Francesco da Montalboddo, pero Tomas ya sabia que ese lo habia consultado Toscano en Rio de Janeiro.
El manto sombrio de la noche ya se habia abatido sobre la ciudad cuando el visitante regreso al presente. Se dio cuenta de que se habia olvidado de almorzar y que se encontraba solo en el despacho, sentado en el suelo, con los documentos desparramados alrededor. Ordeno las cosas en la caja y se levanto. Los musculos de la espalda y de las piernas tardaron en reaccionar; tensos y doloridos, trabaron sus movimientos. Casi cojeando recorrio el pasillo y fue a la sala. Madalena se encontraba tumbada en el sofa, dormitando, con un libro sobre el arte renacentista abandonado en el regazo. Tomas tosio, intentando despertarla.
– Senora -murmuro-. Senora.
La mujer abrio los ojos y se sento, sacudiendo la cabeza para despertar.
– Disculpe -balbucio, sonolienta-. Estaba echando un suenecito.
– Ha hecho bien.
– ?Encontro lo que buscaba?
– Si.
– Pobrecito, debe de estar cansado. Incluso fui a ofrecerle algo de comer, pero usted no me oia, parecia hipnotizado en medio de toda aquella confusion.
– Le pido disculpas, no me di cuenta de su presencia. Supongo que cuando me concentro no me entero de lo que pasa a mi alrededor. Se puede estar acabando el mundo y yo sigo, ajeno a todo.
– Mi marido era igual, no se preocupe. Cuando se dedicaba a sus cosas, parecia ausentarse de la realidad. - Hizo un gesto en direccion a la cocina-. Pero, mire, le he preparado un bistec estupendo.
– Ah, gracias. No tenia por que molestarse.
– No es molestia ninguna. ?Quiere comerlo? Ahi lo tiene…
– No, no, gracias. Solo queria pedirle una cosa.
– Digame.
– ?Puedo llevarme la caja para fotocopiar los documentos! Se los traere manana sin falta.
– ?Quiere llevarse la caja? -pregunto la mujer, reticente-. Ah, no se que decirle.
– No tiene por que preocuparse: se lo traere todo de vuelta manana. Todo.
– No lo se…
Tomas llevo su mano al bolsillo y saco la cartera. La abrio y mostro dos documentos personales, que le extendio a Madalena.
– Mire, le pido que se quede con mi carne de identidad y mi tarjeta de credito. Se los dejo como garantia de que volvere manana con sus cosas.
La duena de casa cogio los documentos y los estudio con atencion. Lo miro a los ojos y se decidio.
– Vale -dijo por fin, guardando los dos documentos en el bolsillo de su bata-. Pero traigame todo manana sin falta.
– Quedese tranquila -concluyo Tomas, dando media vuelta para regresar al despacho.
Cuando iba por la mitad del pasillo, oyo la voz de Madalena tras de si, desde la sala, debil, pero suficientemente audible.
– ?Y quiere tambien lo que esta en la caja fuerte?
Se detuvo y volvio la cabeza.
– ?Como?
– ?Quiere tambien lo que esta en la caja fuerte?
Tomas volvio a la sala y se detuvo bajo el marco de la puerta.
– ?Que me dice?
– Martinho tambien guardo documentos en la caja fuerte. ?Quiere verlos?
– ?Son documentos de la investigacion?
– Si.
– Naturalmente que quiero verlos -asintio Tomas con expresion intrigada-. ?Que documentos son esos?
Madalena atraveso la sala y lo llevo hasta la habitacion. La cama estaba sin hacer, habia una bacinilla en el suelo, ropas desparramadas encima de una silla de mimbre y un desagradable olor agrio en el aire.
– No lo se -dijo ella-. Pero Martinho me dijo que eran la prueba final.
– ?La prueba final? ?La prueba de que?
– Eso no lo se. Supongo que sera la prueba de lo que el estaba investigando, ?no?
Con creciente ansiedad, Tomas la vio abrir la puerta del armario y revelar una pesada caja metalica: la caja fuerte.
– ?El guardo documentos en la caja fuerte?
– Solo los mas importantes. Me dijo una vez: «Madalena, aqui tengo la prueba de lo que he descubierto. Cuando la vean, se quedaran con la boca abierta». Martinho creia que esto era tan importante que hasta cambio el codigo de la cerradura.
Tomas se acerco y analizo la caja fuerte. Estaba empotrada en la pared y tenia los diez digitos en la cerradura.
– ?Y cual es el codigo? -pregunto, conteniendo a duras penas la excitacion.
Madalena saco un papel de la mesilla de noche y se lo entrego.
– Aqui esta.
Tomas abrio el papel, era un folio con diez grupos de letras y numeros escritos en dos columnas:

– ?Este es el codigo de la caja fuerte? -pregunto Tomas sorprendido-. Pero aqui casi solo veo letras y la caja solo tiene numeros…
– Si -reconocio Madalena-, pero cada letra equivale a un guarismo. Por ejemplo, la «A» es el 1, la «B» es el 2, la «C» es el 3, y asi sucesivamente. ?Entiende?
– Entiendo, si. -Senalo los digitos en la columna de la derecha, abajo-. Pero ?y estos numeros? Se transforman en letras, ?si?
La mujer analizo mejor el folio.
– Eso ya no lo se -admitio-. Mi marido no me lo explico.
Tomas copio el codigo de la caja fuerte en su libreta de notas. Despues, a modo de prueba, decidio transformar las letras en guarismos, tomando el cuidado de conservar los tres guarismos constantes del codigo. Termino las cuentas y contemplo el resultado:

Marco los numeros en la caja, un proceso que se revelo dificil. Cuando termino, aguardo un instante. La puerta se mantuvo cerrada. No era para sorprenderse: el codigo debia de ser mas complejo que una mera operacion de transposicion de letras a guarismos. Miro a Madalena y se encogio de hombros.
– Es mas dificil de lo que parece -concluyo-. Voy a llevar los documentos a casa, para fotocopiarlos, y manana le traigo todo, ?vale? -Senalo el folio-. Volvere cuando entienda que quiere decir este acertijo y, si no le importa, en ese momento trataremos de descubrir que hay dentro de la caja fuerte, ?puede ser?
Se fue directamente al Centro de Fotocopias Apolo 70, junto a la facultad, y ahi dejo la caja de carton con los documentos del profesor Toscano. Le dijeron que se fuese tranquilo y volviera a ultima hora de la manana siguiente, que todo estaria listo.
Esa noche, Tomas se mostro particularmente atento con su mujer y su hija. Las cubrio de besos, de caricias, de declaraciones amorosas y afectos protectores, mostraba una efusividad exuberante que las sorprendio; pero, aun mas, que lo sorprendio a si mismo, no se reconocia carinoso hasta tal punto. Imagino que se estaba manifestando su sentimiento de culpa, el deseo de compensarlas por la traicion que cometia con Lena; lo cierto era que, confirmo de nuevo, la relacion con su amante lo volvia mejor marido y mejor padre.
Constanca habia cambiado las flores de los jarrones. Habia elegido ahora jacintos, que tineron el pequeno apartamento con una orgia de blanco angelical, puro; los petalos eburneos surgian curvados, sinuosos, densos, acechando desde el extremo de los vasos de cristal. Despues de cenar, y mientras su mujer acostaba a