italiano. Entre sus diversas obras, se encuentra una llamada
Hizo una breve pausa para coger una
– ?Que frase? -corto Moliarti, impaciente.
– Nomina sunt odiosa.
– ?Como?
– Nomina sunt odiosa.
– ?Que quiere decir?
– Los nombres son impropios.
Moliarti se quedo mirandolo sin entender nada. Abrio los brazos y adopto una actitud interrogativa.
– ?Ah, si? -exclamo Moliarti con tremenda ansiedad-. Una pista, ?eh? ?Y que es lo que revela?
– No lo se -replico Tomas de modo displicente, mordiendo tranquilamente la
Capitulo 5
La salita de espera de la clinica tenia una apariencia de limpieza, casi aseptica, totalmente pintada de blanco; solo se destacaban, en aquella mancha nivea, los sofas amarillos y las baldosas marrones. Flotaba en el aire una fluidez quimica, desinfectante, que no se podia decir que era desagradable, aunque tenia algo de vagamente perturbador que hacia recordar el inquietante olor de los hospitales. Las amplias ventanas de la quinta planta se abrian a la feria popular; mas alla de los cristales se reconocian los carriles de la montana rusa, desiertos, abandonados a aquella hora de la tarde, una fragil estructura azul recortada al viento bajo un cielo triste y gris, cerniendose por encima de las inquietas copas de los arboles y de las ondulantes lonas coloridas de los puestos instalados, uno al lado del otro, por todo el parque de atracciones.
Tomas se inclino en el sofa, cogio una de las revistas amontonadas sobre la mesita y la hojeo distraidamente. Enormes fotografias de personas bien vestidas llenaban sus paginas con sonrisas iguales, casi estereotipadas, anunciando al mundo la felicidad color de rosa de sus bodas o la animacion frivola de las fiestas lisboetas. Eran revistas de sociedad, de gente bien en poses cuidadas, deliberadas, exhibiendo a hombres de aspecto prospero y vistosas camisas de marca, con el cuello desabrochado, posando junto a rubias oxigenadas, con la piel estropeada por el sol y las mejillas pesadamente maquilladas; se hacia evidente que aquellos personajes habian declarado la guerra al paso de los anos, en un esfuerzo vano, hasta grotesco, por retener la belleza que la edad inexorablemente les robaba a cada instante, la juventud que se perdia en cada respiracion, al ritmo en que la arena se desliza en un reloj impulsada por el soplo del tiempo.
Hastiado de aquel empalagoso espectaculo mundano, devolvio la revista al lugar de donde la habia cogido y se arrellano en el sofa. Margarida seguia junto a las ventanas, con la nariz pegada al cristal dibujando manchas de vapor, observando con aire sonador las tiendas desiertas de la feria y los
– ?Mandara operarla esta vez? -susurro Tomas, lo suficientemente bajo para que no lo escuchase Margarida.
Constanza suspiro.
– No lo se. Ya no digo nada. -Se froto los ojos-. Por un lado, quiero que la operen, tal vez sea para bien. Pero, por otro, tengo un miedo terrible, esto de que anden hurgando en su corazon no me deja descansar un instante.
Margarida sufria de problemas cardiacos, resultado de su discapacidad. Cuando nacio y le diagnosticaron sindrome de Down, diagnostico confirmado por el Instituto Ricardo Jorge, el pediatra cito a la pareja para una consulta. El objetivo no era examinar a su hija, sino explicarles una o dos cosas a sus aterrorizados padres. Segun lo que les revelo el medico, algo que ellos mismos corroboraron despues, tras consultar varias publicaciones cientificas, el problema de su hija radicaba en un error en los cromosomas que se encuentran en cada celula y que determinan todo en el individuo, incluidos el color de los ojos y la forma del corazon. Cada celula posee cuarenta y seis cromosomas, colocados a pares; uno de esos pares se designa con el numero veintiuno, y fue alli donde se produjo el error; en vez de tener dos cromosomas veintiuno en cada celula, como la mayoria de las personas, Margarida poseia tres; de ahi el nombre de trisomia 21. Es decir, el sindrome de Down estaba provocado por la trisomia del cromosoma veintiuno.
El pediatra lo califico como «un accidente genetico» del que nadie era verdaderamente culpable, pero, muy en su fuero interno, ninguno de los padres creyo en esa explicacion, la consideraron un mero pretexto para apaciguar conciencias. Ambos se convencieron, tal vez supersticiosamente, sin ninguna base para poderlo afirmar de manera racional, de que no habia inocentes en aquel proceso, de que, sin duda, algo habrian hecho para merecer semejante castigo, de que alguna responsabilidad seguramente compartirian para que hubiese llamado a su puerta tamana desgracia. Desde entonces, vivieron con un mal disimulado sentimiento de culpa ante la nina, se sentian de algun modo responsables de su estado, ella era a fin de cuentas su hija, su creacion, y asumieron por ello la imposible mision de hacer todo para deshacerlo todo, para conquistar el derecho a reponer la justicia que la naturaleza les habia negado, para redimirse del pecado por el cual habian sido castigados.
Ese sentimiento de culpa latente se agravaba con los tradicionales problemas que suelen tener los ninos con el sindrome. Tal como cualquier persona con trisomia 21, Margarida era muy proclive a constipados e infecciones respiratorias, a otitis, a los efectos del reflujo gastro-esofagico, a problemas ortopedicos ligados a la subluxacion atlanto-axial y, lo peor de todo, a dificultades cardiacas. Ya en el primer analisis despues del nacimiento, la doctora que se ocupo del parto quedo extranada por los latidos del corazon y envio a la nina al cardiologo de turno. Despues de varios examenes complementarios, le detectaron una pequena abertura del septo, que separa la sangre arterial de la sangre venosa, anomalia congenita que deberia corregirse. Una revista cientifica que consultaron inmediatamente, ese mismo dia, aun bajo el efecto desalentador de la aterradora noticia, usaba el lenguaje impenetrable de la medicina, con referencias al defecto del septo auriculo-ventricular incompleto asociado a una comunicacion interauricular del tipo
En las consultas siguientes, y aun en estado de choque por el torrente de terribles novedades, informaron a Constanza y Tomas de que Margarida tendria que ser operada del corazon dentro de los tres primeros meses de vida, con el fin de cerrar el septo, y que cualquier intervencion posterior a ese plazo podria suponer un serio riesgo. Fue un periodo dificil de sus vidas; las cosas se convertian, dia tras dia, en una pesadilla de proporciones desmesuradas, cada noticia resultaba ser peor que la anterior. Margarida ingreso en el hospital de Santa Marta tres semanas despues de la decision de operar, pero, en el ultimo momento, el cardiologo, consultando al cirujano, tuvo dudas; ambos se pusieron a estudiar nuevamente la imagen de la resonancia magnetica en el corazon y concluyeron que la abertura del septo era muy pequena y que habia una probabilidad razonable de que, con el desarrollo de la nina, la anomalia desapareciese por si sola. Fue la primera buena noticia que recibieron desde el nacimiento de la nina. El cardiologo firmo un certificado de responsabilidad y Margarida volvio a casa con sus padres aliviados. El problema es que, nueve anos despues, y al contrario de todas las expectativas, el septo no cerro, lo que trajo de vuelta el fantasma de una operacion de corazon.
– Margarida Noronha -anuncio una muchacha regordeta, con bata blanca, asomando por la puerta de la sala de espera.
– Somos nosotros -respondio Constanza, levantandose del asiento.
– Pueden entrar.
Los tres siguieron a la muchacha por el pasillo; ella se detuvo junto a una puerta, al fondo, y los dejo pasar. Entraron en el despacho y sintieron de inmediato que el olor a desinfectante se hacia mas intenso. A la derecha habia una camilla con una sabana blanca ligeramente arrugada, como si alguien hubiese acabado de salir de alli;
