Tomas recorrio con la vista las mismas palabras, soplandolas con un murmullo imperceptible. Trazo despues, en medio de su frenesi, unos garrapatos ininteligibles. De repente, se ilumino su rostro y alzo los brazos con entusiasmo.

– ?Ya lo tengo! -grito y su voz resono en el vestibulo atrayendo unas cuantas miradas.

Celia lo observo con asombro.

– ?Que ha pasado, profesor?

– He descifrado el acertijo -exclamo con los ojos desorbitados, excitado y alegre-. Es de una sencillez apabullante. -Se golpeo las sienes con el indice-. He andado de aqui para alla rompiendome la cabeza como un tonto cuando, en definitiva, bastaba con leer todo de derecha a izquierda desde la primera linea. -Miro de nuevo el papel-. ?Quiere verlo?

Cogio el boligrafo y escribio la solucion por debajo de la cifra. En la linea de arriba escribio:

COLOM

Y en la de abajo, comparandola con la estructura alfabetica anotada por Toscano, hizo una extrana cuenta:

NINUNDIA

OMASTOOS

NOMINASUNTODIOSA

Analizo mejor esta frase, dedujo los espacios en los lugares apropiados y la reescribio:

NOMINA SUNT ODIOSA

– ?Que es eso? -pregunto Celia.

– Si -murmuro Tomas que, haciendo un esfuerzo de memoria y frunciendo el ceno, localizo la cita-. Ovidio.

– ?Que?

– Ovidio -repitio-. Es el mensaje que el profesor Toscano nos dejo.

– ?Ovidio? Pero ?que significa?

– Significa, estimada amiga, que voy a volver arriba y a consultar todo de nuevo -dijo, mientras desandaba con prisa el camino hacia los ascensores y sacudia en alto la hoja-. Aqui esta la pista del gran descubrimiento.

Capitulo 4

Las nubes altas amenazaban con ocultar el sol, surgiendo lentas, como un manto lejano, creciendo desde la linea del horizonte hacia poniente; eran estratocumulos altos, de aspecto grumoso y vagamente grisaceos, planos y oscuros en la base, en jirones y brillantes en la cresta. El sol de invierno iluminaba la sabana resplandeciente del Tajo y el caserio bajo de Lisboa con su claridad limpida, fria, transparente, realzando en tonos vivos las fachadas de colores y los tejados color ladrillo que subian y bajaban, como olas, a merced del relieve curvilineo, incluso femenino, de la colina de Lapa.

Tomas estuvo y anduvo por las callejas semidesiertas del barrio, volviendo a la izquierda y girando a la derecha, indeciso en cuanto al rumbo que seguiria en aquel estrecho laberinto urbano, hasta que, casi por accidente, desemboco en la discreta Rua do Pau da Bandeira. Bajo por la calle inclinada y, en medio, se encontro con el hermoso edificio color salmon; entro con el pequeno Peugeot por el gran porton que se abrio a la izquierda y se detuvo delante de dos relucientes Mercedes negros, en el patio que habia frente a la puerta de entrada del elegante palacete. Un portero impecablemente uniformado, con chistera de un gris claro, abrigo y chaleco de un gris oscuro y corbata plateada, se acerco al coche y el recien llegado bajo la ventanilla.

– ?Es este el hotel da Lapa?

– Si.

– ?Puedo aparcar en este patio? Es que en la calle…

– No se preocupe. Dejeme la llave que yo se lo aparco.

Tomas entro en el acogedor vestibulo del hotel con la cartera en la mano. El suelo de marmol de color crema marfil parecia un espejo, la superficie lisa y reluciente solo cortada por un dibujo geometrico incrustado en el centro; sobre el dibujo se apoyaba una graciosa mesa circular que sostenia un hermoso jarron repleto de malvarrosas erguidas, radiantes y llenas de esplendor, abiertas en abanico como un pavo real; conocia bien estas flores, se encontraban a veces en la sepultura de los hombres de Neanderthal o en las tumbas de los faraones. Penso que Constanza sabria interpretar su significado. Los muebles que decoraban el vestibulo eran de estilo Luis XV, o al menos una buena imitacion, con sofas de color beis y sillas forradas con piel blanca.

Vislumbro un rostro familiar a la izquierda; tenia ojos pequenos y la nariz ganchuda. El hombre dejo el diario de color rosa, se levanto del sofa y se dirigio al recien llegado.

– Tom, ya me he dado cuenta de que es una persona puntual -exclamo Nelson Moliarti con una sonrisa y su caracteristico acento brasileno americanizado.

Se dieron la mano.

– Hola, Nelson. ?Que tal esta?

– Estupendamente bien. -Abrio los brazos y aspiro el aire-. Ah, que maravilla estar en Lisboa.

– ?Hace mucho que llego?

– Hace tres dias. He paseado un monton.

– ??Ah, si? ?Y adonde ha ido?

– Oh, a muchas partes, imaginese. -Hizo una sena para que avanzasen hacia la derecha, en direccion a una sala que un cartel identificaba como Rio Tejo Bar-. Venga, vamos a tomar algo. ?Tiene hambre?

– No, gracias, ya he almorzado.

– Pero son casi las cinco de la tarde, Tom. Tea time.

Un piano de larga cola, un Kawai negro resplandeciente, custodiaba la entrada del bar como un centinela solitario y silencioso, esperando pacientemente que llegasen dedos agiles para animar las teclas color marfil. A la derecha habia una barra de nogal barnizada, donde un camarero pasaba un pano a los vasos, y enfrente estaban las mesas y sillas, todas de estilo Luis XV, forradas con una tela con motivos elaborados; cinco grandes ventanas, protegidas con cortinas rojo oscuro, se abrian al jardin y la suave melodia de un ballet de Tchaikovski flotaba en el aire, muy leve, llenando el bar con una atmosfera tranquila, graciosa, refinada. Moliarti eligio una mesa junto a una de las ventanas y, con un gesto, invito a Tomas a sentarse.

– ?Que va a querer?

– Oh, un te.

– Waiter -llamo el estadounidense, haciendole una sena al camarero, quien abandono la barra y fue hacia el lugar donde estaban los clientes-. Un te para el amigo.

El camarero preparo el bloc de notas.

– ?Que te desea?

– ?Tiene te verde? -pregunto Tomas.

– Naturalmente. ?Que tipo de te verde?

– Huy…, no se…, te verde -titubeo, rascandose la cabeza-. ?Hay mas de un tipo?

– Tenemos varios tipos de te verde.

– Pues… bien… ?Cual me aconseja?

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