abatida-. Pero mire que cuesta. ?Ah, si cuesta!
– La vida son dos dias. Cuando queremos acordar… ?puf!
– Exacto. Son dos dias. -Esbozo un gesto amplio, abarcando toda la sala-. Este edificio fue construido por el abuelo de mi marido a principios de siglo, ?puede creerlo?
– ?Ah, si?
– Era de los edificios mas bonitos de Lisboa. En aquel tiempo no habia estos edificios que hay ahora, esas cosas horrorosas que han construido por aqui. No, en aquel tiempo todo estaba mejor hecho, con buen gusto. La Rotunda tenia unas viviendas hermosas, era algo muy agradable.
– Me imagino.
– Pero el tiempo no perdona. Mire esto. Esta todo viejo, estropeado, cayendose a pedazos. Unos anos mas y demoleran el edificio, ya le queda poco.
– Si, tarde o temprano, es inevitable.
La mujer suspiro. Se acomodo la bata y se echo hacia atras un mechon de pelo.
– Entonces digame. ?Que necesita?
– Bien, necesito consultar los documentos y todos los apuntes que tomo su marido en los ultimos seis o siete anos.
– ?La investigacion que estaba haciendo para los estadounidenses?
– Pues…, eso… no lo se bien. Lo que quiero es ver el material que fue compilando.
– Fue la investigacion de los estadounidenses. -Tosio-. ?Sabe? Martinho fue contratado por una fundacion de Estados Unidos. Le pagaban una fortuna. Se metio en las bibliotecas y en la Torre do Tombo, a leer manuscritos. Leyo hasta el cansancio, hurgo entre tantos papeles viejos que llegaba a casa con las manos negras de polvo, tanto que daba impresion. A veces esas manchas solo se iban con lejia. Despues, hubo un dia en que hizo un descubrimiento que lo dejo muy excitado, parecia un nino cuando llego a casa. Yo estaba leyendo y el solo me decia: «Madalena, he descubierto algo extraordinario, extraordinario».
– ?Y que era? -quiso saber Tomas, ansioso, inclinandose en el sofa, acercandose a su anfitriona.
– Nunca me lo conto. Martinho era una persona especial, le encantaban los codigos y los acertijos, se pasaba dias llenando los crucigramas de los periodicos. Nunca me contaba nada. Solo me dijo: «Madalena, esto ahora es secreto, pero cuando leas lo que tengo aqui te vas a quedar con la boca abierta, ya veras». Y yo lo dejaba, mientras estuviese entretenido en sus cosas era feliz, ?no? Hizo varios viajes, fue a Italia y a Espana, anduvo de un lado a otro, a las vueltas con su investigacion. -La mujer tosio nuevamente-. En cierto momento, los estadounidenses comenzaron a atormentarlo, querian saber lo que estaba haciendo, que habia descubierto, en fin, esas cosas. Pero Martinho no soltaba prenda, les decia lo mismo que me decia a mi: «Quedense tranquilos, cuando lo tenga todo listo ya sabran que es lo que hay». Pero ellos no se resignaban y la historia comenzo a enturbiarse. Un dia, los estadounidenses llegaron y se armo un griterio tremendo, querian a toda costa que Martinho les mostrase lo que habia descubierto. -La mujer se llevo las dos manos a su cara-. Mire, el enfado fue tan grande que pensamos que iban a dejar de pagar. Pero no fue asi.
– ?No le parece eso extrano?
– ?Que?
– Si insistian tanto en saberlo todo y el profesor Toscano no les decia nada, ?no le parece extrano que no hayan dejado de pagarle?
– Si. Pero Martinho me dijo que tenian mucho miedo.
– ?Ah, si?
– Si, estaban asustados.
– ?Asustados por que?
– Ah, Martinho no me explico eso. Eran cosas entre ellos, yo no queria meterme. Pero creo que los estadounidenses temian que Martinho se guardase el descubrimiento y no diese ninguna informacion a nadie. - Sonrio-. Eso significaba que no conocian a mi marido, ?no? ?Que Martinho, una vez concluido su trabajo, lo iba a dejar guardado en un cajon? ?Ni pensarlo!
– Pero, despues de morir su marido, ?por que usted no les entrego a los estadounidenses todo el material? Al fin y al cabo, era una manera de conseguir su publicacion.
– No lo hice porque Martinho habia renido con ellos. -La viuda se rio y cambio de tono, como si anadiese un parentesis-. El era profesor universitario, ?sabe? Sin embargo, a veces, cuando se exaltaba, usaba unas expresiones muy groseras. -Afino la voz-. Entonces mi marido, una vez, me dijo: «Madalena, ellos no veran nada antes de que este todo listo. Ni una palabra. Y, si aparecen con palabritas mansas, echalos a escobazos. A escobazos». Conozco muy bien a Martinho: para que el me dijese eso, seguro que habia una segunda intencion de por medio. De modo que obedeci a su voluntad. Los estadounidenses incluso tienen miedo de poner aqui los pies. Una vez vino uno, que hasta habla portugues, con acento medio brasileno, y se planto en la puerta, parecia un buitre. Decia que no se marcharia mientras yo no lo atendiese. Eso ocurrio cuando el viaje de Martinho a Brasil. En fin, el hombre se quedo alli varias horas, parecia que habia criado raices, valgame Dios. De manera que tuve que llamar a la policia, ?sabe? Llegaron y lo obligaron a marcharse.
Tomas tuvo que reirse al imaginarse la escena: Moliarti arrastrado por los barrigudos policias de la PSP fuera del edificio.
– ?Y el volvio?
– Cuando Martinho murio, ese hombre anduvo una vez mas rondando por ahi, parecia un perdiguero en celo. Pero despues desaparecio, no volvi a verlo nunca mas.
Tomas se paso la mano por el pelo, buscando una forma de conducir la conversacion hacia el asunto que lo habia llevado alli.
– Esa investigacion de su marido me esta despertando realmente mucha curiosidad -comenzo a decir-. ?Sabe donde guardo el material que habia recogido?
– Ah, eso debe de estar en su despacho. ?Quiere verlo?
– Si, si.
La mujer lo llevo por el pasillo de la casa, arrastrando la bata por la tarima de roble; algunas tablas estaban despegadas; en otras se abrian enormes rajas. Recorrieron todo el pasillo, sumergido en una penumbra fetida, y entraron en el despacho. Habia libros apilados por todas partes, el desorden era general; se veian volumenes en los estantes y en el suelo, los libros eran tantos que se hacia dificil circular por alli.
– No se fije en el desorden -dijo la anfitriona, deslizandose entre las obras esparcidas por la habitacion-. Aun no he tenido tiempo ni disposicion para ordenar el despacho de mi marido.
Madalena Toscano abrio un primer cajon y lo reviso rapidamente; abrio un segundo cajon y, despues de un somero analisis, volvio a cerrarlo. Busco dentro de un armario y solto, por fin, una exclamacion satisfecha: habia descubierto lo que buscaba. Saco de ahi una caja de carton marron claro, con el nombre de un fabricante japones de electrodomesticos impreso en los lados; la caja contenia un gran volumen de documentos, encima de los cuales habia una carpeta verde con la palabra «Colom» escrita en la tapa.
– Aqui esta -dijo la mujer, arrastrando la caja fuera del armario-. Esta era la caja donde guardaba las cosas que fue acumulando.
Tomas cogio la caja como si contuviese un tesoro. Era pesada. La llevo hacia un rincon mas despejado del despacho, la apoyo y se sento en el suelo, con las piernas cruzadas, inclinado sobre los documentos.
– ?Puede encender la luz? -pidio.
Madalena pulso el interruptor y una luz amarillenta y debil ilumino tenuemente el despacho, proyectando sombras fantasmagoricas por el suelo y sobre los armarios. Tomas se engolfo en los documentos, perdiendo la nocion del tiempo y del espacio, olvidandose de donde estaba, sordo a los comentarios de la mujer, transportado a una realidad lejana, perdido en un mundo solo suyo; suyo y de Toscano. Las fotocopias y apuntes fueron volando ante sus ojos, dispuestos a la derecha cuando los consideraba relevantes, dejandolos a la izquierda si no le parecian pertinentes. Identifico reproducciones de la