– Depende de los gustos. Pero, si me lo permite, caballero, le recomendaria el gabalong japones. Es suave, noble, ligeramente afrutado, fresco, en hebras, floral.
– Me ha convencido -dijo sonriendo Tomas-. Traigame ese.
– ?Y para comer?
– Mire, unos pastelitos. ?Tiene algo con chocolate?
– Tenemos unas
– Traigalas, pues.
– Muy bien -asintio el camarero tomando nota del pedido; levanto la cabeza y miro a Moliarti-. ?Y usted, caballero?
– Traigame aquel
– ?Foie-gras de pato perfumado con armanac, ademas de mermelada de tomate verde y medianoches con nueces e higos?
– ?Tal vez un Louis Roeder, de Reims?
– Ese mismo. Bien frio.
El camarero se alejo y Moliarti le dio a Tomas una palmada amistosa en la espalda.
– ?Y? ?Que tal le ha ido en Rio?
– Ciudad maravillosa -sonrio el portugues repitiendo el famoso estribillo-. Llena de encantos mil.
– Ayer por la manana. Pase toda la noche en el avion.
– Terrible. No he dormido nada.
– Me imagino -dijo haciendo una mueca-. Y otra cosa: ?ha engordado?
– Huy… que va. En realidad, fue una sorpresa para mi cuando me fui a pesar en mi casa y descubri que habia mantenido el mismo peso. ?Como es posible despues de toda la
– ?Comio mucha fruta?
– Toneladas. Zumos de mango, de maracuya, de pina, mucha papaya en el desayuno…
– Pues ya esta: comiendo tanta fruta ?como iba a engordar?
– Es verdad.
El camarero se acerco con las
– Cuenteme, pues -dijo el americano adoptando una expresion seria; apoyo los codos sobre la mesa y junto las manos a la altura de la nariz, uniendolas por las yemas de los dedos-. ?Que llego a descubrir?
Tomas abrio la cartera, que mantenia junto a sus pies, y saco de ella la libreta de notas y algunos documentos, que dejo sobre la mesa.
– He descubierto algo -revelo mientras se inclinaba para cerrar la cartera vacia; se enderezo y miro a su interlocutor-. He leido todas las obras que el profesor Toscano consulto en la Biblioteca Nacional de Rio y en el Real Gabinete Portugues de Lectura, y he tenido acceso a sus fotocopias y notas, tanto a las que se encontraban en el hotel de Ipanema, y que el consulado remitio despues a la viuda, como a las que habia dejado en los cofres de los lectores de la Biblioteca Nacional. Y esta manana estuve en la Biblioteca Nacional portuguesa, aqui en Lisboa, para comprobar algunas cosas mas. De modo que, aun lejos de tener respuestas definitivas, diria que ha habido algun progreso. -Consulto la libreta de notas-. Vamos a comenzar, si no le importa, por el informe sobre todo lo que estuvo investigando el profesor Toscano acerca del descubrimiento de Brasil, en resumidas cuentas el objeto del estudio que le encargo la fundacion.
– Okay.
– Como me habia informado, el
– That's right.
– Vayamos por partes. La primera cuestion fundamental es determinar si existio o no una politica de sigilo en Portugal durante la epoca de los descubrimientos. Ese es un elemento fundamental, dado que, si no la habia, echa por tierra la tesis de que Cabral se limito a oficializar lo que otros habian descubierto. Y ello porque, como es obvio, no tenia sentido que los portugueses ocultasen la informacion del descubrimiento de Brasil si no hubiera existido tal politica.
– Evidentemente.
– La cuestion no esta libre de polemica, porque hay historiadores que opinan que la politica de sigilo es una invencion, un mito de la historia.
– ?Y lo es?
Tomas hizo una mueca con la boca.
– No lo creo. En mi opinion, realmente existio. Es lo que yo pienso, es lo que pensaba el profesor Toscano y es lo que piensan muchos otros historiadores. Es cierto que hubo algun abuso por parte de varios investigadores en recurrir a la politica de sigilo como forma de llenar las lagunas de la documentacion disponible, pero la verdad es que muchas de las empresas maritimas portuguesas estuvieron rodeadas de un gran secreto, incluso las de mayor importancia. Por ejemplo, las cronicas oficiales portuguesas de la epoca silenciaron la proeza de Bartolomeu Dias, que cruzo el cabo de Buena Esperanza y descubrio el paso del Atlantico al Indico, y fue Cristobal Colon, que casualmente se encontraba en Lisboa con ocasion del regreso de Dias, quien revelo al mundo tan extraordinario acontecimiento. Si no hubiese sido por la accidental presencia de Colon en Portugal, quien sabe si Dias no habria permanecido en la oscuridad de la historia, silenciado su notable viaje para siempre por las exigencias secretistas de la politica de sigilo, y aun hoy pensariamos que habia sido Vasco da Gama el primero en cruzar el cabo.
– Entiendo -asintio Moliarti con un movimiento afirmativo de cabeza-. En el fondo, lo que usted dice es que la expansion maritima portuguesa esta llena de varios Bartolomeu Dias que permanecieron en el anonimato porque no tuvieron la suerte de encontrar a un Colon que rompiese la politica de sigilo.
– Exactamente. Por otra parte, si nos fijamos bien, esta politica no carecia de sentido. Los portugueses eran un pueblo pequeno y con recursos limitados, no habrian sido capaces de competir con las grandes potencias europeas en plan de igualdad si todos hubiesen compartido la misma informacion. Se dieron cuenta de que la informacion es poder y, conscientes de ello, la guardaron con certera avaricia, preservando asi el monopolio del conocimiento sobre esta materia estrategica para su futuro. Es cierto que el silenciamiento no era total, sino selectivo, solo se ocultaban determinados hechos sensibles. Fijese en que habia situaciones en las que, por el contrario, hasta era conveniente publicitar los descubrimientos, dado que la prioridad de exploracion de un territorio era el primer criterio de la reivindicacion de su soberania.
El camarero del bar regreso con una bandeja equilibrada sobre la yema de los dedos; coloco en la mesa una tetera humeante, una taza y una azucarera; Tomas reparo en que se trataba de porcelana Vista Alegre con decoracion
– Te gabalong japones -anuncio y se retiro de inmediato.
Tomas analizo el liquido que se balanceaba en la taza; el te verde era claro, limpido, y exhalaba un agradable vapor aromatico. Echo dos cucharadillas de azucar, revolvio con cuidado, haciendo tintinear la cucharilla en la porcelana, y lo probo; era realmente leve y afrutado.
– Hmm, que delicia -murmuro apoyando la taza caliente-. ?Por donde iba?
– Por la politica de sigilo.
– Ah, si. Bien, todo eso para decir que esa politica se practico en realidad de una forma selectiva y tuvo como consecuencia practica, para lo que nos interesa, que se silencio, por parte de los superiores intereses del Estado, la revelacion de muchas de las mas importantes navegaciones de los portugueses. En consecuencia, esos hechos acabaron siendo olvidados por la historia. Ocurrieron, pero, como no sabemos que ocurrieron, es como si no