– Es mi hija -explico Tomas. Se sento al lado del estadounidense y miro el infinito-. Tiene un problema muy serio.

– Ah -exclamo Moliarti, bajando los ojos-. Lo lamento mucho. ?Es realmente grave?

– Si, es grave.

Un camarero se acerco a la mesa con un bloc en la mano.

– ?Desea algo, caballero?

– ?Tiene te verde?

– Claro que si. ?Cual desea?

– No lo se. Cualquiera.

– Si le parece bien, le traere un Ding Gu Da Fang chino. Es un te claro y vaporizado.

– Vale.

El camarero se alejo y los dos hombres se quedaron solos en la mesa, bajo la sombrilla. Ninguno de ellos queria retomar la conversacion, por lo que siguieron un largo rato observando a una chica delgada, de pelo negro y piel triguena, piernas largas y grandes gafas de sol en su rostro fino, que pasaba en bikini rojo por el borde de la piscina con una toalla al hombro; lanzo la toalla sobre una tumbona, se quito las gafas y se echo languidamente a lo largo, vuelta hacia el sol, boca arriba, entregada al placer ocioso de quien vive sin preocupaciones.

– Necesito dinero -dijo finalmente Tomas, rompiendo el silencio.

Moliarti bebio un trago de zumo.

– ?Cuanto?

– Mucho.

– ?Cuando?

– Ahora. Mi hija tiene un problema muy, pero que muy grave. Tienen que operarla de urgencia en el extranjero. Necesito pasta.

Moliarti suspiro.

– Como sabe, tenemos que pagarle medio millon de dolares. Pero hay una condicion.

– Lo se.

– ?Esta dispuesto a firmar el contrato de confidencialidad?

Tomas clavo la vista en Moliarti, furioso y resignado.

– ?Que alternativas tengo? ?Eh? ?Que alternativas?

El estadounidense se encogio de hombros.

– Usted sabra.

– Entonces muestreme ese maldito contrato y acabemos con esta fantochada.

Moliarti se inclino en la silla y cogio una pequena cartera apoyada en el suelo. La puso sobre la mesa, la abrio y saco de alli un documento juridico.

– Cuando me llamo, supuse que querria firmar -observo el estadounidense-. Aqui esta el contrato.

– Leamelo.

El texto estaba redactado en ingles y Moliarti lo leyo de cabo a rabo en voz alta. Era un contrato entre el profesor Tomas Noronha y la American History Foundation, en el que esta se comprometia a pagar quinientos mil dolares al historiador a cambio de la promesa de sigilo en cuanto a las investigaciones que el academico habia llevado a cabo al servicio de la institucion. El documento era tan detallado que hasta mencionaba las diversas formas de publicacion. Quedaba prohibida la difusion de los descubrimientos en articulos, ensayos, entrevistas y hasta ruedas de prensa, y jamas podria ser revelado el nombre de los participantes en el proceso. El contrato preveia tambien una clausula de penalizacion en caso de violacion de lo estipulado por un valor que doblaba el que la fundacion pagaba por el sigilo. O sea, que la fundacion entregaba medio millon de dolares a Tomas como premio por sus servicios. Si el historiador, sin embargo, revelaba las conclusiones de la investigacion por los medios que el contrato prohibia, tendria que devolver ese importe y pagar el mismo valor como penalizacion. Seria, en total, un millon de dolares. Era un documento blindado.

– ?Donde firmo?

– Aqui -indico Moliarti senalando los espacios en blanco.

El estadounidense le dejo un boligrafo y Tomas firmo en dos copias, una para la fundacion y otra para el. Devolvio el boligrafo y guardo su copia en la cartera.

– Falta el cheque.

Moliarti saco un talonario de su cartera y comenzo a rellenarlo.

– Medio millon de dolares, ?eh? Se va a volver rico -dijo Moliarti con una sonrisa-. Va a poder tratar a su hija y reconquistar a su mujer.

Tomas se quedo mirandolo con expresion interrogativa.

– ?Mi mujer?

– Si, va a poder reconquistarla, ?no? Con toda esa pasta…

– ?Como sabe usted que estoy separado de mi mujer?

Moliarti dejo de escribir, su mano quedo suspendida sosteniendo el boligrafo y lo miro, cohibido.

– Bueno…, usted me lo ha contado.

– No se lo he contado, no. -Su tono de voz se volvio mas agresivo-. ?Como lo supo?

– Pues… deben de habermelo contado…

– ?Quien? ?Quien se lo ha contado?

– No…, no lo recuerdo. Vaya, hombre, no tiene por que enfadarse…

– No me venga con gilipolleces, Nelson. ?Como ha sabido que estoy separado de mi mujer?

– Pues… lo he oido por ahi.

– Usted esta mintiendo, Nelson. Pero no me voy de aqui mientras no me lo explique todo muy bien. ?Como supo que estoy separado de mi mujer?

– Ah, no lo se. No importa, ?no?

– Nelson, ?ustedes estan espiandome?

– ?Vaya, hombre! ?Espiar es una palabra demasiado fuerte! Digamos que nos hemos mantenido informados.

– ?Como?

– No interesa.

– ?Como? -dijo Tomas casi gritando.

Las personas proximas, ante la agresividad de la discusion, se dieron la vuelta para ver que pasaba. Moliarti se dio cuenta y le hizo un gesto a Tomas para que se calmase.

– Tom, no se irrite.

– ?No me irrito, caramba! No me ire de aqui sin saberlo.

El estadounidense suspiro. Tomas estaba al borde del descontrol y no veia modo de calmarlo. Solo habia una salida.

– Okay, okay. Se lo contare todo, pero usted tiene que prometerme algo, ?vale?

– ?Prometerle que?

– Que no se va a enfadar cuando le cuente la verdad. Okay?

– Depende.

– Depende, no. Se lo contare con la condicion de que no se enfade. Si se enfada, no se lo contare. ?Esta claro?

– Muy bien.

– ?No se va a enfadar?

– No.

– ?No va despues a soltarse de la lengua y decirle a todo el mundo que fui yo quien se lo conto?

– No.

– ?Me lo promete?

– Si. Hable de una vez.

Moliarti volvio a respirar hondo. Bebio un trago mas de zumo de naranja, justo en el momento en que el camarero reaparecio con el te verde. Coloco la tetera en la mesa y una taza de porcelana, echando en ella el liquido claro y humeante.

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