Margarida, Tomas fue a la sala a estudiar los apuntes que habia tomado en la casa del profesor Toscano. Constanza volvio poco despues y se sento al lado de su marido. Tomas alzo los ojos, le acaricio la cara pecosa y sonrio.

– ?Ya esta durmiendo?

– Como un angelito.

– ?Que tal te ha ido hoy?

– Bien, lo normal. Di clases, despues fui a buscar a Margarida y estuvimos paseando un rato.

– ?Adonde?

– Al Parque dos Poetas, junto al centro comercial. Estuve ensenandole a andar en bicicleta.

– ?Y?

Constanza se rio.

– Y fue un desastre. Andaba un poco y se caia, no habia manera de avanzar. En determinado momento se harto, dijo: «?Esto no si've pa'a nada!», y se monto en un triciclo de un nino de cuatro anos.

– ?Hizo eso?

– Si.

– ?Y no le dio verguenza montarse en el vehiculo de un nino mas pequeno?

– ?Oh, ya sabes como es! ?No tiene verguenza de nada!

Tomas meneo la cabeza, divertido. Realmente, si habia algo que caracterizaba a su hija era la absoluta ausencia de timidez. Podian menoscabarla, hacer comentarios sobre su aspecto e intentar disminuirla, daba igual, ella miraba para otro lado y fingia que la cosa no iba con ella. En natacion insistia en usar flotadores, algo que avergonzaria a otros ninos de su edad, pero que a ella no la cortaba en absoluto. Era, en ese sentido, una persona sin miedo al ridiculo.

Tomas se incorporo, se desperezo y bostezo.

– Bien, tengo que poner manos a la obra.

Volvio al sofa y, preocupado por resolver el enigma que lo desafiaba, recorrio con sus ojos el nuevo acertijo dejado por Toscano.

– ?Que es eso? -pregunto su mujer, extranada ante las columnas de letras sin sentido aparente.

– Creo que es un mensaje cifrado -repuso Tomas sin levantar la cabeza-. Me esta dejando seco el cerebro.

– ?Es por el trabajo para los estadounidenses?

– Si.

Tomas se abstrajo momentaneamente de la realidad, sumergido en los misterios del mensaje que encerraba el codigo de la caja fuerte. Considero las distintas posibilidades de encarar la cifra, pero sabia que para llegar a buen puerto tenia que comenzar entendiendo que tipo de cifra era aquella. Y esa no era, ante los datos de que disponia en aquel momento, una cuestion facil de resolver. Se dispuso a explorar varias opciones, pero la cadena de raciocinio acabo interrumpida por una mano que le quito la libreta de notas que tenia enfrente.

– Tomas -llamo una voz-. Tomas.

Era Constanza.

– ?Si? -pregunto, regresando al presente con expresion de aturdimiento-. ?Que pasa?

– Disculpa que interrumpa tu trabajo, se como eres cuando te sumerges en ese mundo solo tuyo. Pero queria contarte una cosa.

– ?Que? ?Que ocurre?

– Nada especial, fue algo desagradable que nos ocurrio cuando fui a buscar a Margarida al colegio.

– ?Que ocurrio?

– Como te he dicho, cuando termine mis clases fui a buscarla y dimos un paseo. La lleve al Parque dos Poetas para que aprendiese a andar en bici. ?Sabes? Ha estado demasiado encerrada, le hace bien tomar un poco de aire.

– Si.

– Bien, despues de la historia de la bici y del triciclo, la deje jugando con unas ninas y fui a sentarme en un banco. Pues ?sabes lo que ocurrio?

– ?Que?

– Llegaron las madres de las ninas, agitadisimas, y las sacaron de alli, porque no querian que jugasen con Margarida.

Tomas miro a su mujer, atonito. A Constanza le brillaban los ojos, haciendo un esfuerzo por contener las lagrimas. Tomas la protegio con sus brazos.

– Oh, no te preocupes por eso. No hagas caso.

– La tratan como si tuviese una enfermedad contagiosa…

– Las personas son ignorantes, eso es lo que pasa. No hagas caso, no hagas caso.

Se besaron en la boca, mientras el le acariciaba la mejilla humeda, mojada con las lagrimas que se deslizaban por su rostro palido, las gotas calidas que serpenteaban y se sacudian hasta detenerse en el menton tremulo. La ayudo a levantarse del sofa y la llevo a la cama. La cubrio con la manta y prometio volver. Paso por la habitacion contigua, beso en la penumbra las mejillas suaves de su hija, acaricio sus cabellos lisos sueltos sobre la almohada, regreso a su habitacion, se desnudo, se puso el pijama, apago las luces y acomodo el cuerpo en la posicion fetal que Constanza habia adoptado antes de dormirse.

Paso la manana en la Biblioteca Nacional consultando referencias que le parecieron utiles, a la luz de lo que habia visto en la vispera en casa del profesor Toscano. En los intervalos de las consultas de los libros, y esforzandose por ejercitar la mente, realizaba experiencias sucesivas para intentar descifrar el mensaje con el secreto de la caja fuerte. Cerca del mediodia, se paso por el Centro de Fotocopias Apolo 70 y recogio el trabajo que habia encargado. Cogio la caja con los originales y la guardo en el coche. Fue hasta la casa de Madalena Toscano, le entrego la caja y recupero el carne de identidad y la tarjeta de credito que habia dejado a modo de lianza. Se despidio de la viuda con la promesa de volver en cuanto descifrase el codigo secreto de la caja fuerte. Cuando salio a la calle, era ya la una, cogio el movil y llamo a Lena, que le prometio salmon para el almuerzo.

Avanzo hasta la Rua Latino Coelho y subio las escaleras del edificio en una carrera que acabo en los brazos de la sueca. Ambos se desnudaron freneticamente cuando aun no se habia cerrado la puerta de entrada. Temblaban anticipando el placer, con el deseo a flor de piel, llegaron a rasgarse la ropa en su impaciencia, en su prisa por sentir mutuamente sus cuerpos calidos y jadeantes enlazados el uno en el otro, humedos y sedientos de fluidos, encendidos, ardientes de deseo, trepidantes y avidos; giraron juntos, rodando por el suelo de la sala, ora ella por encima, ora el montandola, suspirando y gimiendo, apretandole los voluminosos senos con un hambre hecha de lujuria, de lascivia erotica, las manos llenas e inquietas, hundiendose en la superficie gelatinosa de los pechos hartos, sensuales, exprimiendola alrededor de los pezones como si quisiera ordenarla; se fundieron el uno en el otro y estallaron, por fin, en un alarido liberador de carnes en llamas, entre gritos incontrolados y gemidos jadeantes.

Almorzaron en bata, con sus cuerpos languidos, relajados, la carne saciada y el estomago necesitado de satisfaccion. Por lo general, a Tomas no le gustaba el salmon, pero la sueca lo habia preparado de una forma diferente, endulzandolo con un condimento escandinavo que atenuaba francamente el sabor fuerte del pescado.

– ?Como se llama este plato? -quiso saber el mientras saboreaba el salmon.

– Gravad lax.

– ?Como haces para que quede tan dulce?

– Oh, es una vieja receta sueca -dijo ella con una sonrisa-. He dejado macerar el salmon durante dos dias en azucar, en sal y…, huy…, en otra cosa que no se decir en portugues.

– ?Y la guarnicion?

– Eso es gubbrdra.

– Gu… ?que?

– Gubbrdra. Es un plato del smorasbord, hecho con anchoas, remolacha, cebolla, alcaparras y yema de huevo. Y la salsa del gravad lax se prepara con mostaza agridulce y perejil. ?Te gusta?

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