que el dejo.
– El profesor Toscano trabajaba para la fundacion.
– Trabajaba para la fundacion en lo que se refiere a las investigaciones sobre Brasil, no a los trabajos sobre Colon.
– Le explicamos, en el momento oportuno, que todo su trabajo era para la fundacion. Uso un presupuesto de la fundacion para investigar los origenes de Colon, por ello su trabajo pertenece a la fundacion.
– Ah, ahora entiendo por que razon la viuda de Toscano esta tan disgustada con ustedes…
– Eso no interesa. Lo que interesa es que su investigacion y el trabajo de Toscano son propiedad de la fundacion.
– Son propiedad de la humanidad.
– No ha sido la humanidad la encargada de pagar las cuentas, Tom. Ha sido la American History Foundation. Todo eso se lo explicamos tambien al profesor Toscano.
– ?Y el?
Moliarti se quedo momentaneamente cortado.
– Pues… tenia otro punto de vista.
– Os mando a freir esparragos, eso es lo que hizo. E hizo muy bien. Si no hubiese muerto, a estas alturas ya estaria todo publicado, no le quepa la menor duda.
El estadounidense volvio a mirar alrededor, casi con miedo. Comprobo que nadie estaba escuchandolos, se inclino una vez mas sobre la mesa y susurro, pronunciando las palabras casi con un hilo de voz imperceptible.
– Tom, ?quien le ha dicho que el profesor Toscano murio de muerte natural?
Tomas se quedo helado.
– ?Como?
– ?Quien le ha dicho a usted que el profesor Toscano murio de muerte natural?
– ?Que esta insinuando? ?Que fue asesinado?
Moliarti se encogio de hombros.
– No lo se -murmuro-. Le juro que no lo se, ni quiero saberlo. Pero, si quiere que le diga lo que pienso, siempre me parecio extrano el
– ?Usted me esta diciendo que esta gente seria capaz de matar para mantener un secreto como el que nos ocupa?
– Le estoy diciendo que hay que tener cuidado. Le estoy diciendo que mas vale un historiador vivo con medio millon de dolares en el bolsillo que un historiador muerto que deja a su familia en la miseria. La verdad es que no se si la muerte del profesor Toscano fue natural o no. Solo se que, de haber sido natural, fue sin duda una feliz coincidencia para la fundacion.
– Pero ?entonces por que me contrataron? Con la muerte del profesor Toscano, el secreto se mantenia a salvo…
– Estaba el problema de la prueba.
– ?Que prueba?
– Nosotros sabiamos que el profesor Toscano habia encontrado la prueba de que Colon no era genoves, pero no sabiamos que prueba era esa ni si estaba facilmente disponible. Necesitabamos descubrirla, la fundacion no se podia dar el lujo de dejarla por ahi, suelta, arriesgandose a que otros llegaran a encontrarla. Usted fue el instrumento que nos permitio llegar a ella.
– ?Se esta refiriendo al
– Si.
Tomas se rasco la cabeza, con un gesto de intriga.
– Disculpe, Nelson, pero no logro entenderlo. Gracias a la iniciativa que ustedes promovieron, yo llegue al
Moliarti sonrio.
– No le serviria de nada.
– ?Ah, no? ?Y cuando se encuentre con la parte raspada en la tercera y cuarta lineas, despues de «colo» y sobre «nbo y taliano»? ?Y cuando pida rayos X de esa hoja? ?Eh? ?Que ocurrira entonces?
El estadounidense se recosto en la silla, extranamente confiado.
– ?Usted se ha dado cuenta, Tom, de que llegue con retraso a nuestra cita?
Tomas esbozo un gesto de sorpresa, no entendia que tenia de relevante esa pregunta en el contexto de lo que conversaban.
– Si. ?Y?
– ?Sabe por que razon llegue mas tarde?
– Se quedo hablando con Savigliano, ya me lo ha dicho.
– Eso fue lo que yo le dije. La verdad es que estuve pegado a la radio y a la television -dijo antes de guinarle el ojo-. ?Ha escuchado hoy las noticias, Tom?
– ?Que noticias?
– Las noticias del asalto, tio. El asalto de anoche a la Biblioteca Nacional.
Un obrero tenia los pies apoyados sobre una mesa, intentando mantener el equilibrio para colocar un ancho cristal en la ventana, cuando Tomas irrumpio en la sala de lectura de la zona de libros raros. Una mujer de la limpieza barria algunas astillas que brillaban desparramadas por el suelo, eran trizas de cristales, y se oian martillazos mas atras, sin duda un trabajo de carpinteria.
– Esta cerrado, senor profesor -anuncio una voz.
Era Odete por detras del mostrador, muy roja y retorciendose nerviosamente los dedos.
– ?Que ha ocurrido? -pregunto Tomas.
– Ha habido un asalto.
– Eso ya lo se. Pero ?que ha ocurrido?
– Cuando llegue al trabajo esta manana, me encontre con ese cristal roto y con que habian forzado la puerta que da a la sala de los manuscritos. -Odete sacudio la mano frente a su cara, como un abanico-. ?Ay, valgame Dios, aun me siento sofocada…! -La bibliotecaria solto un suspiro-. Disculpe, senor profesor. Estoy muy angustiada.
– ?Que han robado?
– Me han robado la tranquilidad, senor profesor. Me han robado la tranquilidad. -Se llevo la mano al pecho-. ?Ay, Virgen Santa, que susto que me he dado! ?Que susto!
– Pero ?que han robado?
– Aun no lo sabemos, senor profesor. Estamos ahora inventariando los manuscritos para ver si falta alguno. -Soplo con fuerza, como si tuviese vapor retenido en el cuerpo-. Pero mire, hace un momento le decia yo a la policia que, para mi, esto ha sido obra de drogadictos. Andan por ahi unos muchachos con un aspecto que no veas, barbudos y piojosos. No son universitarios, no, senor, que a esos los conozco yo muy bien. Son gamberros de lo peor, ?se da cuenta? -Se llevo los dedos a la boca, simulando que tenia un cigarrillo-. Gente que fuma porros, marihuana y sabe Dios que mas. Salen en busca de ordenadores para venderlos por ahi por unos pocos billetes. De manera que…
– Dejeme ver el
– ?Como?
– Vaya a buscar el
– Pero, senor profesor, hoy esta cerrado. Tendra que…
