– Soy yo, profesor. Lena.

– ?Lena?

– Si. Estaba poniendo a prueba su sueco. -Se oyo una risita mas-. Me parece que usted necesita unas clases.

– Ah, Lena -reconocio Tomas-. ?Como consiguio mi numero?

– Me lo dio la secretaria del departamento -vacilo-. ?Por que? ?No queria que lo llamase?

– No, no. -Se dio prisa en responder, temiendo haber dado una impresion equivocada-. No hay ningun problema. Me ha sorprendido, nada mas que eso. Es que no me esperaba en absoluto una llamada suya.

– ?De verdad que no hay problema?

– No, quedese tranquila. Digame, ?que ocurre?

– Ante todo, buenas noches, profesor.

– Hola, Lena. ?Le va bien? Cuenteme.

– Muy bien, gracias. -Cambio ligeramente el tono-. Lo he llamado, profesor, porque necesito su ayuda.

– Diga.

– Como sabe, comence las clases hace unos dias, porque mi expediente del Erasmus se retraso y mi inscripcion en Lisboa llego tarde. -Si.

– De modo que, profesor, necesitaba recuperar las clases de la asignatura que me he perdido debido al retraso.

– Pues tal vez lo mejor sea pedir los apuntes a sus companeros.

– Ya lo he pensado. El problema es que algunos de estos temas no se aprenden solo leyendo apuntes, ?no? Por ejemplo, la escritura cuneiforme, de la que usted hablo en las primeras clases. He estado viendo que los sumerios tenian el habito de combinar dos simbolos de palabras para formar un simbolo compuesto, cuyo significado derivaba de sus elementos. El problema es que esas senales no siempre se componen en la misma secuencia.

– Si, es el caso de, yo que se…, pues…, por ejemplo, «geme» y «ku». «Geme» significa «esclava» y se escribe colocando el simbolo de «sal», o mujer, al lado de «kur», pais extranjero. Pero en el caso de «ku», que significa «comer», el simbolo de «ninda», o «pan», se coloca, no al lado de «ka», la boca, sino dentro de «ka».

– Eso es lo que me confunde. ?En que situaciones los simbolos se colocan uno al lado del otro y en que situaciones un simbolo queda dentro del otro?

– Bien, eso depende de lo que…

– Profesor -interrumpio Lena-. No piensa darme una clase por telefono, ?no?

Tomas vacilo.

– Pues…, si…, no…

– ?Podriamos encontrarnos para que me de esa explicacion? No se, manana, si quiere, o incluso hoy, si estuviese disponible.

– ?Hoy? No puede ser…

– Entonces manana.

– Espere. Ni hoy ni manana. Es que me encuentro en Brasil.

– ?En Brasil? ?Esta en Brasil, profesor?

– Si. En Rio de Janeiro.

– ?Uau, que suerte! ?Y ya ha ido a la playa?

– Casualmente, si. He ido hoy.

– ?Ay, que envidia! ?Hace calor?

– Treinta grados.

– Y su pobre alumna sueca aqui, muerta de frio -dijo simulando un lamento mimoso-. ?No le doy pena?

– Si que me da pena -dijo Tomas mientras se reia.

– Entonces tiene que ayudarme -exclamo la muchacha, rebosante de jovialidad.

– Claro. ?Que necesita?

– Necesito unas clases.

– Muy bien. No estoy seguro de cuando vuelvo a Lisboa, todo depende del avance de mis investigaciones en Rio de Janeiro, pero sin duda estare ahi el lunes, porque tengo que dar clase. Telefoneeme a partir del lunes, ?vale?

– Si, senor. Muchas gracias, profesor.

– De nada.

– ?Sabe? Estoy segura de que sera un placer aprender con usted -concluyo la sueca, con la voz cargada de malicia.

Enfatizo la palabra «placer».

La calle se agitaba en medio del acelerado bullicio matinal y Tomas observo por la ventanilla del taxi las fachadas de los edificios y los locales de comercio popular, con las puertas abiertas, recibiendo a los clientes. Los edificios eran pintorescos, con aspecto antiguo y algo degradado; exhibian balconcillos labrados y ventanas altas, con las paredes pintadas de varios colores; aqui fachadas amarillas, alli rosas, mas alla verdes, mas adelante azules o beis. Tomas reconocia en aquella calle los rasgos inconfundibles ele la influencia de la arquitectura tradicional portuguesa. Las aceras estaban empedradas con baldosines a la portuguesa y decoradas con figuras geometricas en negro. Por todas partes se veian tiendas con los nombres mas diversos: el Pince-Nez de Ouro, el Palacio da Ferramenta, la Casa Oliveira.

– ?Que calle es esta?

– ?Como dice, senor? -pregunto el taxista, mirando por el retrovisor.

– ?Como se llama esta calle?

– Es la Rua da Carioca, senor. Una de las mas antiguas de Rio, es del siglo xix. -Senalo a la izquierda-. ?Ve aquel local?

Tomas contemplo el lugar que le indicaba; en el interior del establecimiento observo mesas con platos y cubiertos, ademas de vasos y botellas.

– ?Aquel restaurante?

– Si. Es el Bar do Luis.

El taxi se detuvo, frenado por el intenso trafico de la manana, frente al restaurante, y los dos se quedaron mirando el local.

– Es la casa de comidas mas antigua de Rio, senor. Abrio en 1887 y tiene una historia curiosa. Antiguamente, el local se llamaba Bar Adolf y en el se encontraba la mejor comida alemana de la ciudad, tenian unas salchichas muy buenas. Todos los intelectuales de la epoca venian a comer aqui y a tomarse un choppinho. -El trafico volvio a fluir y el taxi arranco de nuevo-. Despues vino la Segunda Guerra Mundial y ?sabe que hicieron?

– ?Lo echaron abajo?

El taxista se rio.

– Le cambiaron el nombre.

Cruzaban ahora la Avenida Republica do Paraguai; el taxista volvio a girar hacia la izquierda, en direccion a un edificio de estructura metalica.

– Ese es el cine Iris -anuncio, casi transformado en un guia turistico-. Fue el mas elegante de Rio.

Desde la Rua da Carioca, desemboco a una amplia plaza. Todo el espacio central estaba ocupado por un jardin, protegido por rejas metalicas; habia arboles en todo el perimetro y en medio se alzaba una gran estatua de bronce con un caballero que sostenia en la mano derecha algo semejante a un documento; en el pedestal se reconocian otras figuras, incluidos indios armados con lanzas y sentados sobre cocodrilos.

– ?Que es esto?

– Es la Praca Tiradentes, senor.

– ?Aquel es Tiradentes? -pregunto Tomas, senalando la figura ecuestre del monumento que dominaba la plaza.

El taxista sonrio.

– No, senor. Ese es el emperador don Pedro I.

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