en Campden Hill Square, o trabajaba para alguien o para algo mucho mas siniestro, y la liquidaron. Desde luego, tambien puede que fueran lo que decian, o sea, empleados de un bufete de abogados buscando tal vez documentos, un testamento.

– ?Debajo del colchon? Fue un registro de lo mas profesional.

Y si eran de la Seccion Especial, penso ella, habria problemas. Dijo:

– Ellos nos informaron sobre la amiga de Berowne.

– Sabiendo que nosotros lo habriamos descubierto en seguida por nuestra cuenta. Eso es tipico de la Seccion Especial. Su idea de la cooperacion es como la del ministro que contesta a una interpelacion en la Camara: la contestacion ha de ser breve, precisa, procurando no decirles nada que ellos no sepan ya. Pero si ella estaba vinculada con la Seccion Especial, habra jaleo.

Kate pregunto:

– ?Entre Miles Gilmartin y el jefe?

– Entre todos y cada uno.

Caminaron en silencio unos momentos y despues el dijo:

– ?Por que te has llevado esa novela?

Durante un instante, ella tuvo la tentacion de buscar alguna evasiva. Sabia que cuando el significado de aquella fecha le llamo por primera vez la atencion, habia planeado guardar silencio al respecto, efectuar una pequena investigacion privada, buscar a la escritora y ver si alli podia saber algo. Pero despues la prudencia prevalecio. Si el dato resultaba importante, el jefe tendria que saberlo y ella podia imaginar cual seria su respuesta ante ese tipo particular de iniciativa personal. Era una hipocresia quejarse de la carencia de cooperacion entre los miembros del departamento, mientras ella trataba de realizar su tarea privada en la brigada. Contesto:

– La firma lleva la fecha del siete de agosto, el dia en que Diana Travers murio.

– ?Y que? Ella lo firmo y lo envio por correo el dia siete.

– La senora Minns lo vio la tarde siguiente. ?Desde cuando llega tan pronto el correo en Londres?

– Es perfectamente posible que lo enviara con sello de urgencia.

Ella insistio:

– Es mucho mas probable que el viera a Millecent Gentle aquel dia y ella se lo entregara personalmente. Pense que podria ser interesante saber cuando y por que.

– Podria ser. Es tan probable como que ella lo firmara el dia siete y despues se lo dejara en su oficina electoral. -Y entonces sonrio-. Entonces, ?esto es lo que tu y la senora Minns estabais cuchicheando alli como dos colegialas?

Le dedico una leve e ironica sonrisa y ella comprendio, no sin irritacion, que Massingham habia sospechado su tentacion de ocultar aquella prueba, y que la cosa le divertia.

VI

De nuevo en el Rover y camino del Yard, ella dijo de pronto:

– Yo no entiendo esto de la experiencia religiosa.

– Querras decir que no sabes en que categoria incluirla.

– Tu te criaste con eso, supongo. Te adoctrinaron desde la cuna, con oraciones infantiles, la capilla de la escuela y todas esas cosas…

Ella habia visto la capilla de la escuela una vez que hizo una excursion a Windsor, y le impresiono. Este era, al fin y al cabo, su proposito. Kate sintio interes, admiracion, incluso pasmo, al caminar bajo aquella boveda impresionante. Sin embargo, continuo siendo un edificio en el que ella se sentia como una extrana, que le hablaba de historia, privilegios, tradicion, afirmando que los ricos, por haber heredado la tierra, podian esperar disfrutar de privilegios similares en el cielo. Alguien tocaba el organo y ella se sento para escuchar con placer lo que supuso debia de ser una cantata de Bach, mas para ella no hubo ninguna armonia secreta.

El dijo, con los ojos clavados en la carretera:

– Estoy algo familiarizado con las formas externas, pero no tanto como mi padre. El se siente obligado a ir a diario a la capilla, o al menos asi lo dice.

– Yo ni siquiera siento la necesidad de esto, de la religion O de la oracion.

– Eso es perfectamente natural. Les ocurre a muchos. Probablemente, formas parte de una respetable mayoria. Es una cuestion de temperamento. ?Que es lo que te preocupa?

– No me preocupa nada, pero esto de la oracion es extrano. Al parecer, muchas personas rezan. Alguien hizo un estudio al respecto. Rezan aunque no esten seguros de a quien se dirigen. ?Y el jefe?

– No se de que siente el necesidad, excepto de su poesia, su trabajo y su intimidad. Y probablemente por este orden.

– Pero tu has trabajado antes con el, y yo no. ?Crees que en este caso hay algo que se le ha metido en la cabeza?

Massingham la miro como si estuviera compartiendo el coche con una desconocida, preguntandose hasta que punto podia confiar prudentemente en ella. Despues contesto:

– Si, asi lo creo.

Kate sintio que se habia conseguido algo, cierta confidencia, una confianza. Insistio.

– ?Que es lo que le esta pinchando, pues?

– Lo que le ocurrio a Berowne en aquella iglesia, supongo. Al jefe le gusta que la vida sea racional. Cosa curiosa por tratarse de un poeta, pero asi es. Este caso no es racional. Al menos no totalmente.

– ?Has hablado con el al respecto? Me refiero a lo que ocurrio en aquella iglesia.

– No. Lo intente una vez pero lo unico que pude conseguir de el fue: «El mundo real ya es suficientemente dificil, John. Hemos de procurar mantenernos en el». Y entonces, para no hacer el tonto, cerre la boca.

El semaforo cambio. Kate acciono la palanca de cambio y el Rover avanzo rapida y suavemente. Eran meticulosos en turnarse en la conduccion. El cedia el volante de buena gana, pero, como todos los buenos conductores, le desagradaba ser el pasajero y para ella era cuestion de puntillo estar a la altura de la competencia y rapidez de el como conductor. Sabia ella que el la toleraba, que incluso la respetaba, pero en realidad no se agradaban el uno al otro. El aceptaba que el equipo necesitaba una mujer, pero, sin mostrarse abiertamente machista, hubiera preferido un hombre como acompanante. Los sentimientos de ella por el eran mas firmes, formados por resentimiento y antipatia. Parte de ello, sabia Kate, era resentimiento de clase, pero en el fondo habia un desagrado mas instintivo y fundamental. Ella consideraba a los hombres pelirrojos poco atractivos fisicamente y, fuera lo que fuese lo que hubiera entre ellos, no era, sin duda, el antagonismo de una sexualidad no reconocida. Dalgliesh, desde luego, sabia esto perfectamente y lo habia utilizado como utilizaba tantas otras cosas. Por un momento, ella sintio una oleada de desagrado activo contra todos los hombres. Soy un caso extrano, penso. ?Que me importaria, y me refiero a importar realmente, si Allan me dejara plantada? ?Supongamos que tuviera la opcion entre mi promocion o Allan, mi apartamento o Allan…? Tendia a entregarse a estos desagradables examenes de conciencia, con sus opciones imaginarias y sus dilemas eticos, a pesar de que no resultaran intrigantes, puesto que ella sabia que nunca habria de afrontarlos en la vida real.

Dijo:

– ?Crees que en realidad le ocurrio algo a Berowne en aquella sacristia?

– Debio de ocurrirle, pienso yo. Un hombre no abandona su cargo y cambia la direccion de toda su vida por nada.

Вы читаете Sabor a muerte
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату