unidades del Algarve y no se cansaba de elogiarlas.
– Bien, no interesa -exclamo Afonso, haciendo un gesto impaciente con la mano-. Lo cierto es que fuimos la unica fuerza que resistio en bloque. Pero ?de que ha servido?
– De nada, me parece. -Mardel suspiro y se encogio de hombros-. De nada. Murieron cuatrocientos portugueses en esa batalla y mas de seis mil fueron hechos prisioneros. Si nos fijamos bien, los mas listos fueron los lisboetas, que se las piraron y andan ahora paseandose con sus mujeres por el Rossio y por la Rotunda, vivitos y coleando. Los tramontanos y nosotros, que enfrentamos la lucha, estamos como estamos: en vez de estar saboreando la vida, lloramos a los muertos y consolamos a las viudas. Y lo tragico, estimado capitan, lo tragico es que el sacrificio de los que combatieron ha sido en vano. Los boches entraron en nuestras lineas como un huracan, las invadieron, los gringos las pasaron moradas para frenarlos y la situacion se hizo tan critica para los aliados que los ingleses llegaron a lanzar una orden diciendoles a los soldados que se quedasen donde estaban hasta morir. ? Imagina lo que es eso, capitan Brandao, recibir la orden de morir sin via de escape posible?
El capitan meneo la cabeza.
– Menos mal que nunca recibimos una orden semejante…
Mardel hizo un silencio pensativo.
– En eso se equivoca -dijo finalmente-. Tambien nos dieron esa orden.
– ?A nosotros, a los portugueses?
– Exacto.
– ?De morir en el sitio en el que estabamos?
– Exacto.
– ?Y esa orden la dieron los gringos?
– Exacto.
– ?Durante la batalla?
– Antes de la batalla.
– ?Antes de la batalla? ?Como?
– Seis dias antes del ataque de los boches, el general Haking, que comandaba el XI Cuerpo, envio una orden a la 2a Division del CEP para morir en la linea B en caso de que el enemigo avanzase. La orden mencionaba explicitamente esa instruccion, morir en la linea B.
– ?Y que hicieron ustedes?
– ?Y que podiamos hacer? Escuchamos, callamos y no le dijimos nada a nadie, no queriamos sembrar el panico. Por eso usted no se entero.
– Ah, bien -exclamo Afonso-. Ahora veo claras muchas cosas. -Hizo una pausa, observando al camarero del restaurante del hotel que servia los filetes de higado, acompanados de arroz blanco y cebolla frita. Cuando el camarero se retiro, los dos oficiales comenzaron a comer en silencio. Afonso mordio el primer trozo de su filete y retomo la conversacion mientras masticaba-. Entonces, coronel, me estaba diciendo que los boches avanzaron y los gringos comenzaron a ver las cosas negras.
– Asi fue, pero todo volvio a su cauce y llego a comprobarse que aquella fue verdaderamente la ultima gran ofensiva de los boches. Los aliados detuvieron la hemorragia abierta en nuestro sector y pasaron despues al ataque, hasta que consiguieron ganar la guerra.
– De acuerdo, de acuerdo, y nuestra reputacion consiguio salir ilesa…
Mardel dejo momentaneamente de masticar e hizo una mueca con la boca.
– No, capitan Brandao, no. A decir verdad, nuestra reputacion quedo por los suelos. Los gringos empezaron a mirarnos con desconfianza, decian que no teniamos capacidad de combate, que nos escaqueabamos, que eramos unos desorganizados, que solo serviamos para echarles unos polvos a las
– ?Vaya por Dios! Pero ?no sabian ellos lo que ocurrio?
El coronel se inclino en la mesa y lo miro fijamente.
– Y digame, ?que ocurrio?
Afonso le devolvio la mirada, cohibido.
– Bien…, pues…, en fin, de todo -tartamudeo.
– Pero ?que? Expliqueme que podriamos haberles dicho nosotros a los gringos.
– Yo que se… Tal vez, no lo se, tal vez que hubo seis batallones nuestros que resistieron, por ejemplo, o que nuestra unica division, que se encontraba ya muy cansada y desgastada, tuvo que enfrentarse a cuatro divisiones boches, todas ellas frescas como lechugas. O que nuestra unica division defendia una linea que supuestamente estaba defendida por dos divisiones, por lo tanto con menos soldados por kilometro de trinchera. -El capitan adopto una actitud inquisitiva-. ?No? Que yo sepa, no fue poco, ?no le parece? En aquellas condiciones, ?que pretendian ellos que ocurriese, eh?
Mardel volvio a su plato, cortando un trozo mas de carne.
– Algunos ingleses sabian lo que realmente ocurrio, es verdad, pero la mayor parte solo se fijo en el hecho de que los boches entraron por nuestro sector. O sea que, si nosotros cedimos, se debio a que eramos debiles. Punto final. Todo lo demas era puro blablabla.
Afonso suspiro.
– Bien, mi coronel, tenemos que reconocer que eso tiene, en efecto, algun fundamento. Es un hecho que nuestros soldados estaban muy desgastados, pero de eso no tenian ninguna culpa los gringos. Si los soldados estaban exhaustos, ?que descansasen, caramba! Portugal deberia haberlos sustituido. Si no los sustituyo, fue porque demostro su incapacidad para estar alli. Y, si no era capaz de sostener el esfuerzo de la guerra, que no se hubiese metido en semejante aventura. El Gobierno deberia haber actuado con prudencia y habernos hecho regresar.
– Es verdad, es verdad -coincidio Mardel, con la comida en la boca-. Los gringos no tienen nada que ver con el hecho de que Lisboa nos abandonase. Todo lo que ellos sabian es que ya no nos encontrabamos en condiciones de combatir y eso era la pura verdad.
Afonso comio el ultimo trozo de filete.
– Por lo tanto, si no he entendido mal, no volvieron a mandarnos al frente de combate.
– Bien, eso es inexacto -indico Mardel-. Los artilleros volvieron a combatir, integrados en unidades inglesas, y nosotros tambien llegamos a meter a dos batallones de infanteria en accion, incluso al final de la guerra. Estuvieron persiguiendo a los boches en las margenes del Escalda.
– ?Ah, si? ?Y Lisboa mando refuerzos?
Mardel se rio con ganas.
– ?Lisboa? ?A Lisboa le importabamos un comino! -Alzo el indice-. No nos mandaron ni un hombre, ni siquiera un gallina de muestra, ? no querian saber nada de nosotros!
– Pero, entonces, ?que infanteria fue esa?
– La misma de siempre, hombre, los que ya estaban ahi.
– ?Ah, si? ?Y como reacciono la gente?
– Mal, como se puede imaginar. Hubo varias sublevaciones, hasta de la Brigada del Mino, y se produjo incluso un incidente del que no quiero hablar.
Afonso se mostro curioso.
– ?Incidente? ?Que incidente?
– Ya le he dicho que no quiero hablar de eso.
– Vamos, cuenteme. Ya que ha mencionado el asunto, ?cuente todo lo que paso, caramba! No me deje en ascuas, eso no se hace.
Mardel vacilo. Respiro hondo, se inclino sobre la mesa y bajo la voz.
– Lo que le voy a contar no debe saberse, ?entiende? No debe saberse.
– Muy bien, cerrare el pico, quedese tranquilo. Pero cuentemelo ya.
– Todo ocurrio a mediados de octubre -comenzo Mardel, que se inclino hacia delante, con un tono muy sigiloso-, mas exactamente la noche del dia 16, por tanto, a menos de un mes del final de la guerra. En ese momento intentabamos reunir unidades con el objetivo de prepararlas para ir al frente de combate; era un esfuerzo destinado a reorganizar el CEP. Ahora bien, los soldados del reconstruido batallon 11/17 se enteraron de esas intenciones y cogieron las armas durante el vivaque. Que no irian, que ni pensar en meterse en esa