quedarse, el otro para partir, y tendria que tomar una decision. Miro alrededor, como quien quiere retener en la memoria las sombras de la habitacion, el soplido bajo y armonioso de la respiracion de su mujer, el leve aroma a Chanel 5 que flotaba en el aire. Respiro hondo y alli mismo, en aquel instante, mientras acariciaba con ternura el semblante placido de Constanza, su linea de raciocinio llego a su fin.
Tomo una decision.
El hormigueo nervioso de la multitud apresurada era lo que mas lo perturbaba siempre que tenia que ir al Chiado. Despues de dar muchas vueltas por la Rua do Alecrim buscando donde aparcar, dejo el coche en el aparcamiento subterraneo de Camoes y bajo por la plaza hasta la entrada de la Rua Garrett, esquivando a los transeuntes que iban y venian, unos subian en direccion al Bairro Alto, otros descendian hasta la Baixa; todos, con la mirada perdida en un punto infinito, pensaban en el dinero, suspiraban por su novia, odiaban a su jefe, se ocupaban de sus asuntos.
Cruzo la perpendicular empedrada y anduvo, por fin, por la amplia acera de la Rua Garrett. El espacio era amplio, es cierto, pero se volvia exiguo por todas aquellas mesitas y sillas que hervian de clientes ociosos, el mas famoso de los cuales era Fernando Pessoa, con la carne hecha de bronce, igual que el sombrero, las gafas de aros redondos y las piernas cruzadas. Tomas observo el espacio a su alrededor, intentando vislumbrar el oro de los cabellos de Lena, pero ella no estaba alli. Giro a la izquierda, en direccion a la gran puerta con figura de arco del cafe, A Brasileira anunciada en la parte cimera, lugar predilecto de la antigua Lisboa bohemia y literaria.
El primer paso al cruzar la puerta del cafe constituyo un salto en el tiempo, habia retrocedido a la decada de los veinte. A Brasileira era una cafeteria estrecha y larga, ricamente decorado al estilo art nouveau, con el techo y la parte alta de las paredes forrados de madera labrada, decorados con cornucopias, lineas curvas y cuadros de epoca. El suelo era ajedrezado, en blanco y negro, y del centro de los dibujos esculpidos en el techo colgaban varias lamparas de aspecto antiguo, parecian aranas con las patas arqueadas hacia abajo y hacia arriba que sujetaban pequenas velas en las puntas. Una sensacion de amplitud provenia del lado izquierdo; toda la pared se abria al cafe, una ilusion creada por los hermosos espejos dorados que, distribuidos hasta el fondo del establecimiento, le otorgaban el doble de su real anchura. Las mesitas del interior estaban dispuestas junto al enorme espejo, mientras que el lado derecho estaba ocupado por un largo mostrador lleno de hierros finos curvilineos estilo art nouveau; una bateria de botellas de vino, aguardiente, orujo, whisky, brandy y licor, dispuestas unas encima de las otras, decoraba la pared por detras del mostrador. Al fondo, marcando las once, se destacaba un reloj antiguo con numeros romanos.
Tomas encontro un lugar libre en una mesa parcialmente ocupada y se acomodo, apoyando el hombro derecho en el espejo, con los ojos vueltos hacia la entrada. Pidio un pastel de nata y una infusion de jazmin. Mientras aguardaba, se mantuvo atento al periodico que leia el hombre sentado a su lado. Era
Mientras esperaba, saco el movil del bolsillo y marco el numero de Nelson Moliarti. El estadounidense atendio con voz de sueno, era evidente que la llamada habia actuado de despertador. Despues de las habituales cortesias introductorias, Tomas le comunico que necesitaria hacer unos viajes para su investigacion, que estaba apuntando en un sentido que requeria una comprobacion cuidadosa. Nelson quiso saber cual era el rumbo al que apuntaban las pistas, pero Tomas se nego a adelantar detalles, alegando que le gustaba hablar de certidumbres, y en ese momento solo tenia muchas dudas. Aunque reticente al principio, el estadounidense acabo concediendole su acuerdo y los fondos disponibles necesarios para la mision; a fin de cuentas, aquel era un trabajo por el que apostaba la fundacion. Enseguida, dada la luz verde para seguir adelante, Tomas llamo a la agencia de viajes y reservo los vuelos y los hoteles.
Se dio cuenta de que Lena acababa de entrar en el cafe cuando vio las cabezas de todos los clientes volverse al mismo tiempo hacia la puerta, como si estuviesen en el ejercito y hubieran obedecido a una orden silenciosa. Llevaba un vestido negro de licra muy ajustado, con el dobladillo por encima de la rodilla y un exuberante lazo amarillo cenido a la cintura; habia cubierto sus altas piernas con medias de nailon gris oscuro, muy finas, y las curvas de su cuerpo escultural estaban realzadas por unos zapatos de tacon alto, de un negro reluciente. Llevaba grandes bolsas de
– No tiene importancia.
Tomas sabia que el Chiado era una tentacion para muchas mujeres, con sus tiendas de marca y sus tiendas de moda que, abiertas por todo el barrio, atraian a clientes y otorgaban alegria a las calles empedradas y empinadas de aquella zona antigua de la ciudad.
– ?Puf! -exclamo echandose el largo pelo rubio hacia atras-. Estoy agotada y el dia acaba de comenzar.
– ?Has comprado muchas cosas?
Ella se inclino y cogio una bolsa apoyada en la silla.
– Algunas -confirmo, abrio la bolsa y dejo asomar una prenda roja de encaje-. ?Te gusta?
– ?Que es eso?
– Un sosten, tonto -explico moviendo las cejas con expresion maliciosa-. Para volverte loco.
El jubilado del Benfica observo por encima del periodico, fijando ostensiblemente su mirada en la sueca. Lena le devolvio la mirada, como intimandolo a que no se metiese en lo que no le importaba, y el hombre encogio el cuello y se oculto detras de
– ?Asi que te has pasado la manana haciendo compras?
– Si. Y fui tambien a aquel ascensor antiguo en la Rua do Ouro.
– ?El ascensor de Santa Justa?
– Ese. ?Has ido alguna vez?
– No, nunca.
– No me cabe ninguna duda -dijo sonriendo-. La mirada del extrano ve mas lejos en el pais que la mirada de sus habitantes.
– ?Eh?
– Es un refran sueco. Significa que los extranjeros visitan mas sitios en una tierra que las personas que viven en ella.
– Es una gran verdad -asintio Tomas.
Se acerco el camarero con uniforme blanco, siempre con su apariencia afanosa, y miro con actitud interrogativa a los dos clientes.
– ?Tomas algo? -pregunto Tomas.
– No, ya he comido.
El profesor le hizo una senal negativa al camarero, que desaparecio enseguida por el pasillo, ahora apinado de gente, el trajin era inmenso y no habia tiempo que perder. Tomas cogio la taza y bebio un poco.
– Esta infusion es una delicia.
Lena se inclino sobre la mesa y busco su mirada.
– ?Que ocurre? -pregunto con una expresion intrigada en sus ojos azules-. Hace dos dias que no te veo y te noto muy misterioso, pareces estar en la Luna. ?Que tienes?
– Nada.
– Es el agobio del acertijo el que te esta perturbando, ?no?
– No.
– ?Entonces?
El se paso la mano por el pelo, algo incomodo. Giro la cabeza con un gesto nervioso, observando de reojo
