Viegas asintio.

– Estamos totalmente aislados, mi mayor. Somos una isla en un mar de boches.

Ya eran mas de las cuatro de la tarde y el mayor decidio inspeccionar el blockhaus. El refugio de cemento donde se encontraba encerrado estaba camuflado por una casa. Lo formaban dos pisos, ambos con aspilleras en donde los ciclistas britanicos encajaban unas ametralladoras pesadas y disparaban sobre las posiciones enemigas. Mascarenhas hizo balance de los soldados y conto setenta ingleses y casi ciento setenta portugueses, la mayoria del 13 y algunos del 15. Muchos de los portugueses estaban heridos y tenian vendadas distintas partes del cuerpo. Dentro del blockhaus habia tambien una zona de seguridad adicional, un refugio de hormigon con camara de explosion, donde se habia atrincherado el comandante britanico con la mayor parte de las municiones. Mascarenhas fue alli a solicitar un reabastecimiento de municiones, y el mayor ingles le cedio cinco mil cartuchos. El mayor del 13 distribuyo las balas entre los hombres y, ya sin nada que hacer, volvio a las aspilleras.

La sombra de la noche surgio en el horizonte como un bulto umbroso, sobre todo del lado de donde venia el enemigo, pero los aviones se mantenian en el aire con sus vuelos rasantes.

– Parecen moscas -le comento Mascarenhas al cabo Guedes.

– Me gustaria derribar uno con mi «Luisa» -comento el cabo.

– Desde aqui no es posible -le explico el mayor-. Necesitarias estar en un lugar mas alto.

El cabo fruncio el ceno.

– Mi mayor, acaba de darme una idea -dijo con una sonrisa maliciosa-. Me voy ahi arriba, al tejado. Puede ser que tenga suerte.

Guedes cogio la Lewis y subio al tejado de la casa que se levantaba por encima del blockhaus. Se acerco a la chimenea y se quedo al acecho, observando la evolucion de los aparatos sobre Lacouture. Un avion se acerco finalmente por delante, descendio y, casi en vuelo rasante, comenzo a ametrallar el refugio de hormigon. El cabo levanto la Lewis, apunto y lanzo una rafaga. El aparato viro hacia la derecha y gano altura, esquivando el fuego del tejado. Decepcionado, Guedes regreso al blockhaus.

Afonso y Matias, el Grande, caminaban uno al lado del otro sin intercambiar palabra. Se sentian demasiado cansados para eso. Marchaban como maquinas, ajenos a lo que los rodeaba, la mente solo fija en los acontecimientos de la manana, recordando cada episodio, los instantes de los bombardeos y las circunstancias que envolvieron la muerte de sus amigos. Caminaban como sonambulos, tropezando por el camino, con la mente ausente, estaban ya sumergidos en el pasado, en los recuerdos de aquella manana brutal, revivian aun cada sentimiento, cada sensacion, el terror y el miedo, los olores y los sonidos, las explosiones y los gritos.

Ya se habia despejado la neblina, revelando un paisaje lunar humeante, las trincheras removidas por las bombas y las granadas hasta el punto de haberse vuelto irreconocibles. Los prisioneros seguian solos, sin escolta, cruzandose con miles y miles de soldados alemanes que marchaban por Fauquissart rumbo al frente de combate. Un oficial les quito las mascaras antigas, por lo que ambos vigilaban el terreno de una forma inconsciente, parecian ajenos a todo y, no obstante, en algun rincon de su mente se mantenian vigilantes, preocupados por detectar a tiempo cualquier nube sospechosa. Avanzaron por la Great Northern y pasaron al lado de Flank Post. Afonso lanzo una mirada ausente sobre el refugio, pero la desolacion de aquel sitio familiar le desperto la atencion, el puesto se encontraba totalmente devastado. Se veian algunos muertos, cuerpos despedazados, caidos de bruces o en posiciones extranas. Los soldados alemanes paraban aqui y alla para examinar los cadaveres. Les sacaban dinero, algunas prendas de ropa, botas, relojes y, sobre todo, comida.

Afonso y Matias llegaron a la antigua linea del frente y comprobaron que, de las trincheras portuguesas, solo quedaba ahora un vago alineamiento. Su interes por lo que los rodeaba aumento considerablemente a partir de ese punto, fue como si comenzasen a brotar de un sueno. Entraron en la Tierra de Nadie y tomaron la direccion de las antiguas lineas enemigas. A Afonso le resulto extrano estar paseando asi, a la luz del dia y tan apaciblemente, por sectores donde antes solo se circulaba por la noche y con mucho miedo.

Un soldado aleman, corpulento por anadidura, se acerco a los dos y le grito a Matias, apuntandole a los pies.

– Gib mir deine Stiefel!

– Quiere sus botas -tradujo Afonso.

Matias se quedo sorprendido, pero obedecio. Se sento en el suelo y se quito maquinalmente las botas, que entrego al soldado enemigo. El aleman se quito las suyas y se puso las del portugues, que eran aproximadamente del mismo tamano. Se levanto y afirmo bien los pies en el suelo.

– Mist, die sind kaputt! -vocifero disgustado.

Se quito las botas de Matias y las tiro furiosamente contra el cabo. Enseguida, se calzo de nuevo las suyas y se marcho.

– El tipo debia de creer que nuestras botas eran iguales a las de los gringos -comento Matias mientras se calzaba.

– ? Que tienen tus botas?

– Estan descosidas por delante -explico el cabo, mostrandole la suela abierta-. ?Lo ves? -estiro la pierna y acerco la bota a los ojos del capitan-. El boche quedo peor que una cucaracha.

Llegaron a la primera linea alemana en Nut Trench y se internaron por una hilera de trincheras hasta llegar a la curva de un camino. Haciendo un esfuerzo para recordar el trazado de las lineas enemigas en los mapas, Afonso concluyo que aquella era la Rue Deleval, una calle con tanta importancia para los alemanes como la Rue Tilleloy para los portugueses. Si esta era la Rue Deleval, razono Afonso, a la izquierda estaba situada la Farm Delaporte y Orchard, y la curva en la que se encontraban correspondia a Irma's Elephant.

Un oficial se acerco a los dos y les ordeno que se dirigiesen hacia un punto a la derecha, en la Rue Deleval. Obedecieron y se encontraron con un lugar donde habia un punado de militares portugueses.

– Hola -saludo Afonso.

– Ruhe! -ordeno un guardia, mandandolo callar.

El grupo permanecio en silencio a la espera de instrucciones. La noche caia y aparecio un segundo oficial que los mando seguir a dos soldados. Se dirigieron hacia el oeste y tomaron la curva hacia el sur en un lugar que Afonso identifico como «Sousa», una casa senalada en el mapa del CEP y que, por ironia, habia pertenecido a un portugues que vivio en Flandes. Bajaron por la carretera, caminando paralelamente a las antiguas primeras lineas alemanas, vieron la Rue Dante a la izquierda, pero los guardias la ignoraron y prosiguieron por la Rue Deleval. Seguian viendose aqui muchas formaciones de soldados marchando con aplomo hacia el combate, hombres flanqueados por oficiales a caballo que lanzaban sobre los prisioneros miradas llenas de curiosidad. Diversos oficiales alemanes llegaron a ablandar la marcha de las cabalgaduras para observar mejor a los soldados enemigos. Siguiendo mecanicamente a los guardias, los portugueses cruzaron Clara Trench y Butt House, pero, cuando llegaron a Fauquissart Road, la cogieron en direccion al este, rumbo a Aubert, alejandose definitivamente de la Rue Deleval y de la zona del frente.

Las granadas comenzaron a caer sobre el blockhaus con violencia a las seis y media de la tarde. Se oia el chillido de los proyectiles en vuelo. Con el impacto de las bombas, el edificio se estremecia, sacudiendose hasta los cimientos, mientras un fragor terrible ocupaba el interior. La estructura crujia, algunas partes se desmoronaban, caian escombros por todas partes, una nube de polvo danzaba en el aire. Pero, en lo esencial, el refugio se resistia, era solido y macizo.

Mascarenhas decidio recorrer los dos pisos del blockhaus, preocupado por mantener la moral de los hombres. Nada mejor que una conversacion para distraer la mente y hacer que los hombres olvidasen las granadas que llovian sobre el edificio.

– No se preocupen, el refugio fue construido para soportar esto y mucho mas -explico a un grupo del 13 que guarnecia una de las aspilleras.

– Mi mayor, nosotros no tenemos miedo -dijo un soldado con una sonrisa forzada-. Pero, aunque estuviesemos cagados de miedo, no tendriamos por donde escapar, ?no?

– Quienes escaparan seran los boches, ustedes ya van a ver. Los gringos van a enviarnos refuerzos, correremos a todos esos cabrones y hasta acabaremos siendo tratados como unos heroes.

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