Charcot lo ayudo a estudiar los sintomas de la histeria. El doctor Freud se matriculo en el curso del doctor Charcot, aqui en Paris, y aprendio la tecnica de la hipnosis, que profundizo en Nancy con el doctor Bernheim.
– Eso es lo que me deja perpleja, profesor Maillet -interrumpio Agnes-. Realmente, ?la hipnosis funciona?
– Claro que funciona.
– Pero eso parece cosa de brujeria o numero de circo.
– Por el contrario, estimada
– ?Lo hacia?
– Si, parece que ya ha abandonado el metodo de la hipnosis.
– ?Y por que, si es tan eficaz?
– Oh, eso no lo se, tendra que preguntarselo a el.
Cuando Agnes se retiro, fue directa a una de las librerias de Saint Germain-des-Pres y pregunto por Freud. El empleado le extendio un ejemplar de
En el curso siguiente, y en las pausas de sus recorridos por las mentes y cuerpos humanos, Agnes descubrio su propio cuerpo. O, mejor dicho, descubrio que era vanidosa. Hasta los veinte anos la vestia su madre, y siempre con tal primor que la joven se habituo a estar bien arreglada sin que tuviese que hacer nada para ello. Pero Michelle no se encontraba en Paris, una ciudad donde, para agravar las cosas, se exigia que las mujeres siguiesen las novedades de la moda, o no seria aquella la capital mundial del estilo. Agnes entendio que tendria que ocuparse de si misma y guardo parte del dinero de la mesada para comprar telas con las que confeccionaba vestidos copiados de
En Paris se entero, con alivio, de que los corses habian caido en desuso. Hacia ya dos anos que
La flor se habia abierto, revelando a una mujer atrayente, de rasgos finos y elegantes, mirada dulce y sonrisa delicada. No era de una belleza despampanante, de aquellas que hacian volver la cabeza a los hombres cuando veian a la hembra opulenta entrar en un cafe y la contemplaban con gula, babeandose grotescamente, con el deseo en inminente erupcion. Sus atractivos eran mas bien otros, mas discretos y graciosos. Se hacia necesario mirar bien su rostro para descubrir unos ojos hipnoticos seductores, verdes y penetrantes, a los que se unian las lineas perfectas y los labios carnosos. Se trataba de una de aquellas mujeres que no despertaban una voluptuosidad inmediata y animal, sino una tierna e incurable pasion platonica.
La mayor parte de las invitaciones consistian en ir a comer unos
Capitulo 5
No habia en Carrachana chico mas alto que Afonso. Cuando regreso de Braga, en el verano de 1906, el hijo menor de los Laureano tenia solo dieciseis anos, pero ya era un moceton. El menu del refectorio del seminario, rico para los padrones habituales en aquel lugar de gente pobre y escasa de recursos, contribuyo en gran medida al desarrollo de su cuerpo, volviendolo tan alto como su padre. Junto a su extraordinario metro setenta y siete, raro en aquel tiempo, muchas de las personas con las que se cruzaba en la calle parecian unos enanos canijos cuyas cabezas le llegaban hasta el cuello.
En su casa pocas cosas habian cambiado, pero ya habia mas espacio en la habitacion. Joao se habia casado, se fue de la casa de sus padres y se instalo con su mujer en un anexo en Rio Maior. Como habia dejado el aserradero, ahora se ganaba la vida como empleado en un almacen de vino. Afonso comenzo a compartir la cama de la habitacion de Carrachana con Joaquim, que lo recibio con un agreste mal humor.
– ?Vaya por Dios! ?Ya vienes tu a sacarme de quicio! -protesto Joaquim con acritud cuando vio a su hermano menor colocar ropa en un cajon que consideraba suyo.
– Oye, Joaquim, te pido mil disculpas, pero ?donde quieres que ponga mis cosas?
– ?Te pido mil disculpas? -El hermano se rio con una mueca de desprecio-. ?No te hagas el fino y dejate de tantos tiquismiquis!
– Vale, pero ?donde pongo mis cosas?
– ?Yo que se! Mira, ponias debajo de la cama.
– ?Debajo de la cama? Disculpa, pero me resulta imprescindible un cajon.
– ?Me resulta imprescindible? Pero ?tu solo vienes aqui con palabras de cinco mil reis, caramba? ?A ver si hablas como una persona normal! No me apetece tener que dormir con un cura, ?has oido? -dijo, y le senalo los zapatos-. Fijate en esos aires que tienes de gran senor, ni descalzo eres ya capaz de andar. ?Ya te pareces a un maricon!
Joaquim era ya un hombre hecho y muy a disgusto comenzo a compartir la vieja cama de laton con su hermano menor. Los modales pulidos de Afonso estaban en profundo contraste con los habitos rudos de la casa. Ademas, Joaquim estaba resentido porque no se le dio la misma oportunidad de educacion. Aprendio a leer, es cierto, pero no paso de la primaria y gastaba ahora su juventud en el aserradero. Por ello veia con resentimiento que su hermano menor disfrutase de oportunidades que nunca se le presentaron y tendria que pasar mucho tiempo para llegar a aceptar a este nuevo Afonso que habia invadido, inopinadamente, su habitacion.
Una semana despues de haberse instalado en Carrachana, Afonso fue a la Casa Pereira a hablar con dona Isilda. Queria agradecerle la ayuda y explicarle por que razon no habia acabado bien la experiencia del seminario, pero tambien necesitaba trabajar y alimentaba la secreta esperanza de que su protectora lo contratase de nuevo en la tienda. Al entrar en el local, se encontro con Carolina y se sintio turbado.
– Hola, Afonso -lo saludo ella, sorprendida de verlo alli.
– Buenos dias -respondio el, cohibido.
Carolina estaba diferente, mucho mas alta. Habia crecido, tenia los senos firmes, el pelo rojizo se habia vuelto levemente castano y las pecas menos visibles, pero no habia dudas de que, aunque no irresistible, era una chica atractiva.
– ?Ya eres sacerdote?
