Mascarenhas fue a reunirse con el comandante del 15, el mayor Peres, que se encontraba en el sotano de una casa de los alrededores, y le expuso el problema de la falta de municiones.

– No tengo cartuchos para darle -respondio Peres.

Mascarenhas suspiro, desalentado.

– Entonces no se como podremos resistir -repuso-. Sin balas no tenemos como oponernos al avance del enemigo.

El mayor Peres se quedo pensativo, desplego un mapa sobre la mesa e indico un punto.

– Mayor Mascarenhas, lo mejor que podemos hacer es montar un servicio de reabastecimiento de municiones a traves de los puestos hasta aqui, en Vieille Chapelle. Vosotros vais a los puestos a buscar las municiones y las distribuis entre las tropas. ?De acuerdo?

– Es mejor que nada -se consolo Mascarenhas-. Pero necesitaria tambien refuerzos.

El mayor Peres tamborileo sobre la mesa donde se extendia el mapa, sopesando las opciones. Acabo decidiendose.

– Os doy una compania -dijo-. La del capitan Brito.

El alferez Viegas entro en ese momento en el sotano, acompanado por un soldado jadeante.

– ?Me permite, mi mayor? -dijo dirigiendose a Mascarenhas.

– Dime.

– Esta aqui el soldado Camacho, de la segunda compania, que acaba de llegar con informaciones.

– ?Que pasa?

El soldado hizo el saludo militar; su pecho jadeaba pesadamente por haber llegado a la carrera.

– Mi mayor, los desertores dicen que los boches avanzan por los intervalos entre los puestos, rodeandolos y apresando a todo el mundo. -Hizo una pausa para respirar-. El teniente Alcidio pregunta que hacer. -Alcidio era el comandante de la segunda compania-. El tambien pide municiones.

– Muy bien, Camacho -dijo Mascarenhas-. Vas a volver a las lineas; llevaras algunas municiones contigo. Dile al teniente Alcidio que vamos a enviarle soldados del 15 para que lo apoyen. ?Ya han tenido contacto con el enemigo?

– Aun no, mi mayor.

– Cuando lo tengan, las ordenes son resistir, siempre resistir. ?Has entendido?

– Si, mi mayor.

– Ve, pues.

Vicente, el Manitas, sentia cansados los musculos del brazo derecho de tanto repetir el movimiento. Apuntaba a un aleman, disparaba, abria la culata, tiraba de ella, dejaba que la bala entrase en el canon, cerraba la culata, apuntaba, disparaba, abria la culata, tiraba de ella, dejaba que la bala siguiente entrase en el canon, cerraba la culata, apuntaba, disparaba, y asi sucesivamente, hasta agotar, en el lapso de dos minutos, las diez balas del deposito de la Lee-Enfield. En ese momento sustituia el deposito y recomenzaba el proceso de abrir la culata, tirar de ella, dejar que la bala entrase en el canon, cerrar la culata, apuntar y disparar. En realidad, el proceso de vaciar un deposito duraba dos minutos porque el capitan Brandao habia dado ordenes para ahorrar balas y solo disparar en caso necesario. De lo contrario, los soldados eran capaces de gastar las diez balas en solo cincuenta segundos, dado que el proceso de cargar el fusil duraba apenas cinco segundos.

– ?Ha caido el equipo de la ametralladora! -grito alguien-. ?Ayuda!

Vicente se dio cuenta, por la alteracion en el estruendo que lo rodeaba, de que una de las Vickers habia dejado de disparar. Siguio alguna confusion, solo con los fusiles y otra Vickers abriendo fuego, hasta que alguien le toco el hombro. Manitas se volvio y vio a Afonso con la alarma estampada en los ojos.

– ?Sabes usar la Vickers? -le pregunto el oficial.

– Mas o menos, mi capitan.

– Entonces, ve. Sergio te ayudara con las cintas de municiones.

Vicente corrio agachado hasta el escondrijo de la ametralladora y vio a los dos hombres que la manejaban tumbados en el suelo. Uno yacia inerte, el otro se movia y un tercer companero lo miraba. En una mirada de soslayo, se dio cuenta de que los habian alcanzado balas, supuestamente de ametralladora. Observo por la aspillera, la brecha abierta entre los sacos de tierra, y busco el arma enemiga que habia disparado contra los hombres de la Vickers. A la izquierda, apoyada en el tronco de un arbol, habia una Maxim, que probablemente habian colocado los alemanes sin que el equipo de la Vickers se diese cuenta. Manitas agarro las asas de la ametralladora pesada, apunto a la Maxim, espero que Sergio se reuniese con el para reabastecerlo de municiones y, ya en su puesto, apreto el gatillo. Se alzaron junto al tronco sucesivos penachos de tierra y polvo. La Maxim respondio, Vicente insistio, lanzo rafaga tras rafaga y la ametralladora enemiga dejo de responder. Cuando se asento el polvo, pudo ver la Maxim caida, claramente alcanzada por los disparos.

– ?Los hemos cogido! -se felicito Vicente, que le sonrio a Sergio.

El ayudante devolvio la sonrisa.

– Bien, Manitas.

Vicente vio varias decenas de hombres corriendo cerca del sitio donde se encontraba la Maxim y volvio a apretar el gatillo; nuevas rafagas alcanzaron a algunos alemanes mas. De repente, la ametralladora portuguesa comenzo a disparar en seco. Vicente se quedo sorprendido, observo y vio que se habia agotado la cinta de balas.

– Mete mas municiones -le pidio a Sergio-. ?Deprisa, deprisa!

El ayudante cogio una nueva cinta y se acerco al tambor de la Vickers para encajarla en la ametralladora. Al tocar el arma, sin embargo, grito de dolor.

– ?Caramba, esta mierda esta hirviendo! -exclamo sacudiendo la mano.

Vicente experimento la temperatura del metal con un leve toque de los dedos y comprobo que la ametralladora estaba, en efecto, muy caliente.

– Agua -pidio, mirando freneticamente a su alrededor-. ?Donde hay agua?

No encontraron agua para enfriar el tambor, y Sergio fue a hablar con Afonso para ver si conseguia un poco. El capitan dio un salto al escondrijo de la ametralladora y, despues de comparar igualmente la temperatura de la Vickers, miro a Vicente.

– La poca agua que tenemos tiene que ser racionada y unicamente debe usarse para dar de beber a los hombres -dijo.

– Pero, mi capitan, ?como enfriamos la ametralladora? Esta muy caliente y, de seguir asi, se derretira el canon.

Afonso lo miro a los ojos.

– Oye, ?no tienes ganas de mear?

El rostro de Vicente se congelo en una expresion interrogativa, pero al cabo de dos segundos se ilumino con una sonrisa, habia comprendido. Manitas fue a buscar un recipiente, retiro la Vickers de la aspillera abierta entre los sacos de tierra, coloco el recipiente por debajo de la parte delantera del tubo, desenrosco la tapa y del interior del tubo comenzo a chorrear agua hirviendo en el recipiente. Cuando el agua dejo de caer, coloco de nuevo la tapa mientras Afonso desenroscaba otra tapa, esta situada en la parte superior del tubo, justo despues de la mirilla del arma. Los dos hombres, a quienes se agrego Sergio, se incorporaron, manteniendo el tronco inclinado para no exponerse al fuego enemigo, se abrieron la bragueta e hicieron punteria en la abertura situada en el extremo del tubo. Cuando la orina toco el hierro caliente se produjo de inmediato el de enfriamiento; parte del liquido se evaporo, la otra parte se acumulo en el tubo cilindrico. Cada uno vacio la vejiga en el interior del tubo. Afonso fue a llamar a mas hombres para que orinasen en la Vickers. Cuando el tubo estuvo lleno, Sergio enrosco la tapa y Vicente probo con los dedos la temperatura del metal.

– Sigue caliente, pero ya esta mucho mejor -dijo-.Aguanta unos cinco minutos mas, diez a lo sumo.

– Cuando vuelva a hervir, vacias de nuevo el tubo y le metes el agua del recipiente -lo instruyo Afonso, que consulto el reloj: eran las diez de la manana.

– Si -asintio Vicente-. Con el frio que hace aqui, a esa altura el agua ya se habra enfriado.

Afonso observo por la aspillera las posiciones enemigas.

– De cualquier modo, intenta ahorrar municiones, ?eh? No te olvides.

El capitan se retiro, dejando a Vicente y Sergio manipulando la Vickers. Manitas volvio a colocar la ametralladora en la aspillera, vio a mas alemanes corriendo al fondo, lanzo una rafaga e inmediatamente otra.

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