– Mi hija… -balbucio.
– Lamento decirselo, pero acaba de producirse el peor de los desenlaces, aquel que mas temiamos -anuncio Penrose-. La ha infectado una bacteria, una bacteria cualquiera; se encuentra en estado muy critico.
Pegada al cristal que se abria a la habitacion de Margarida, Constanza tenia los ojos empanados, la nariz roja, una mano en la boca, ahogando sus sollozos. Tomas la abrazo y ambos se quedaron observando a su hija tumbada en la cama mas alla de la ventana, con la cabeza brillante, calva, durmiendo un sueno agitado, luchando entre la vida y la muerte. Las enfermeras circulaban afanosas y Penrose aparecio un poco mas tarde para orientar el trabajo. Despues de analizar a Margarida y dar nuevas instrucciones, fue al encuentro de la acongojada pareja.
– ?Se salvara, doctor? -lanzo Constanza, presa de la ansiedad.
– Estamos haciendo lo que podemos -indico el medico con expresion grave.
– Pero ?se salvara, doctor?
Penrose suspiro.
– Estamos haciendo lo que podemos -repitio-. Pero la situacion es muy grave, la nueva medula aun no ha madurado y ella no tiene defensas. Tienen que prepararse para lo peor.
Los padres de la nina no pudieron abandonar la ventana que les mostraba lo que ocurria en la habitacion. Si Margarida tenia que morir, decidieron, no moriria sola, sus padres estarian lo mas cerca posible de ella. Pasaron la tarde y toda la noche pegados al cristal; una enfermera les llevo dos sillas y alli se sentaron, junto a la ventana, con los ojos fijos en la nina agonizante.
Hacia las cuatro de la manana, notaron un subito tumulto en la habitacion y se levantaron de la silla, ansiosos. La nina, que durante tanto tiempo se habia agitado en medio de un sueno febril, se veia ahora inmovilizada, con el rostro ya sereno, y una enfermera se apresuro en llamar al medico de guardia. De este lado de la ventana, todo transcurria en silencio, como si Tomas y Constanza estuviesen viendo una pelicula muda, pero una de terror, tan conmovedora que ambos temblaban de miedo, sentian que habia llegado el momento mas terrible de sus vidas.
El medico aparecio unos minutos mas tarde, sonoliento, como si acabara de despertarse; era un hombre gordo, con una gran papada bajo el menton y el nombre visible en el pecho: Hackett. Se inclino sobre la paciente, palpo su temperatura, le midio el pulso, le levanto un parpado para observar el ojo, consulto el registro de una maquina y hablo unos instantes con las enfermeras. Cuando se preparaba para salir, una de las enfermeras le senalo con un gesto la ventana donde se encontraban los padres, como si le dijese que tendria que comunicarles la noticia, y el medico, despues de una fugaz vacilacion, fue hacia ellos.
– Buenas noches, soy el doctor Hackett -se presento, cohibido.
Tomas apreto a su mujer con mas fuerza, preparandose mentalmente para lo peor.
– Lo siento mucho…
Tomas abrio la boca y la cerro, sin poder emitir un sonido, ni uno solo. Horrorizado, paralizado, incapaz de pronunciar una palabra, tan aturdido que no sentia aun el dolor que empanaba ya su mirada, se le aflojaron las piernas, el corazon latio desordenadamente, capto en ese instante la expresion de compasion que habia en los ojos del medico y comprendio, al fin, que aquella expresion encerraba una noticia brutal, que la pesadilla que mas temia se habia hecho realidad, que la vida no era mas que un fragil suspiro, un fugaz instante de luz en las eternas tinieblas del tiempo, que su pequeno mundo se habia quedado insoportablemente pobre, que se habia perdido para siempre aquella aureola pura y honesta que tanto le encantaba en el rostro ingenuo de Margarida. Y en aquel momento de perplejidad, en aquella suprema fraccion de agonia entre el choque de la noticia y la explosion de sufrimiento, se asombro por no ver brotar dentro de si un justo sublevarse contra la cruel traicion del destino, sino mas bien, y a duras penas, una terrible pena, una tremenda anoranza por su nina perdida, la nostalgia dolorosa y profunda de un padre que sabe que jamas ha habido una hija tan hermosa como la suya, que nunca un cardo asi se parecio tanto a la mas bonita flor del prado.
– Suenos color de rosa, querida.
Capitulo 19
No hay mayor dolor que el de alguien que ha perdido a un hijo. Tomas y Constanza pasaron meses aturdidos por la muerte de Margarida, como si se hubiesen desinteresado por las cosas, como ajenos a la vida, abandonandose a una indiferencia enfermiza. Se cerraron sobre si mismos y buscaron consuelo el uno en el otro, recuperando recuerdos comunes, compartiendo afectos salvados del olvido, y en ese proceso de mutuo confortamiento, protegidos por un capullo que solo a ellos pertenecia, acabaron acercandose. Casi sin darse cuenta, como si la infidelidad de Tomas se hubiese convertido ahora en un absurdo irrelevante, un lejano acontecimiento del que solo quedaba un recuerdo difuso e insignificante, volvieron a vivir juntos.
Fueron dificiles los momentos que pasaron los dos en el pequeno apartamento. Cada rincon contenia un recuerdo, cada espacio una historia, cada objeto un instante. Pasaron muchas semanas rondando por el dormitorio de su hija, pasaban junto a la puerta sin atreverse a entrar en la habitacion; se trataba de algo que se situaba mas alla de sus fuerzas, se limitaban mas bien a mirar aquella entrada y a temer lo que se encontraba mas alla. Era como si alli se hubiese alzado una barrera infranqueable, el paso a un mundo perdido, un lugar magico suspendido en el tiempo y cuyo encantamiento temian deshacer. La verdad es que no querian afrontar la realidad de la habitacion desierta, ahora transformada en el simbolo de la hija desaparecida.
Cuando, finalmente, franquearon la puerta y se encontraron con las munecas en la cama, los libros alineados en los estantes y las ropitas guardadas en los cajones, como si todo acabase de ser ordenado, se sintieron como viajeros en el tiempo, de vuelta a la montana rusa de las emociones; en el aire aun se cernia algo indefinido, un aroma, una manera, un ambiente, algo intacto y dolorosamente cargado de la esencia juvenil de Margarida. Vencidos por la emocion, doblegados por el sufrimiento, huyeron deprisa de la habitacion y volvieron a mantenerse alejados. Que terrible era vivir de ese modo, en esa atmosfera plagada de nostalgia y ensombrecida por el penoso recuerdo de la nina. Sufrian cuando circulaban por la casa, sufrian cuando se alejaban de ella.
Al cabo de algunos meses, llegaron a la conclusion de que no podian seguir asi. Los dias se sucedian sin rumbo, la existencia se revelaba hueca, la vida parecia haber perdido todo sentido. Recobraron gradualmente la conciencia de que habia que hacer algo, cambiar el rumbo de las cosas, detener la caida en el abismo. Un dia, sentados en el sofa, en silencio, deprimidos hasta la locura, enfrentados con el callejon sin salida al que los habian llevado las circunstancias, tomaron una decision. Iban a romper con el pasado. Pero para ello necesitaban un proyecto, una direccion, una luz que los orientase, y deprisa se dieron cuenta de que solo habia un camino, que el destino de la salvacion pasaba por dos cosas.
Un nuevo hijo y una nueva casa.
Con el dinero entregado por la fundacion, compraron una pequena vivienda en Santo Amaro de Oeiras, cerca del mar, y se quedaron a la espera del nino que llegase para llenar el vacio de la casa. Lo mas extrano es que descubrieron que ambos deseaban un hijo igual a Margarida, con los mismos defectos, incluso los geneticos, si fuese necesario, siempre que llegase con identicas cualidades, aquella alegria y generosidad con que la nina discapacitada los habia conquistado; querian un bebe como quien desea borrar un mal sueno, como si a traves de el la hija perdida pudiese al fin regresar junto a los suyos.
La muerte de Margarida llevo a Tomas a reflexionar tambien sobre el sentido de su integridad profesional. Habia vendido el honor a cambio de dinero para salvar a su hija, pero todo se dio despues como si hubiese sido castigado por la vergonzosa concesion que se vio obligado a hacer, como si todo aquello no fuese mas que una severa leccion divina, una prueba de su seriedad, un simple desafio moral del que habia salido desastrosamente derrotado. Esta conclusion lo condujo de nuevo a la investigacion que habia realizado para la fundacion estadounidense. Inquieto, perturbado por la idea de que no habia estado a la altura de sus deberes, estuvo cavilando largamente en el asunto. Se vio leyendo el contrato incontables veces, hacia delante y hacia atras, estudiando cada clausula con lupa, pesando las palabras, analizando las opciones, buscando resquicios, probando fragilidades. Llego hasta a hablar con Daniel, un primo de Constanza que se habia licenciado en Derecho, para evaluar el documento con mas rigor.
La verdad es que Tomas no lograba soportar ahora la decision que se vio forzado a tomar cuando firmo el
