la puerta e invadia el pequeno vestibulo con fulgor, dibujando en el suelo una geometria de claridad mas alla de la cual dominaba la penumbra. Tomas dio tres pasos, se sumergio en la sombra y subio las escaleras de madera; cada escalon crujia con el peso de su cuerpo, como si protestase contra la intrusion que llegaba para interrumpir su indolente reposo. El edificio exhalaba el olor caracteristico de los materiales viejos, aquel hedor a moho; la humedad retenida en la tarima y en las paredes que se habia convertido en la marca propia de los edificios antiguos de Lisboa. Llego al segundo piso y comprobo el numero de la puerta; buscaba el segundo derecha y era aquella, evidentemente. Pulso el boton negro embutido en la pared y un
Tomas se quedo un largo rato absorto en la penumbra, inmovil en la puerta mirando a su anfitriona. La sueca aparecio con una blusa de seda azul claro, muy cenida, como si estuviese en verano. El escote era muy amplio, revelando sus senos casi hasta el limite, vastos y voluptuosos, sin sosten, separados por un profundo surco; solo sus pezones permanecian ocultos, pero aun asi era posible adivinarlos por el relieve que adquirian en la seda, protuberantes como un boton escondido. Una mini-falda blanca, con un lazo lateral amarillo que servia de cinturon, destacaba sus piernas largas y bien hechas, calzadas con unos elegantes zapatos negros de tacon alto que acentuaban las sensuales curvas de su cuerpo.
– Hola -dijo por fin-. Esta usted hoy… muy guapa.
– ?Le parece? -La muchacha sonrio-. Gracias, es muy amable. -Le hizo una sena para que entrase-. ?Sabe? En comparacion con el invierno de Suecia, el invierno en Portugal me parece verano. Asi que, como tengo mucho calor, decidi ponerme ropa mas ligera. Espero que no le importe.
Tomas traspaso la puerta y entro en el apartamento.
– De ningun modo -dijo, intentando disimular el rubor que coloreaba sus pomulos-. Ha hecho bien. Ha hecho muy bien.
Hacia calor en el apartamento, en un llamativo contraste con la temperatura de fuera. El suelo era de grandes tablas barnizadas de madera antigua, y cuadros antiguos, de aspecto austero y de baja calidad, colgados de las paredes. No olia a moho; por el contrario, flotaba en el aire un agradable aroma a comida al fuego.
– ?Puedo guardarle la chaqueta? -pregunto ella, estirando el brazo en su direccion.
El profesor se quito la chaqueta y se la entrego. Lena la colgo de una percha junto a la puerta de la entrada y condujo a su invitado por el largo pasillo del apartamento. Se veian dos puertas cerradas a la izquierda y una cocina al fondo. Al lado de la cocina, se abria otra puerta; era la entrada de la sala, donde estaba la mesa puesta para dos personas.
– ?Donde consiguio este apartamento? -pregunto el, asomando por la puerta.
Muebles antiguos, de roble y nogal, decoraban la sala de manera sencilla. Habia dos sofas marrones, de aspecto gastado y austero; un televisor apoyado en una mesita; y un mueble de pared, en el que se exponian viejas piezas de porcelana. La luz del dia, fria y difusa, irrumpia por dos ventanas altas que daban a un patio interior rodeado de traseras de apartamentos.
– Lo alquile.
– Si, pero ?como supo de su existencia?
– Fue en el GIRE.
– ?GIRE? ?Que es eso?
– Es el Gabinete de Informaciones y Relaciones Exteriores de la facultad. Son ellos los que nos dan apoyo logistico. Cuando llegue, fui alli a ver que habia para alquilar y descubri este apartamento. Es pintoresco, ?no?
– Si, si que lo es -comento Tomas-. ?Y quien es el dueno?
– Es una senora de edad que vive en el primer piso. Este apartamento era de un hermano suyo, que murio el ano pasado. Decidio alquilarlo a extranjeros, dice que son los unicos clientes que acaban marchandose al cabo de un tiempo.
– Es lista la vieja.
Lena entro en la cocina, miro el interior de la cazuela al fuego, revolvio la comida con la cuchara de madera, olisqueo el vapor que se elevaba de la olla y sonrio al profesor.
– Va a quedar bueno -dijo, salio de la cocina y llevo a Tomas hacia la sala-. Pongase a gusto -anadio indicando el sofa-. Dentro de poco el almuerzo estara listo.
Tomas se acomodo en el sofa y la muchacha se sento a su lado, con las piernas confortablemente cruzadas bajo su cuerpo. Intentando mantenerse ocupado, porque no queria dejar que se instalase un silencio embarazoso, el profesor abrio la cartera que llevaba en la mano y saco de alli unos documentos.
– He traido aqui unas notas sobre la escritura cuneiforme sumeria y acadia -revelo-. Le resultara especialmente interesante el uso de los determinativos.
– ?Determinativos?
– Si -dijo-. Tambien se los conoce como indicadores semanticos. -Senalo unos trazos cuneiformes dibujados en los apuntes-. ?Lo ve? Este es el ejemplo de un vocablo que puede utilizarse como indicador semantico. En este caso es la palabra «gis», que significa «madera» y se usa con los nombres de arboles y de objetos hechos de madera. La funcion de los indicadores semanticos es reducir la ambiguedad de los simbolos. En este ejemplo, el determinante «gis», cuando se utiliza antes de…
– Oh, profesor -intervino Lena, en actitud de suplica-. ?No podemos dejar eso para despues del almuerzo?
– Pues si…, claro. -Se sorprendio Tomas-. Pense que querria aprovechar para ir avanzando en la materia.
– Nunca con el estomago vacio -dijo con una sonrisa la sueca-. Alimenta bien a tu siervo y tu vaca te dara mas leche.
– ?Como?
– Es un refran sueco. Quiere decir, en este caso, que mi cabeza rendira mas si mi estomago esta lleno.
– Ah -entendio el profesor-. Ya me he dado cuenta de que le gustan mucho los refranes.
– Me encantan. Los refranes encierran lecciones de gran sabiduria, ?no le parece?
– Si, tal vez.
– Ah, estoy convencida -exclamo con un tono perentorio-. En Suecia solemos decir que los refranes revelan lo que el pueblo piensa. -Alzo las cejas-. ?Los portugueses tienen muchos refranes?
– Algunos.
– ?Me ensena alguno?
Tomas solto una carcajada.
– Pero, al final, ?que quiere que le ensene? -pregunto-. ?La escritura cuneiforme o los refranes portugueses?
– ?Por que no las dos cosas?
– Pero mire que eso llevara mucho tiempo…
– Oh, no importa. Tenemos toda la tarde, ?no?
– Ya veo que tiene respuestas para todo.
– La espada de las mujeres esta en su boca -sentencio Lena-. Es otro refran sueco. -Le lanzo una mirada maliciosa-. Y mire que, en mi caso, este refran tiene un doble sentido.
Tomas, cohibido y sin saber que decir, alzo las dos manos.
– Me rindo.
– Me parece bien -dijo ella recostandose en el sofa-. Digame, profesor, ?usted es de Lisboa?
– No, naci en Castelo Branco.
– ?Y cuando se vino a Lisboa?
Cuando era joven. Vine a estudiar historia a la facultad.
– ?Que facultad?
– La nuestra.
– Ah -dijo ella y fijo en el sus ojos azules, observandolo con atencion-. ?Nunca se caso?
Tomas se quedo unos instantes sin saber como responder. Vacilo durante unos instantes demasiado largos,
