– Con un poco de suerte…

– ?Que quiere decir con eso?

– Mi deber es ser clara con respecto a la situacion de su hija. No puedo, por ello, ocultarles el hecho de que existe un elevado indice de mortalidad en estos casos.

Los padres se miraron; la pesadilla era mucho mas tenebrosa de lo que habian previsto. Ambos tenian plena conciencia de que su hija, con los problemas cardiacos que la afectaban desde su nacimiento, vivia al borde del abismo, pero no estaban, de modo alguno, preparados para la posibilidad de perderla de un modo tan repentino, para colmo a causa de una enfermedad que no poseia ninguna relacion con las dificultades a que se habian habituado. Todo les parecia ahora arbitrario e injusto, la vida de su hija entregada a un cruel capricho del azar, como si el destino fuese una partida de dados, prepotente y aleatoria. La posibilidad de muerte se habia vuelto surrealistamente real, palpable, amenazadora.

– ?El indice de mortalidad es muy elevado, doctora? -murmuro Tomas, horrorizado por la pregunta y temiendo la respuesta, temiendola como nunca habia temido las palabras de alguien.

– El 'indice global de supervivencia a una leucemia mieloblastica aguda anda, aproximadamente, entre el treinta y cinco y el sesenta por ciento. -La doctora suspiro de nuevo, deprimida por las malas noticias que se veia obligada a dar-. Tienen que ser fuertes y estar preparados para lo peor. Es necesario que sepan que solo una de cada dos personas sobrevive a una leucemia de este tipo.

Constanza y Tomas se quedaron asolados por la informacion, la situacion de su hija era mucho mas grave de lo que alguna vez habian imaginado. Delante de Margarida, no obstante, mantuvieron una actitud positiva, intentando estimularla a enfrentar el tratamiento violento a la que la nina fue sometida de inmediato.

Los medicos le aplicaron una agresiva poliquimioterapia, asociando varios medicamentos a una accion de control de las complicaciones infecciosas y hemorragicas. Se le efectuo una puncion lumbar para aspirar el liquido destinado a un examen citologico e inyectar de medicinas directamente en la medula espinal. La idea era destruir por completo las celulas cancerigenas, en un intento de obligar a la medula osea a producir nuevamente celulas normales. Tambien le implantaron un cateter venoso central en una vena profunda, con el fin de evitar el recurso a nuevas y dolorosas punciones lumbares para la aplicacion de medicamentos, ademas de hacerle varias transfusiones de sangre.

Al cabo de algun tiempo, Margarida perdio todo el pelo y parecio consumirse. Sin embargo, la poliquimioterapia comenzo a dar resultados. A medida que se efectuaban los examenes de control, se comprobo que el numero de mieloblastos estaba sufriendo una considerable reduccion. Cuando quedo claro que la situacion se estabilizaria en breve, la doctora Tulipa volvio a reunirse con Constanza y Tomas.

– Preveo que Margarida entrara en remision la proxima semana -anuncio.

Los padres la miraron, desconfiados, temiendo que aquella nueva palabra fuese signo de una nueva catastrofe.

– ?Que quiere decir con eso, doctora?

– Que el numero de mieloblastos sera el normal -explico-. Pero, segun mi analisis, la situacion seguira siendo inestable y la remision sera temporal. Por ello, solo veo una manera de salvar a la nina.

– ?Cual?

– Con un trasplante de medula osea.

– ?Y es posible hacerlo?

– Si.

– ?En Portugal?

– Si.

Constanza y Tomas se miraron, como si buscasen mutuo consentimiento, y volvieron a dirigirse a la medica.

– ?Entonces que estamos esperando? Vamos a por ello.

Tulipa so quito las gafas y se froto los ojos con la punta de los dedos. Se sentia cansada.

– Tenemos un problema.

Se hizo silencio.

– ?Que problema, doctora? -susurro, por fin, Tomas.

– Nuestras unidades de trasplante estan congestionadas de tanto trabajo. Solo dentro de un mes sera posible operar a Margarida.

– ?Entonces?

– No se si ella resistira un mes. Mis colegas creen que si, pero yo tengo mis dudas.

– Cree que Margarida no puede esperar un mes, ?no?

– Poder, puede. Pero es arriesgado. -Se puso las gafas y miro a Tomas-. ?Usted quiere arriesgar aun mas la vida de su hija?

– No. De ninguna manera.

– Entonces solo hay una opcion. Margarida tiene que ser operada en el extranjero.

– Hagamoslo, doctora. -Pero es una operacion cara.

– Siempre he oido decir que el Estado pagaba.

– Si, es verdad. Pero no en este caso. Habiendo posibilidades de hacer la operacion en Portugal, y no estando comprobada la urgencia, el Estado entiende que no esta obligado a pagar operaciones en el extranjero.

– Pero ?no esta comprobada la urgencia de esta operacion?

– En mi opinion, si que lo esta. Pero no en la opinion de mis colegas. Lamentablemente, esa es la opinion que prevalece para el Estado, de modo que no se pagara nada.

– Voy a hablar con ellos.

– Puede hablar todo lo que quiera, pero va a perder un tiempo precioso. Entre intercambio de recursos y requerimientos, el tiempo se va agotando. Y el tiempo es un lujo del que su hija en este momento no puede disfrutar.

– Pagamos nosotros, pues.

– Es caro.

– ?Cuanto?

– He hecho una prospeccion y he encontrado un hospital pediatrico de Londres que esta dispuesto a operar a Margarida la proxima semana. Les he enviado las referencias geneticas del cromosoma seis de Margarita y ellos han hecho examenes de histocompatibilidad que les permitiran detectar un donante compatible. En cuanto la nina entre en remision, lo que preveo que sucedera la semana proxima, estara en condiciones de ser trasladada a Londres y operada de inmediato.

– Pero ?cuanto cuesta eso? -insistio Tomas.

– Los costes de trasplante, mas la estancia en el hospital, los viajes y los hoteles para los padres, todo eso debe de rondar los cincuenta mil dolares.

– ?Cuanto?

– Diez millones de escudos.

Tomas bajo la cabeza abatido, impotente.

– No tenemos ese dinero.

La medica se recosto en la silla y parecio desinflarse.

– Entonces solo nos queda rezar -concluyo-. Rezar para que mis colegas tengan razon y Margarida aguante un mes.

El azul turquesa de la piscina relucia al sol, sereno e incitante, templando el verdor que rodeaba la terraza del Pabellon, el restaurante al aire libre del hotel da Lapa. El cielo se abria rebosante de luz, esplendoroso y acogedor, con aquel anil profundo caracteristico de la primavera; el dia habia nacido tan radiante que Nelson Moliarti eligio la terraza para el encuentro urgente solicitado por Tomas. El historiador cruzo el jardin y se encontro con el estadounidense vestido con unos pantalones beis impecablemente planchados y un polo amarillo, la piel bronceada por el sol, sentado en una mesa, bajo una sombrilla blanca, saboreando un zumo de naranja natural.

– Usted no tiene buen aspecto, no -comento Moliarti, observando la palidez de su rostro y las ojeras que marcaban los ojos-. ?Esta enfermo?

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