Largo Luis de Camoes.
Capitulo 10
Las aguas tranquilas del Mediterraneo brillaban, cristalinas, bajo el reflejo dominante del sol matinal. El viejo faro de Porto Antico se alzaba entre el espejo azulado de la ensenada y los veleros blancos anclados en el muelle; la Lanterna permanecia firme a la entrada de la bahia, un centinela del tiempo con la mision de vigilar aquel rincon apacible del mar de la Liguria. Las escarpas abruptas de los Apeninos rodeaban la costa, protegiendo el pacifico caserio bajo que orlaba la falda de los montes.
El taxi giro a la derecha y se sumergio en el laberintico interior de la ciudad antigua, zigzagueando por la marana de las callejuelas estrechas y agitadas de Genova.
Por momentos, el trafico congestionado obligo al coche a detenerse. Tomas miro desde la ventanilla y vio a Colon en lo alto, con la cabellera larga y ondulante, vestido con un corto tabardo espanol y una capa larga y abierta; la mano izquierda se apoyaba en un ancla, mientras que la derecha acariciaba el hombro de una india arrodillada. Otras cuatro figuras permanecian sentadas mas abajo, en los rincones, sobre pequenos pedestales; entre ellas habia bajorrelieves encuadrados con lo que parecian ser escenas de la vida del navegante. En la base del monumento, entre multiples coronas de flores colocadas sobre la piedra, la dedicatoria «A Cristoforo Colombo, La Patria».
El trafico retomo la marcha y el taxi siguio el flujo, llevado por la ruidosa corriente de automoviles. El taxista, un hombre jovial que dijo llamarse Mateo, de apellido terminado en «ini» y origen calabres, empezo a contar detalles de su atribulada vida en un italiano nervioso y precipitado. En medio de aquella cerrada metralla de palabras, disparada en tropel por entre abundantes gotas de saliva y profusos movimientos con las manos, Tomas entendio que el conductor era
El taxista se dedico, acto seguido, y casi sin hacer una pausa, a las milagrosas propiedades del
Presionado por un coro de bocinazos de automoviles que querian avanzar, Tomas pago deprisa y el taxista, ajeno a las protestas, se despidio con un
Dos torres semicilindricas, hechas de piedra en estilo gotico y unidas por un puente, imponian su presencia sobre la plaza. Era la Porta Soprana, la entrada oriental de la parte vieja de la ciudad. En la cima de las torres medievales, y entre las almenas, se agitaban dos banderas blancas rasgadas por una cruz de San Jorge encarnada, el estandarte de la ciudad. La
Junto a la Porta Soprana, entre arbustos vigorosos, se encontraban unas ruinas miserables de piedra y cubiertas de hiedra; parecian los restos de una casa rustica tramontana, tosca y limpia, con una puerta ancha en la planta baja y dos ventanas estrechas en el primer piso. Tomas se acerco y observo el sitio. Un cartel indicaba que las ruinas estaban cerradas al publico y una placa anunciaba:
Nessuna cusa lui nome piu degno di questa.
Qui nell'abitazione paterna, Cristoforo Colombo trascorse l'infanzia e la prima giovinezza.
Era el numero treinta y siete de la antigua Vico Diritto di Ponticello, el lugar donde, segun un viejo libro de facturas y otro documento archivado en la Biblioteca Apostolica Vaticana, entre 1455 y 1470, vivio Dominicus Columbus y su familia, incluidos los hijos Bartholomeus, Jacobus y Christofforus. Fue en esa casa, en suma, donde Colon paso su juventud.
Un autobus se detuvo junto a la acera y de el bajo una multitud de turistas japoneses. Los visitantes confluyeron en las ruinas con una bateria de camaras fotograficas y de video, hormigueando frente a la puerta. Otro japones gritaba instrucciones e informaciones, se trataba evidentemente del guia.
– Mi scusi
– Ah, perdon -dijo el italiano en ingles-. ?Usted es estadounidense?
– No, portugues.
El italiano esbozo una expresion de sorpresa.
– ?Portugues?
– Si. ?Que decia?
– Pues… nada, nada.
– Venga, diga lo que quiera decir.
El hombre vacilo.
– Es que…, en fin…, me disgusta que enganemos a los turistas de este modo.
– ?Por que habla de engano?
El italiano miro a su alrededor, bajo la voz y adopto un tono conspirativo.
– ?Sabe? Esta casa es muy fascinante, muy bonita. Pero Cristoforo Colombo, probablemente, nunca vivio
