– Cuando yo era un nino, tenia unos catorce anos, habia una tipa en el barrio, en Palmeira, que estaba casada con un marinero. -Se acaricio las patillas-. Se llamaba Maria do Ceu. Andaba por los treinta anos. Tenia una cara ancha y muy rosada, con una verruga bajo un ojo. No era guapa, pero tenia unas tetas de este tamano. ?Esos si que eran unos melones fabulosos!

– ?Estaba buenorra?

– Buenorra no diria yo, pero tenia buena presencia. -Hizo una pausa, como si estuviese recordando algo-. Un dia, la tipa vino a hablar conmigo. Yo ya era un moceton; en ese momento trabajaba la tierra de quien me contratase. Pues ella vino y dijo que me queria contratar para trabajar todas las mananas en su patio, que tenia que cuidar la huerta y su marido estaba navegando. De modo que fui. -Se rasco la nariz-. No habia que saber mucho para ocuparse de esa huerta. Habia unas patatas, unos repollos, unos tomates, un manzano, con tromentelos [8] a su alrededor, y en el rincon habia una cerca con unos cerdos y unas gallinas. Pero estaba todo un poco abandonado. Fui a trabajar alli y la tipa no me dejaba solo, se quedo alli y no me quitaba ojo. Pense que era desconfiada. «Vaya -me dije-. O sea que esta mujer me esta vigilando.» Me senti un poco mosqueado, caramba, eso empezo a fastidiarme. Al segundo dia, se dedico a hacerme preguntas. Queria saber si yo tenia novia, si era muy mujeriego, si ya habia besado a alguien, cosas asi. Me dio un poco de verguenza, esas no eran cosas para conversar con una mujer, ?no? Despues de un rato de conversar de cosas asi, la tipa me dijo que queria mear. Se levanto la falda delante de mi y se puso a orinar, se le veia la raja y todo.

– Categoria.

– Mientras orinaba, me clavaba la vista. «?Te gusta verme mear?», me pregunto. Dije que si con la cabeza y senti que me crecia la pija dentro de los pantalones, fue como si la verga hubiera crecido al oir aquella pregunta. Creo que entendi lo que la mujer queria. Era una calentorra de primera. Se dio cuenta de que estaba empalmado y se acerco. Se quito el sueter y dejo las tetas al aire, esos melones maravillosos, nunca habia visto nada tan bueno. Estaban un poco caidas y tenian unos pezones muy anchos, rojizos, con la punta tiesa. Me quito los pantalones despacito y se prendio con la boca al cipote.

– ?Vaya! ?Categoria! Yo nunca he tenido mujeres asi a mi lado, carajo.

– Asi que, cada vez que iba a trabajar a la casa de Maria do Ceu, era la pura jodienda. Me enseno todo lo que habia que aprender y era tremenda para los polvos, no habia dia que no pidiese verga. Aun cuando andaba con la regla queria cana, chorreaba sangre por todos lados, parecia un cerdo en dia de matanza, pero la tipa no se rendia, disfrutaba de todo el plato. Solo habia algo que era extrano: me insistia en que fuese alli solo por la manana. Por la tarde, no. Solo por la manana. De manera que me dedique un ano a la vagancia a expensas del hambre de Maria do Ceu. -Matias escupio al suelo, intentando expulsar los ultimos restos del sabor acido del vomito-. Un dia, el marido volvio y yo deje de ir. El hombre vino para quedarse unos dias. Al cabo de una semana, hubo un gran alboroto, las vecinas gritaban: «Policia, policia». El tipo habia matado a su mujer.

– ?Ah! -exclamo Baltazar, casi conmovido-. No me digas que el se entero de que la tia estaba follando contigo.

– Conmigo, no. Pero, por lo visto, se dio cuenta de que habia hombres que iban a la casa. El marinero fue detenido y yo fui alli por ultima vez. Encontre una multitud a la puerta, todas las mujeres conversaban como gallinas atontadas. El cuerpo de Maria do Ceu estaba en el suelo, en medio de un charco de sangre. El tipo le dio no se cuantas cuchilladas, se veian golpes en el pecho y en la barriga, un horror.

– ?Y despues?

– Y despues, nada. Fue la primera persona que vi muerta, solo eso. -Oyeron un silbido creciente, encogieron la cabeza y sintieron la explosion de la granada doscientos metros atras. Se volvieron para ver el penacho de humo y polvo elevandose al cielo y, despues de una vacilacion, Matias miro a su amigo de nuevo-. Me impresiono un poco verla muerta, parecia una muneca, costaba incluso imaginar que aquel cuerpo inmovil, que ahora no reaccionaba ante mi presencia, habia sido antes una hoguera voraz, nunca se quedaba quieto. Pero lo que me parecio mas extrano es que no senti nada dentro de mi. Me dio pena, claro, hasta rece por ella, era una buena mujer. Una calentorra tremenda, pero buena mujer. Pero la tipa la dino y no me senti deprimido, ni siquiera angustiado. -Saco de los pantalones el paquete de Woodbine-. ?Quieres un cigarrillo?

– Dame uno.

Matias le extendio un cigarrillo a su amigo, saco otro y se lo llevo a la boca.

– Un ano despues, conversando con un chico vecino mio, Lourengo, llegue a descubrir algo sorprendente.

– ?Que?

– En cierta ocasion hablamos, no se por que, pero hablamos de Maria do Ceu. El tipo adopto la actitud de quien hace una confidencia y asi, poco a poco, me conto que fue ella quien lo llevo por primera vez a la cama. - Rasco una cerilla, encendio el cigarrillo y echo la primera nube de humo-. Era siempre por la tarde.

Afonso y Joaquim siguieron al estafeta, el capitan algo nervioso por la convocatoria que acababa de recibir. Recorrieron de nuevo la Picantin Road y fueron hacia la Rue du Bacquerot, se orientaron hacia el sur y, justo al lado de Red House, giraron a la derecha hacia Harlech Road. Antes de llegar a la Rue de Paradis, volvieron a la izquierda y entraron en Laventie, dirigiendose al edificio donde se encontraba instalado el cuartel general de la brigada durante el periodo en que la fuerza del Mino permaneciese en aquel sector de Fauquissart, en el extremo norte de las lineas portuguesas. El estafeta se alejo y Afonso se dirigio al militar graduado del edificio. Explico que iba a hablar con el teniente coronel Mardel. El militar le pidio la identificacion, le dijo que esperara y al volver, instantes despues, le senalo la puerta entreabierta. Afonso observo y vio a Mardel.

– ?Me permite, senor teniente coronel?

– Mi estimado capitan -exclamo Mardel efusivamente. Se levanto de la silla donde trabajaba y yendo a su encuentro hasta la puerta-. Benditos los ojos que lo ven.

Afonso se cuadro y despues se dieron las manos.

– He venido en cuanto supe que me habia llamado.

– Gracias, gracias -respondio Mardel, que indico otra silla-. Sientese, sientese. Pongase comodo.

El capitan se sento en la silla, disimulando los nervios e intentando acomodarse lo mejor posible. Mardel volvio al lugar del que se habia levantado.

– ?Quiere cafe? -pregunto el teniente coronel, que se recosto en su silla.

– Si, por favor.

Mardel se volvio hacia la puerta del refugio.

– Duarte -llamo.

La cabeza del militar asomo a la entrada.

– ?Si, mi teniente coronel?

– Trae dos cafes. Calentitos, ?eh?

– Inmediatamente, mi teniente coronel.

El militar se retiro y Mardel se volvio hacia Afonso.

– ?Y? ?Como van las cosas?

– Tirando -respondio Afonso, que llevandose la mano al bolsillo, saco el informe de las ultimas veinticuatro horas. Sabia que era un documento que leia con mucho interes el Alto Comando-. ?Quiere el informe?

– Claro -dijo Mardel, extendiendo la mano-. Muestremelo.

El teniente coronel cogio la hoja, la abrio y la leyo con atencion.

– Por lo visto, una patrulla ha detectado problemas en la alambrada de los boches -dijo con una sonrisa.

– Si, mi teniente coronel -asintio Afonso-. En el sector de Wick Salient.

– Algo para investigar -comento cripticamente.

El militar entro en el despacho con dos tazas humeantes y una cajita con azucar en una bandeja, coloco el cafe en la mesa y se marcho. Los dos oficiales echaron el azucar en el cafe, lo revolvieron y bebieron un sorbo.

– Ah, que maravilla -exclamo Mardel.

– Una delicia -coincidio el capitan, que sintio que el sabor calido y azucarado del cafe le endulzaba la boca.

Mardel dejo la taza.

– ?Ha visto el combate aereo de hace poco?

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