– Era, por lo visto, el verdadero nombre cristiano del Almirante: Colona.

– No shit.

– He estado comprobando las cartas genealogicas de aquella epoca. Existia realmente en aquel entonces una familia portuguesa llamada Colona, cuyo nombre aparecia a veces con una «n», a veces con dos. Se trataba de los Sciarra Colona, o Colonna. Sciarra remite a Guiarra. O Guerra. Y Colonna remite a Colon. Lo que enlaza los cabos sueltos del misterio. ?Se acuerda de la confusion de los nombres del Almirante, cuando aparecian en todas partes, y alternadamente, Colon, Colom, Colomo, Colonus, Guiarra y Guerra? Su origen comun no era, como es evidente, Colombo, nombre que el navegante nunca uso, sino Sciarra Colonna. ?Y se acuerda de que Hernando Colon conto que fue a Piacenza y descubrio las tumbas de sus antepasados? Es que los Colonna eran, justamente, oriundos de Piacenza, tal como los antepasados paternos de la primer mujer del Almirante, los Palestrello, nombre que se aportugueso en Perestrelo.

– ?Me esta diciendo que Colon era un portugues de origen italiano?

– Cristovam Colonna era un hidalgo portugues de origen italiano y portugues, eventualmente con un lado judaico. Los Sciarra Colonna, cuando vinieron de Piacenza, se mezclaron con la nobleza portuguesa, algo muy normal en aquella epoca. No fue por casualidad que Hernando Colon revelo que el verdadero nombre de su padre remitia al latin Christophorus Colonus. Colonus de Colonna, y no de Colombo, porque si no seria Columbus. Y, como tambien se llamaba Sciarra, se explica que diversas fuentes, incluidos Anghiera y testigos que declararon en el «pleyto de la prioridad», afirmasen que el verdadero nombre del descubridor de America era Guiarra o Guerra. Cristovam Sciarra Colonna. Cristovam Guiarra Colon. Cristovam Guerra Colom.

– ?Y de donde le viene el origen judio?

– En aquel tiempo habia muchos judios en Portugal. Eran protegidos por los nobles, a quienes frecuentaban. Es natural que se diesen mezclas de sangre. Ademas, casi todos los portugueses tienen sangre judia en las venas, solo que no lo saben.

Nelson Moliarti recorrio con la vista el espejo sereno del agua. Sintio la brisa levantarse y respiro hondo, llenando los pulmones con el aire vigorizador del vasto estuario, saboreando el aroma liberado por el encuentro del rio con el mar.

– Felicidades, Tom -dijo por fin, con un tono monocorde y sin apartar los ojos del Tajo-. Usted ha desvelado el misterio.

– Creo que si.

– Se merece el premio. -Desvio la atencion de la superficie liquida y reluciente que rodeaba la torre y clavo su mirada en Tomas-. Medio millon de dolares. -Guino el ojo y esbozo una sonrisa sin humor, enigmatica-. Es mucho dinero, ?no?

– Pues… si -admitio el portugues.

Tomas se sentia cohibido hablando del premio prometido por la fundacion, pero, al mismo tiempo, se habia convertido en su preocupacion principal. Medio millon de dolares era realmente mucho dinero. Tal vez no sirviese para reconquistar a Constanza, pero seria, sin duda, util para ayudar a Margarida. Era mucho, mucho dinero.

– Okay, Tom -exclamo Moliarti, apoyandole la mano en el hombro, casi paternal-. Voy a hablar a Nueva York y presentar mi report. Despues lo llamo para arreglar las cuentas y entregarle el cheque. ?De acuerdo?

– Si, claro.

El estadounidense coloco la hoja plastificada de los rayos X en el sobre gigante y lo levanto, como si saludase con el.

– Esta es la unica copia, right?

– Si.

– ?No hay otra?

– No.

– Me quedo con ella -dijo.

Se volvio, atraveso el baluarte del monumento con la actitud de quien llevaba prisa y desaparecio por la boca oscura de la pequena puerta de acceso a la torre, por debajo de la elegante barandilla saliente y rasgada en arcos y columnas que tanto embellecia la fachada sur de la Torre de Belem.

Nelson Moliarti paso cuatro dias sin dar noticias. Hasta que, la noche del quinto dia, telefoneo a Tomas para fijar un encuentro a la manana siguiente. Despues de la llamada, el historiador se dejo estar en la sala, con el televisor encendido en un concurso, hasta sentirse mortalmente aburrido. Cansado del tedio sin sentido, Tomas decidio que no aguantaba quedarse mas tiempo en casa, la soledad lo oprimia, lo sofocaba ya; se levanto en un impulso, impaciente y, como si tuviese prisa, se puso una chaqueta y salio a la calle.

Deambulo por la avenida de circunvalacion con las ventanillas del coche abiertas, ansiando las caricias frias de la brisa maritima, perdido en algun rincon del laberinto de su complicada vida, buscando un rumbo, una salida cualquiera, una posada donde encontrar consuelo. Se sentia terriblemente solo. Pasaba las noches en una angustiosa soledad y la combatia con pateticos intentos de aturdirse con el trabajo, preparando clases, corrigiendo examenes, leyendo y examinando los ultimos estudios de paleografia que caian en sus manos. Constanza parecia haber cortado todos los vinculos con el, reduciendolos solamente a las entregas de Margarida para los paseos quincenales de padre separado; pero aun esos paseos se interrumpian ultimamente por accesos de fiebre de su hija, que la obligaban a pasar los fines de semana en cama. En un momento de desesperacion, de crisis de soledad, habia llegado a buscar a Lena, pero la sueca no habia vuelto a las clases y tenia el movil con una grabacion que decia que el numero no correspondia a ningun abonado; posiblemente, concluyo, habia desistido del curso y se habia ido del pais.

Giro por la rotonda frente a la playa de Carcavelos, recorrio la calle de viviendas que bordeaba la Quinta dos Ingleses y aparco junto a la estacion de tren. Cruzo el apeadero y se dirigio al centro comercial. Aquel era un lugar cargado de recuerdos, punto de visita obligatoria en sus tiempos de estudiante; alli iba con Constanza cuando no habia los grandes shoppings de ahora y el centro comercial de Carcavelos era el sitio de moda, el ancladero de las matines frias y de los ligues ardientes, de los romances dulces y del alegre vagabundeo. Un profundo sentimiento de nostalgia se abatio sobre el, inundando sus sentidos, entorpeciendo su voluntad. Todo a su alrededor exhalaba un aire impregnado con el olor de Constanza, con los recuerdos de su noviazgo, con el perfume de la juventud desaparecida; cada esquina, cada sombra, cada tienda, le traia recuerdos de tiempos despreocupados, felices, cuando ambos paseaban cogidos el uno del otro, abrazandose y abrazando el futuro, ingenuos y sonadores, compartiendo fantasias y proyectos, viviendo la vida contentos con lo que ella les daba, como jovenes en un estado de ociosa inconsciencia; ese aroma olvidado se cernia aun sobre el centro comercial, solo visible para quien lo conocia, era una bruma perdida que exhalaba la indefinible reminiscencia de las emociones agotadas en el tiempo. Aquel le parecia embrujado por su juventud, como si el y Constanza fuesen otros, una parejita retenida en el pasado; veia ahora a la pareja pasar por debajo de aquella farola, alli, ambos recortados por la luz amarillenta, dos fantasmas de veinte anos que se ensenoreaban de este lugar familiar sumidos en la pasion pura de quien esta comenzando a vivir, ajenos al espectador que los observaba desde algun punto del futuro; acechando esos espectros enclaustrados en el tiempo, un inmenso mar de nostalgia lleno a Tomas, con los sentidos martirizados por la marea de los anos, sufriendo con aquel doloroso e inefable sentimiento de quien siente la felicidad para siempre perdida.

Entro en un cafe del centro comercial y pidio un mixto caliente. Miro a su alrededor y noto los cambios; las mesas eran diferentes, pero el lugar seguia siendo el mismo; alli estaba la ventana junto a la cual ambos habian merendado una de las primeras tardes en que salieron juntos, con la estacion visible del otro lado de la calle; Tomas se acordaba de aquel dia, de aquellas sensaciones, de aquella conversacion de descubrimiento mutuo, de aquella exploracion de sublime encantamiento; era un fin de semana soleado y habian hablado sobre la familia, sobre el hermano de Constanza fanatico de las motos y sobre los suenos que la movian, la idea de convertirse en una gran pintora y un dia exponer cuadros en la Tate Gallery, proyectos de fantasia que tenia la vaga certidumbre de llegar a concretar un dia.

Tomas acabo el mixto caliente y concluyo que necesitaba con urgencia distraerse. Salio del cafe, paso por la chocolateria y bajo hasta el sotano, en direccion al cine. Los carteles anunciaban el pase de dos peliculas, El club de la lucha, con Edward Norton y Brad Pitt, y El secreto de Thomas Crown, en la nueva version con Pierce Brosnan y Rene Russo. En condiciones normales, habria elegido esta ultima; pero, sintiendose solo y melancolico, opto por la pelicula mas violenta, creyo que era la

Вы читаете El codice 632
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату