especiales. En homenaje a Peonio, fueron bautizadas con el nombre de peonias. Plinio el Viejo sostenia que las peonias podian curar veinte enfermedades, pero nunca pudo probarse tal afirmacion. No obstante, las raices de las peonias se usaron en el siglo xviii para proteger a los ninos de la epilepsia y de las pesadillas, lo que sirvio para relacionar estas flores con la infancia.
Tomas mantuvo los ojos fijos en las flores.
– Juraria que son rosas.
– En cierto modo, lo son. Pero sin las espinas. ?Sabes? La falta de espinas llevo a los cristianos a comparar las peonias con la Virgen Maria. Decian que ambas eran rosas sin espinas.
– ?Y que representan?
– La timidez. Los poetas chinos siempre recurrieron a las peonias para describir el rubor embarazoso de las muchachas, asociando esta flor a cierta inocencia virginal.
La voz de Margarida irrumpio en la sala, lanzada a la distancia, desde la habitacion, como una suplica.
– Mama, ven a conta'me una histo'ia.
Constanza miro con aspecto cansado a su marido.
– Esta vez ve tu. Ya he cerrado la tienda por hoy.
Tomas fue a la habitacion de su hija y la encontro mirandose al espejo. La acosto en la cama, la tapo con la manta y se inclino; beso sus mejillas rosadas y le acaricio su fino cabello, ambos ronroneando con deleite.
– ?Que historia quieres hoy?
– Cenicienta.
– ?Otra vez la misma historia? ?No quieres mejor una nueva?
– Que'o Cenicienta.
Apago la luz central y solo mantuvo encendida la lampara de la mesilla de noche; la luminosidad amarilla era mortecina, huidiza, ideal para el efecto de indolencia que pretendia obtener. Se acomodo al borde de la cama, cogio la mano de su hija y, con un susurro hipnotico, comenzo a contar la historia de la Cenicienta, la nina que habia perdido a su madre, despues a su padre, hasta que no tuvo mas remedio que quedarse a vivir con la madrastra malvada y sus dos hijas consentidas. Margarida mantuvo los ojos muy abiertos hasta la escena del baile, cuando Cenicienta conocio al principe, momento en que, tranquilizada por el encuentro previsto, sintio que los parpados le pesaban y dejo de luchar contra ellos, se entrego al ritmo cadencioso de las palabras susurradas por su padre y se abandono a la dulce molicie que invadio su cuerpo. Los parpados se cerraron y la respiracion se hizo por fin acompasada, profunda. Tomas volvio a besar a su hija y apago la lampara. De puntillas, casi sin respirar, salio de la habitacion, cerro la puerta con suavidad y regreso a la sala.
Constanza dormia sobre el sofa, con la cabeza inclinada sobre un hombro; en el televisor encendido emitian un concurso que no solian ver. Cogio a su mujer y la llevo en brazos hasta la habitacion; le quito la chaqueta con una mano, la descalzo y la acosto sobre las sabanas, cubriendola con la manta hasta el menton. Ella murmuro algo imperceptible y se volvio, aferrada a la almohada, con el calor de la manta que le enrojecia las mejillas pecosas sobre su piel blanca, parecida a un bebe. Tomas apago la luz e hizo ademan de volver a la sala. Pero vacilo. Se detuvo en el umbral de la puerta y dio media vuelta, mirando a su mujer, que ahora dormia profundamente. Se acerco despacio, con cuidado para no hacer ruido, la miro un instante y se sento al borde de la cama; se quedo contemplandola en silencio, viendo como la manta subia y bajaba, suavemente, siguiendo el ritmo de la respiracion.
La pregunta de Lena aun resonaba en su mente, ahora mas alto que nunca. «Tu no haces el amor con tu mujer, ?no?», le habia preguntado con un asomo de ansiedad. En realidad, ya llevaba algun tiempo sin hacer el amor con su mujer; nunca lo habia hecho desde que iniciara la relacion extraconyugal. Pero ?como podria el asegurar que no lo haria un dia? ?Como podria prometer tal cosa? Aquella pregunta, asi formulada, en el rescoldo de la intensa refriega amorosa, lo arranco del sueno irreal en que flotaba y, despertandolo con brutalidad, como si le hubiese sumergido la cabeza en agua helada, lo llevo a la dura confrontacion con la realidad. Fue como si algun interruptor se hubiese encendido dentro de si. O quizas apagado. ?Que tenia ahora por delante? ?Haria el amor con ambas mujeres, enganando no solo a una, sino a las dos al mismo tiempo? ?Que futuro, a fin de cuentas, queria para si, para su mujer, para su hija, para su amante? ?Que destino los aguardaba? ?Estaria jugando con fuego? ?Seria senor de su suerte o eran las circunstancias las que lo controlaban ahora? ?Queria vivir en la verdad? Pero ?que verdad? ?No fue Saraiva quien le dijo que la verdad objetiva es inaccesible? Tal vez. Sin embargo, como ser humano, siempre tenia la alternativa de acceder a otra verdad, la verdad subjetiva. La verdad moral.
La honestidad.
Y lo cierto es que no vivia en la verdad moral; vivia en la ilusion, en la duplicidad, en la mentira. Mentia a su mujer y, dentro de poco, estaria mintiendo a su amante. ?Era ese el futuro que deseaba para el y para las tres mujeres con las que estaba ligado? La pregunta de Lena, aparentemente tan inocua y fortuita, puso en marcha una compleja cadena de pensamientos, desencadeno un tumulto en la mente de Tomas, lo coloco frente a frente consigo mismo, mirandose por primera vez a los ojos, mareado por el vertigo frente al abismo que era su espejo, viendose como realmente era, interrogandose sobre lo que queria ser, cuestionandose en cuanto al camino incierto por el que ahora transitaba.
?Que extrana historia, miradas bien las cosas, le revelaba la aventura en que se habia metido? Tal vez fuese la historia de una parte suya sumergida en la sombra, escondida en un remoto rincon de la mente, sobre la cual sentia las mayores incertidumbres y alimentaba los mayores temores. ?Que era Lena, al fin y al cabo, para el? ?Una mera hazana sexual? ?Una busca de algo indefinible? ?Una veleidad irresponsable? ?Un gusto por el riesgo en el que el peligro solo servia de afrodisiaco? Tal vez, considero, tal vez ella representase algo diferente. Un desvio, un subterfugio, una demanda.
Una fuga.
Balanceo la cabeza afirmativamente, como si hubiese encontrado la palabra exacta, aquella que mejor definia la lucha que lo desgarraba. Una fuga. Quien sabe, tal vez Lena, mas que la quimica del sexo, le ofrecia la quimica de la fuga, la fuga de si mismo, la fuga del cansancio de su mujer, la fuga de las dificultades de Margarida, la fuga de los problemas generales por la falta de dinero, la fuga de la desilusion frente a la vida. Lena era una escapatoria, una salida, una evasion. Una fantasia. Pero una fantasia que dia tras dia perdia misterio, una quimera a la que ya comenzaba a faltarle brillo, un capricho que habia consumido casi todo su esplendor. ?Que le quedaba entonces?
Se habia rendido a los encantos de la sueca para escapar a la complicada tela de sus innumeras dificultades. La ilusion funciono; por lo menos en algunos momentos. Pero ahora veia que los problemas no habian desaparecido nunca de verdad, solo se habian camuflado con el fulgor deslumbrante de la relacion embriagadora con Lena. Se sentia como un conejo paralizado por los faros de un automovil; permanecia estatico en medio de la carretera, fascinado por aquel brillo asombroso, maravillado por los centelleantes focos de luz que despuntaban por el manto pardusco de la noche, olvidando que, por detras de la bella llamarada luminosa, surgiendo disimuladamente de la tiniebla oscura, asomaba un bulto invisible, enorme y furtivo, tremendo y amenazador, que saltaria de la sombra como un felino y lo aplastaria en el asfalto. Esa era, al fin y al cabo, la terrible eleccion que tenia frente a si. ?Querria el ser aplastado por ese bulto escondido? ?Seria capaz de ver mas alla del brillo deslumbrante de los faros? ?Lograria romper el peligroso hechizo que lo hipnotizaba en medio de la carretera?
Miro a Constanza. Su mujer dormia aferrada a la almohada, con aspecto inocente, la expresion fragil, los cabellos dibujando rizos sobre la almohada y la sabana. Suspiro. Tal vez, penso, el adulterio tenia menos que ver con Lena que consigo mismo; era quiza algo que hablaba mas acerca de su forma de ser, de los miedos que lo dominaban, de las expectativas que alimentaba, de la forma en que administraba los conflictos y encaraba los problemas de su vida. Constanza era la fuente de ansiedad, el rostro de las dificultades de las que pretendia huir; Lena representaba la concha protectora, el anhelado billete que prometia arrancarlo de aquel turbulento mar de obstaculos y soltarlo en las vastas planicies de la libertad. Pero, ahora tomaba conciencia, ese billete, en resumidas cuentas, no lo llevaria a lugar alguno, no lo transportaria al destino que el suponia, porque la verdad era que tal destino no existia, por lo menos no para el; si se embarcase en aquel viaje, se descubriria en otro apeadero, acaso mas complicado, aun con los viejos problemas y ademas con nuevas contrariedades.
Paso los dedos por los rizos del cabello de Constanza, jugando distraidamente con ellos. Sintio su respiracion suave y admiro el espiritu con que la mujer enfrentaba las dificultades ante las cuales el claudicaba. Acariciando las lineas de su rostro, sintiendo su piel calida y suave, imagino que disponia de dos billetes en la mano, uno para
