volumen.

– Ya lo he visto -anuncio-. ?El profesor Toscano no consulto nada mas?

– El ordenador solo ha registrado esa obra.

Tomas se quedo pensativo.

– Vaya -murmuro-. ?Solo vio este libro? ?Esta segura?

La brasilena reflexiono.

– Bien, solo consulto ese libro, sin duda. Pero me acuerdo de que se mostro tambien interesado en nuestras reliquias, e incluso se dio una vuelta por ahi.

– ?Reliquias?

– Si. Tenemos aqui un ejemplar de la primera edicion de Os Lusiadas, de 1572, y las Ordenacoes de D. Manuel, de 1521. Tambien estan los Capitolos de Cortes e Leys que sobre alguns delles fizeram, de 1539, y la Verdadeira informagam das terras do Preste Joam, segundo vio e escreveo ho padre Francisco Alvarez, de 1540.

– ?Consulto todo eso?

– No -respondio ella, meneando vigorosamente la cabeza-. Solo vio los libros.

– Ah -entendio Tomas-. Curiosidad de historiador.

– Exacto -sonrio la bibliotecaria-. Aqui tenemos trescientos cincuenta mil libros, pero lo mas importante es nuestra coleccion de obras raras, un valioso acervo que incluye los manuscritos autografos de Amor de perdicao, de Camilo Castelo Branco. Eso atrae a mucha gente, ?no? -Alzo una ceja, como quien hace una invitacion-. ?Usted tambien quiere verlos?

El portugues consulto el reloj y suspiro.

– Tal vez otro dia -dijo-. Ya es la una de la tarde y tengo hambre. ?Sabe si hay restaurantes cerca de la Biblioteca Nacional?

– Claro. Justo enfrente, al otro lado de la plaza.

– Menos mal. ?Se puede ir a pie hasta ahi?

– ?A pie hasta la Biblioteca Nacional? ?Huy! No, no se puede. Hay una larga caminata, por lo menos una hora. Si tiene prisa, mas vale que coja un taxi.

Comio un bistec tierno en la terraza de un restaurante de Cinelandia, el nombre con el que se conocia la Praca Floriano, al comienzo de la gran Avenida Rio Branco. Mientras comia la carne, rumiaba el misterio del acertijo que seguia sin descifrar. Su mente hervia de dudas, surgidas de la perplejidad que lo habia dominado ante la relacion establecida por Toscano entre Moloc, Ninundia y el descubrimiento de Brasil; por mas vueltas que le daba al problema, no vislumbraba la solucion. Incapaz de avanzar, decidio retomar la idea que habia rechazado cuando vio el enigma por primera vez en el palacio de Sao Clemente. ?Y si el mensaje fuese finalmente una cifra? La idea no lo convencia, es cierto; nada en aquellas extranas estructuras verbales traslucia el aspecto caotico de las cifras; alli las vocales se unian a las consonantes, formaban silabas, expresaban sonidos, insinuaban palabras. Parecia, de hecho, un codigo. Pero ?y si fuese realmente una cifra? A falta de mejores ideas, Tomas opto por considerar esa hipotesis, a titulo meramente exploratorio, y decidio someterla a un analisis de frecuencias. El primer problema era determinar cual era la lengua en que el mensaje cifrado, si es que era cifrado, habia sido escrito; como Toscano era portugues, le parecio natural que el mensaje oculto estuviese escrito en portugues.

Saco la fotocopia del acertijo, doblada dentro de la libreta de notas, y la estudio con cuidado. Conto las letras de las dos palabras de la segunda linea y descubrio que dos letras, la «o» y la «n», aparecian tres veces, mientras que la «a», la «s» y la «i» se repetian dos veces; la «d», la «t», la «u» y la «m» aparecian solo una vez. Como criptoanalista, Tomas sabia que las letras mas comunes de las lenguas indoeuropeas son la «e» y la «a», por lo que decidio colocarlas, respectivamente en el lugar de la «n» y de la «o», las mas frecuentes del acertijo. Otras letras muy frecuentes del alfabeto eran la «s», la «i» y la «r», lo que lo llevo a hacer la prueba de sustituirlas, precisamente, por la «a», por la «s» y por la «i» en el acertijo. Escribio la frase en el mantel de papel del restaurante y procedio a la sustitucion de las letras. Cuando termino, se quedo contemplando la prueba.

NINUNDIA OMASTOOS

ERE?E?RS A?SI?AAI

?Que seria esa primera palabra: «ere?e?rs», a la que le faltaban solo dos letras? Imagino letras mas raras en el espacio vacio de esta primera palabra y fue haciendo simulaciones: primero, con la «c»: erccecrs; despues, con la «m», erememrs; por fin, con la «d», erededrs. Nego con la cabeza. No tenia ningun sentido. Busco la ultima palabra, «a?si?aai», pero esta tambien se mantuvo impenetrable. ?Acsicaai?, ?Amsimaai?, ?Adsidaai? Insatisfecho, admitio que el problema radicaba en la posibilidad de haber apostado por la secuencia errada. Asi pues, para poner las cosas en limpio, cambio las «a» y las «e» entre si y observo el resultado.

ARA?A?RS E?SI?EEI

Peor aun. «?Ara?a?rs» seria Aramamrs? ?Araiaixs? No tenia sentido. Desesperado, busco la segunda palabra: «e?si?ee»; pero esta tampoco revelo su secreto. ?Emsimee? ?Efsifee? No. Pensando que el error podria estar en las otras letras, lo que era muy natural, decidio cambiar el orden entre las «s», las «r» y las «i». Cuando concluyo, miro la nueva distribucion, pero, una vez mas, no logro sacar de alli ningun significado inteligible. Sacudio la cabeza y desistio, definitivamente convencido de que no se trataba de una cifra. Era sin duda un codigo. Pero ?cual? En el Gabinete Portugues no habia encontrado nada que le pareciese relevante y sus esperanzas estaban ahora por entero depositadas en la Biblioteca Nacional donde, al parecer, Toscano habia pasado la mayor parte del tiempo, y donde habria podido obtener el hallazgo crucial que menciono Moliarti.

Suspiro pesadamente.

Miro por la ventana del restaurante y, mas alla de los arboles que coloreaban la plaza, observo la fachada del edificio. Tomas sabia que aquella era una biblioteca especial. Contaba con mas de diez millones de volumenes, lo que hacia de ella la octava biblioteca del mundo y la mayor de lengua portuguesa, pero no era eso lo que la volvia especial. Su importancia para esta investigacion, en realidad, no derivaba de la cantidad de obras que albergaba, sino de su calidad, que se debia a los distantes y dificiles origenes de aquella institucion. En realidad, la Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro era la heredera de la antigua Livraria Real Portuguesa, devastada por un incendio que provoco el gran terremoto de 1755, en Lisboa. En su momento, la «libreria» se reconstruyo por orden de don Jose y comenzo a designarse como Real Bibliotheca. Cuando las fuerzas napoleonicas invadieron Portugal, a comienzos del siglo xix, la Corona portuguesa huyo a Brasil, trasladando la capital del Imperio a Rio de Janeiro, y ordeno enviar alli el acervo de la biblioteca; sesenta mil libros, manuscritos, estampas y mapas, incluidos mas de dos centenares de preciosos incunables, cruzaron el Atlantico en cajas y fueron depositados en las margenes de la bahia de Guanabara para ser guardados en los sotanos del hospital del convento de la Orden Tercera del Carmen. Quedaron depositados alli verdaderos tesoros de la bibliografia mundial, entre ellos dos ejemplares de la Biblia de Moguncia, de 1462, la primera Biblia impresa despues de la de Gutenberg; la primera edicion de Os Lusiadas, de Camoes, fechada en 1572; y el Registrum huius operis libri cronicarum cu(m) figuris et ymagibus ab inicio mu(n)di, tambien conocida como Cronica de Nuremberg, la celebre obra de Hartmann Schedel que realiza una cronica general del mundo conocido en 1493, fecha de su publicacion, y que incluia tres estampas de Albrecht Durer. Cuando Brasil declaro la independencia, Portugal reclamo la devolucion de este tesoro cultural, pero los brasilenos no cedieron y ambas partes acordaron que Lisboa recibiria una indemnizacion de ochocientos «contos de reis», ochocientos mil pesos, por su perdida.

Fue asi, con grandes esperanzas y cuando faltaban cinco minutos para las tres de la tarde, del modo en que Tomas abandono el restaurante y cruzo la plaza y la Avenida Rio Branco en direccion a la Biblioteca Nacional.

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