al cuerpo y de un rojo chillon, se abria en un amplio escote en el que abultaban los macizos senos, comprimidos el uno contra el otro y dibujando un surco profundo; era dificil mirarla sin que los ojos bajasen a la altura de ese pecho opulento. No intercambiaron palabra, pero, en determinado momento, Tomas se sintio tentado de retomar la conversacion en el punto en el que se habia interrumpido; a fin de cuentas, las circunstancias habian cambiado profundamente desde la ultima vez que se vieron, en el Chiado; el ahora vivia solo y la joven sueca, apetitosa como siempre, seguia estando disponible. El profesor controlo, no obstante, sus instintos, domino la tentacion que lo asaltaba en aquel momento de debilidad y dejo que las cosas siguieran como estaban.
Tomas paso las noches solitarias leyendo a Michel Foucault, siempre empenado en la desesperante tarea de encontrar una pista para el irritante acertijo de Toscano. Pero la mente deprisa abandonaba los temas de
Echado en la cama o arrellanado en el sofa, siempre a la espera de una llamada que Constanza se resistia a hacer, Tomas volvio innumeras veces al mismo pensamiento, en un esfuerzo de titanica introspeccion para reconstruir los pasos que, lenta pero inexorablemente, lo habian llevado a aquel desenlace. El devaneo con Lena, segun lo veia ahora, no habia sido otra cosa, en resumidas cuentas, que un mensaje oculto, un texto escrito en un codigo invisible sobre aquella rebelion latente que cargaba en el alma. En un viaje hacia el descubrimiento de si mismo, exploro los continentes que seguian virgenes en un rincon de su existencia, intentando oir las voces mudas que le gritaban desde las entranas mas remotas, en algun lugar entre las profundidades del inconsciente. El adulterio fue, entendio, el unico sonido que lograron emitir, y era ese sonido el que ahora trataba de entender, escuchandolo como si fuese la mas significativa narracion emocional alguna vez escrita sobre su persona. ?Y que le decia aquel grito que repercutia en su mente y martillaba su conciencia?
Enfrentado a esta interrogacion, innumeras veces se levanto y deambulo por el pequeno apartamento, en pijama y sin afeitarse, hablando en voz alta consigo mismo. ?Como interpretar su adulterio? La respuesta, se dijo, radicaba en la profunda decepcion que siguio al nacimiento de Margarida. Habia proyectado en su hija todos los suenos y aspiraciones que no habia logrado para si mismo, y la revelacion de sus limitaciones habia sido un golpe demasiado duro, un reves que, a pesar de las apariencias, jamas habia podido digerir. Constanza habia enfrentado la decepcion con arrojo, haciendole frente al problema. Pero el habia reaccionado de modo diferente. Al cabo de nueve anos de resistencia, huyo. Lena habia sido su fuga, la valvula de escape que le habia servido de refugio, evitando el mundo de los conflictos y viviendo en la ilusion de un paraiso. Habia creido inconscientemente que, de ese modo, las dificultades desaparecerian sin mas ni mas, pero ahora sabia que no era asi; ellas seguian alli, mas vivas que nunca, palpables, ineludibles. En el fondo, concluyo, la escapada con la alumna no tenia nada que ver con ella, con su cuerpo formidable, con el sexo embriagador, sino consigo mismo, con los problemas que lo asolaban, con las expectativas que la vida habia frustrado, con los miedos que no lograba afrontar. En busca de bienestar, deambulo solo por la carretera de la ilusion, como un borracho, perdido en las telas anestesiantes del adulterio.
Sabia ahora que fue miedo lo que le impidio enfrentarse con los problemas de su vida. No el miedo a alguien en particular, solo el miedo a sentir que se escondia dentro de si, el miedo al sufrimiento y a la ansiedad que provoca exponerse a sus propios sentimientos. El miedo al dolor del crecimiento, el miedo a la desaprobacion, el miedo a elegir y asumir responsabilidades, el miedo a bregar con las consecuencias, el miedo a ser asfixiado por las dificultades y ansiedades de su matrimonio. Lena fue, mirandolo bien, el desvio de la carretera de lo cotidiano, el atajo que creyo que podria tomar para eludir todos aquellos temores que lo atormentaban; fue la droga que ingirio para liberarse de la ansiedad que lo oprimia, como si tuviese los movimientos trabados por una invisible camisa de fuerza y necesitase alguna pocion magica que le diese energia para romper las amarras que lo sujetaban. El adulterio no fue, en fin, mas que el caparazon bajo el cual se refugio, con la ilusion de que asi se protegia del mundo, como si la vida fuese el mar y Lena una concha.
Tomas se sorprendio hablando solo frente al espejo del cuarto de bano, buscando metaforas sobre si mismo y sobre su matrimonio. Su favorita era la de que el era un iceberg y la relacion con Constanza amenazaba con convertirse en un
Freud observo cierta vez que el amor es un redescubrimiento. A traves del amor intentamos recuperar la inocencia perdida de la felicidad que antano sentimos, cuando eramos bebes y viviamos en paz con el mundo. El amor, mirandolo bien, tenia que ver con una voluntad indefinible, eterea e imperceptible, de retornar a la infancia y al afecto materno y se alimentaba de la vana esperanza de reencontrar esa felicidad desaparecida en los primeros tiempos de la existencia. Tomas concluyo que fue eso lo que vio en el rostro palido y pecoso de Constanza cuando la conocio en Bellas Artes y paseo con ella por la playa de Carcavelos. El matrimonio no fue mas que el deseo de reencontrar un paraiso que, en resumidas cuentas, solo existia en un rincon beatifico de la memoria. No era a Constanza a quien habia visto frente a el, sino mas bien una idealizacion, un sueno, una figura inventada por la nostalgia de la infancia, un espejismo construido por el recuerdo inconsciente de tiempos felices. Fue esa idealizacion la que Margarida, con todas las limitaciones resultantes de su condicion, habia destruido sin querer. En silencio, sin formular nunca la idea de un modo claro, sin tomar jamas plena conciencia del drama que lo consumia, Tomas se extenuaba frente a la desilusion, incapaz de recuperarse del trauma que habia representado la aniquilacion del sueno. Destruida una ilusion, busco enseguida confortarse en otra.
Cada dia traia un progreso en la meditacion de Tomas, resuelto a hurgar en lo mas profundo de su ser para encontrar las respuestas que buscaba. Enfrentado con las consecuencias de sus acciones y con la soledad que lo rodeaba, entendia en este momento, de modo mas claro, lo que se habia dado mal. Habia proyectado en el mundo lo que el mundo no era; es decir, no vivia con Constanza y con Margarida, sino con una imagen que habia construido a partir de ellas por anticipado, vivia con una fantasia que no era posible realizar. La fragmentacion de esa imagen fantasiosa, provocada por las circunstancias de la vida, constituyo un golpe demasiado duro para su universo de expectativas; en vez de aceptarlas tal como eran, huyo y busco refugio en otra ilusion, liberandose de la tension negativa que acumulaba en el silencio tumultuoso del inconsciente. En esta fase, el problema que tenia frente a si ya no era tanto entender lo que se habia dado mal, sino determinar que podria hacer ahora para enmendar la plana. Y para ello fue necesario que diese un paso mas en la introspeccion en la que se habia sumergido.
La respuesta estaba, queria creer, en la creacion de intimidad. Cuando se casaron, arrebatados por los poderosos vientos de la esperanza y resplandeciendo bajo la luz celestial emanada de sus suenos, no sabian hacer otra cosa que compartir. Su relacion, tal como se desarrollo en los primeros anos, hizo que Tomas recordase el mito de Aristofanes, relatado por Platon en su
Fue Margarida, con su interminable sarta de problemas, quien deshizo el sueno de fusion y volvio extranos a quienes antes eran intimos. Nacio la hija y la dura realidad sustituyo a la dulce ilusion. Habia una nueva prioridad para sus vidas: ayudarla a vivir lo mas normalmente posible. Ya no era cuestion de hacer de ella la figura
