Capitulo 7

El cuartel del Populo dominaba la gran plaza con su ancha fachada blanca; a la izquierda, la iglesia; en el centro, la puerta de armas. El alferez Afonso Brandao saludo al centinela y entro en el edificio donde estaba acuartelado el regimiento de la Infanteria 8. Atraveso el patio de entrada y subio por la piedra de las vastas escalinatas interiores que cruzaban el centro de las instalaciones. Afonso subio los escalones sin dejar de admirar los vistosos azulejos azules que embellecian las paredes enlucidas y reproducian bucolicas escenas de monjes en jardines, reminiscencias del origen religioso del gran edificio. En su anterior paso por Braga, en la epoca del seminario, supo que aquel cuartel era el antiguo convento de los eremitas de San Agustin, por lo que la decoracion no le paso inadvertida. Recorrio el suelo de madera en el primer piso y fue a presentarse ante sus superiores jerarquicos.

La vida de un oficial en el cuartel de Braga era tan poco imprevisible como el retiro de una monja en un convento. Sin nada que hacer, a no ser tal vez aburrirse hasta la muerte, Afonso paso los primeros dias reconociendo el edificio y enterandose de su historia. Descubrio que el Estado se habia hecho cargo del convento en 1834, con ocasion de la guerra civil entre don Pedro y don Miguel, cuando las instalaciones comenzaron a servir como albergue de las varias fuerzas militares que iban a Braga a enfrentarse a la guerrilla miguelista y a pacificar la region. La Infanteria 8, originalmente un regimiento de Castelo de Vide, fue una de esas fuerzas y, habiendo sido destacado en el Mino con la mision de combatir a los miguelistas y en Maria da Fonte, acabo por establecerse en el cuartel del Populo en 1848, a peticion del municipio bracarense.

Cuadros rusticos en el extremo de las paredes de las escalinatas centrales del cuartel mencionaban «combates en los que tomamos parte con ocasion de», inscripciones seguidas de una larga lista de lugares y fechas: «Bucalo en 1810», «Fuentes de Onoro en 1811», «Salamanca en 1811», «Pyreneos en 1813», «Nive en 1813», «Barcelona en 1814», «Orthez en 1814», «Toulouse en 1814», y otros registros de esa clase. A Afonso le llamaron la atencion algunos nombres y fue a reunirse con el alferez Pinto, un habitante del Mino delgado y pelirrojo, a quien llamaban el Zanahoria, muchacho arrebatado y nervioso, simpatizante de la Monarquia. Con el habia trabado amistad. El alferez Pinto estaba desde hacia dos anos en el regimiento y Afonso le pregunto que significaban aquellas referencias.

– Son las batallas en las que participo nuestro regimiento -aclaro enseguida el Zanahoria.

– ?Infanteria 8?

– Si, claro.

– Pero alli se mencionan ciudades francesas, como Orthez y Toulouse…

– ?Y?

– Pero ?nosotros estuvimos combatiendo en Francia?

– Si.

– ?En Francia?

– Si, claro. Fue durante las invasiones napoleonicas. Fuimos detras de ellos por Espana y por Francia, con Wellington a la cabeza, quien decia que nosotros eramos los gallos de pelea de su ejercito.

– ?Arre!

Para matar el tiempo, Afonso se hizo visita regular del padre Alvaro y fue dos veces al Largo de Sao Thiago a recorrer el seminario y rever rostros conocidos. Los seminaristas eran otros, pero don Basilio Crisostomo seguia siendo vicerrector y aun estaban los mismos profesores, a excepcion del padre Fachetti, que habia regresado a Napoles, y del padre Nunes, que se habia trasladado a Oporto. Verlo de uniforme dejo a los sacerdotes sorprendidos; Afonso habia pasado de soldado de Cristo a soldado del Rey, ironia que suscito graciosos comentarios.

– ?Sigues pateando piedras? -le pregunto el padre Francisco, el bonachon maestro de Retorica.

Todos se rieron y Afonso se sonrojo.

– A veces.

– ?Vaya muchacho travieso! -se burlaban los curas, divertidos al recordar las extranas escenas en el patio del seminario.

Hasta el vicerrector, que en aquel entonces no habia estado dispuesto a tolerar travesuras, parecia ahora encontrar en ellas una gracia inesperada, como si aquel comportamiento que habia provocado la expulsion del seminarista se hubiera transformado en una mera excentricidad digna de figurar en la mitologia de la institucion.

– Entonces, ? como llegaste a ser oficial, Afonso, tu que no eres capaz de matar una mosca? -quiso saber don Basilio Crisostomo.

– Oh, es una larga historia -dijo con un suspiro Afonso-. Digamos que anduve buscando una profesion para no hacer nada. Como ustedes no me dejaron ser sacerdote, me fui al Ejercito.

– Estas siendo injusto -comento el padre Francisco con expresion burlona-. Nosotros nos dedicamos a Dios, y no existe nada de mayor responsabilidad. Ademas, tenemos que soportar a los alumnos del seminario, y eso da un trabajo de mil demonios, creeme.

– Vaya si lo da -coincidio don Basilio con naturalidad.

– Pero miren que nosotros tambien, en el Ejercito, nos hartamos de trabajar -replico Afonso.

– ?Haciendo que, si se puede saber?

– Muchas cosas. Ademas de las formaciones, jugamos a las cartas, bebemos unas cervecitas, salimos a ver a las muchachas, nos agotamos durmiendo, es un agobio, una labor tremenda, hay que estar ahi para verlo.

A pesar de cultivar un discreto sentido del humor, el alferez Afonso no era hombre de hacer muchos amigos. Era una persona de trato facil y se habia vuelto relativamente culto e interesado por el mundo, pero en las relaciones personales preferia la calidad a la cantidad. A excepcion del alferez Pinto, el Zanahoria, su lista de amigos estaba formada sobre todo por aquellos que habia conocido a lo largo de su vida. Convivia con el padre Alvaro en Braga e iba a visitar a Vila Real a su amigo Gustavo Mascaren has, quien habia conseguido ubicarse en la Infanteria 13, lo que no era digno de sorpresa, porque Vila Real no era un sitio muy procurado por los cadetes que se formaban en la Escuela del Ejercito. Llego incluso a ir a Vinhais a ver a Ame- rico. El antiguo companero del seminario estaba diferente, se habia casado, tenia hijos y habia entrado en el negocio de su padre. Recibio a Afonso con afecto, lo atiborro de comida y lo rodeo de atenciones, pero Vinhais estaba lejos y aquel fue el unico viaje que el oficial hizo hasta la remota poblacion tramontana. El alferez mantenia ademas correspondencia con Trindade, el Mocoso, que habia seguido el curso de Estado Mayor y aun estaba en la Escuela del Ejercito. A traves de estas cartas, Afonso recibia noticias del Campeonato de Lisboa de Football, siendo informado por el Mocoso de que el Benfica habia puesto fin al reinado del Carcavellos Club y se habia consagrado finalmente campeon. El Sporting quedo en quinto lugar. El alferez celebro la noticia con oporto y mando una carta al sportinguista Mascarenhas dandole la noticia y, por anadidura, el pesame.

Afonso nunca habia prestado especial atencion a la politica, ese era un asunto que no formaba parte de su universo de intereses. En eso fue una excepcion. Casi todos sus companeros discutian con expresion conspirativa el turbulento estado del pais, y Afonso reparo en que, a pesar del predominante ambiente conservador de Braga, algunos oficiales eran republicanos. La capitulacion de la Corona ante el ultimatum britanico de 1890, que deshizo los suenos imperiales del mapa color rosa, mino profundamente la credibilidad de la Monarquia en el medio militar, y no solo eso. El descontento se extendia por todas partes; el propio Afonso tendia a apoyar la idea de que la monarquia era cosa del pasado. La imagen del rostro lechoso de don Manuel II en la apertura del ano escolar de 1908 le habia quedado marcada de manera indeleble en la memoria, le resultaba chocante pensar que el Rey no era mas que un chaval de su edad, ?como era posible creer que un mozo aun imberbe fuera capaz de gobernar un imperio?

Durante el desayuno, en el cuartel de la Infanteria 8, Afonso oyo por primera vez la noticia de que estaba ocurriendo algo muy grave en Lisboa. Corria la manana del 4 de octubre de 1910.

– ?Te has enterado de la novedad? -le pregunto el alferez Pinto con un tono sigiloso en cuanto lo vio.

– Lo se, el Benfica es campeon.

– No seas tonto. Andan a tiros en Lisboa.

– ?Que?

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