La llegada de la enfermera los devolvio a la realidad; Constanza miro a Maggy y penso, casi sin querer, por asociacion de ideas, en un condenado a muerte a quien los guardias vienen a buscar para el fusilamiento. Casi tuvo que pellizcarse para imponerse a si misma la idea de que la enfermera no venia en busca de su hija para matarla, sino mas bien para salvarla. «Es para salvadla», se repitio Constanza a si misma, buscando consuelo en ese pensamiento redentor.
Es para salvarla.
Acostaron a Margarida en una camilla y la llevaron por los pasillos del Grail Ward hasta la sala de operaciones. La pequena iba consciente, pero sonolienta.
– ?Voy a sona', mama? -murmuro adormilada.
– Si, hija. Suenos color de rosa.
– Colo' de 'osa -repitio, casi canturreando.
Encontraron al doctor Penrose en la puerta de la sala. Tuvieron dificultad en reconocerlo porque llevaba una mascara en la cara y la cabeza cubierta.
– No se preocupen -dijo Penrose con la voz ahogada por la mascara-. Todo saldra bien.
Se abrieron las dos hojas de la puerta y la camilla se perdio en el interior de la sala, empujada por Maggy y con Penrose al lado. La puerta se cerro y la pareja se quedo un largo rato mirandola, como si les hubiesen robado a Margarida. Tomas y Constanza volvieron despues a la habitacion y se entretuvieron haciendo las maletas, ya que la nina ya no volveria alli despues de la operacion. Se esforzaron por hacerlo lentamente, para prolongar la distraccion; sin embargo, el tiempo era mas lento era y pronto se vieron sentados en la cama, con las maletas preparadas, sin nada que hacer, ansiosos y angustiados, con la mente deambulando por la sala de operaciones, imaginando el trasplante que se concretaba en ese momento.
La tortura acabo dos horas despues. Penrose aparecio frente a ellos ya sin mascara, con una sonrisa confiada que de inmediato los alivio.
– Todo ha ido bien -anuncio-. Se ha completado el trasplante y todo se ha desarrollado como estaba previsto, sin complicaciones.
La montana rusa de las emociones volvia a moverse: donde un minuto antes reinaba la angustia, imperaba ahora la alegria.
– ?Donde esta mi hija? -quiso saber Constanza, despues de reprimir una voluntad casi irresistible de besar al medico.
– La han trasladado a una habitacion de aislamiento en el otro extremo de la misma ala.
– ?Podemos ir a verla?
Penrose hizo un gesto con las manos, pidiendo calma.
– Por el momento, no. Esta dormida y es mejor dejarla tranquila.
– Pero ?vamos a poder verla esta semana?
El medico se rio.
– Van a poder verla esta tarde, quedense tranquilos. Si yo estuviese en su lugar, saldria a dar una vuelta, almorzaria en algun sitio y volveria a las tres de la tarde. A esa hora ya habra despertado y podran visitarla.
Salieron del hospital invadidos por una agradable sensacion de esperanza, como si estuvieran suspendidos en el aire, transportados por una suave brisa primaveral. «Todo ha ido bien», habia dicho el medico. Todo ha ido bien. Que palabras tan maravillosas, tan benignas, tan alentadoras. Nunca imaginaron que una simple frase tuviese tanto poder, era como si aquellas cuatro palabras fuesen magicas, capaces por si solas de alterar la realidad, de imponer un final feliz.
Todo ha ido bien.
Deambularon por las calles casi a saltos, riendose de cualquier cosa, los colores brillaban con mas fuerza, el aire les parecia mas puro. Entraron por la Southampton Row hasta Holborn y giraron a la derecha, por donde cogieron New Oxford Street. Atravesaron el gran cruce con Tottenham Court Road y Charing Cross y se sumergieron en la agitada confusion de Oxford Street; se distrajeron mirando los escaparates y observando el flujo incesante de la multitud que llenaba la acera. Sintieron hambre a la altura de Wardour Street, doblaron hacia el Soho y fueron a comer un
La enfermera Maggy les anuncio que los llevaria a la habitacion donde se encontraba Margarida. Tomas se mostraba preocupado por la posibilidad de llevar microbios al lugar, pero la inglesa sonrio. Pidio a la pareja que se lavase las manos y la cara y les entrego batas, guantes y mascaras, que tuvieron que ponerse antes de iniciar la visita.
– Deben mantener cierta distancia con la nina -les aconsejo Maggy mientras caminaba delante, mostrando el camino.
– Pero, cuando la puerta se abra, ?no hay riesgo de que entren bacterias? -pregunto Constanza, afligida por la posibilidad de que la visita representase un peligro para su hija.
– No hay problema. El aire de la habitacion esta esterilizado y se mantiene a una presion atmosferica superior a la normal, de tal modo que, cuando se abren las puertas, el aire exterior no llega a entrar.
– ?Y como come ella?
– Con la boca, claro.
– Pero… ?no hay peligro de infecciones en la comida?
– La comida tambien esta esterilizada.
Llegaron al area de aislamiento del postoperatorio de la unidad de hematologia y Maggy abrio la puerta de una habitacion.
– Es aqui -anuncio.
El aire era fresco y tenia un olor aseptico. Tumbada en la cama, apoyada en un almohadon, Margarida parloteaba con su muneca pelirroja. Miro hacia la entrada y sonrio al ver a sus padres.
– Hola, papis -saludo.
La enfermera hizo una sena para que mantuviesen distancia y la pareja se quedo al pie de la cama.
– ?Como estas, hija? ?Estas bien? -pregunto Constanza.
– No.
– ?Que pasa? ?Te duele algo?
– No.
– ?Entonces?
– Tengo hamb'e.
Constanza y Tomas se rieron.
– Tienes hambre, ?eh? ?Aun no has almorzado?
– Si, he almo'zado.
– Y te has quedado con hambre.
– Si. Me die'on pollo con maca'ones.
– ?Estaba bueno?
– Ho'ible.
– ?No lo comiste todo?
– Me lo zampe todo. Pe'o que'o mas, tengo hamb'e.
– Papa va a hablar con el medico para que te traigan mas comida -intervino Tomas-. Pero es que tu tambien eres toda una comilona, ?eh? Si trajeramos un camion lleno de comida, seguro que te lo comerias todo… y despues te quejarias diciendo que tienes hambre.
La nina acomodo la muneca en la mesita de la cabecera y estiro los brazos en direccion a sus padres.
– Dadme unos besos, bonitos.
– Me gustaria, hija, pero el medico dice que no puedo -explico la madre.
– ?Po' que?
– Porque en mi cuerpo hay unos bichitos y, si te diera un beso, te los pasaria a ti.
– ?Ah, si? -se sorprendio Margarida-. ?En tu cue'po hay unos bichitos?
