cabo por los submarinos alemanes estaba infligiendo en el contingente de la marina mercante. A principios de ano, los aliados descubrieron que treinta y seis barcos alemanes se habian refugiado en puertos portugueses y, despues de un intercambio de mensajes, Londres invoco la alianza militar y le pidio a Lisboa que se incautase de los barcos, que fueron tomados por asalto el 23 de febrero. Alemania declaro la guerra a Portugal el 9 de marzo.
El clima conspirativo se difundio por todas partes. Solo el Partido Democratico, en el poder, y el Partido Evolucionista apoyaban la entrada de Portugal en la guerra. El resto estaba representado por la oposicion. Los unionistas, los monarquicos, los catolicos, los socialistas, los sindicalistas, los republicanos moderados, los republicanos conservadores, la mayor parte del Ejercito, todos se mostraban antiintervencionistas. Se conspiraba en los pasillos del Parlamento y en los cuarteles, en los cafes y en las tabernas.
Aun en Tancos, y en pleno ambiente de sorda contestacion, el capitan Cabral volvio a acercarse a Afonso para expresar su descontento con el estado de las cosas. Repitio los argumentos de costumbre sobre el desproposito de la intervencion portuguesa y la irresponsabilidad criminal del Gobierno, y el teniente, sin querer entrar en discusiones que le parecian esteriles, dijo a todo que si: «Pues claro, es una verguenza, ?que se puede hacer?… Esto no tiene remedio». Alentado por la aparente receptividad de Afonso, y sin la suficiente perspicacia como para darse cuenta de que se trataba de una mera cortesia destinada a evitar un enfrentamiento verbal con un superior jerarquico, el capitan dejo caer el verdadero proposito de la conversacion.
– Teniente, digame con toda sinceridad -lanzo, como quien no quiere la cosa, al mismo tiempo que lo sondeaba intensamente con la mirada-: ?usted estaria dispuesto a adoptar una medida?
– ?Una medida, mi capitan? Pero ?que medida puedo adoptar yo?
– Una medida, hombre, algo en serio. Que se yo, ayudar a imponer la voz de la razon.
Afonso penso en lo que aquellas palabras no decian, pero sinuosamente insinuaban.
– ?Quiere usted decir… tomar las armas, mi capitan?
– Huy, muchacho, esa es una manera muy dura de plantear las cosas -solto Cabral con una carcajada nerviosa y los ojos escrutadores, en busca de senales de complicidad. Su rostro recupero despues la seriedad y la voz se mantuvo serena, aunque un poco excitada-. Tenemos que pensar en lo que vamos a hacer. Pero es verdad que somos militares y tenemos Una responsabilidad para con la patria. Si esa responsabilidad no obliga a tomar las armas…
El capitan Cabral dejo la frase flotando sibilinamente en el aire, aguardando con expectativa la reaccion del teniente. Afonso se miro las unas, como si estuviese preocupado por lo sucias que estaban, y le llevo un buen rato retomar la palabra.
– ?A las ordenes de quien, mi capitan?
Cabral sonrio.
– Digamos que hay una importante figura de la Republica que quiere acabar con la confusion, poner las cosas en orden y salvar al pais de una catastrofe…
Afonso endurecio el rostro.
– Mi capitan, yo he hecho un juramento de bandera y pretendo respetarlo. Actuar…
– Yo tambien, Afonso, yo tambien respeto la bandera.
– Dejeme terminar.
– Digame.
– Yo respeto mi juramento de bandera. Eso significa que cumplo las ordenes que me da legitimamente mi jerarquia. Actuar para violar la ley es algo que no me permitire hacer.
– Pero le aseguro, Afonso, que nosotros tambien…
– Mi capitan -corto Afonso-, no participare en ningun acto ilegal o sedicioso y le aconsejo que no me de mas informaciones sobre lo que pretenden hacer usted y la importante figura de la Republica que ha mencionado, porque si no me vere en la obligacion de transmitir esta conversacion a mis superiores.
El capitan Cabral suspiro, irritado.
– Muy bien, Afonso, haga lo que le parezca. Si quiere colaborar con esta politica irresponsable y desastrosa para la patria, colabore. Pero no se haga el moralista y el fiel defensor de la legalidad: la historia dira quienes son los verdaderos traidores.
Afonso decidio evitar los grupos, la conversacion era siempre la misma y lo hastiaba. Ademas, no queria que lo pusiesen siempre ante el dilema de tener que elegir entre pasar la vida disintiendo de sus companeros o, como alternativa, tener que coincidir con ellos para evitar discusiones, pero corriendo el riesgo de que lo interpretasen como una implicacion tacita en aquella epidemia de conspiraciones y malas lenguas.
A pesar de este clima, los preparativos militares prosiguieron y los integrantes de la Division de Instruccion, una vez cumplidos los ejercicios en Tancos, regresaron en agosto a los cuarteles. Afonso volvio a Braga con alivio. En el cuartel, en pleno ejercicio de esgrima, oyo por primera vez hablar del Cuerpo Expedicionario Portugues. Inicialmente se decia que estaria formado por una sola division, en diciembre empezaron a mencionarse dos divisiones, y despues tres. La partida de las tropas se fijo para comienzos de 1917, los primeros regimientos que entrarian en los barcos serian la Infanteria 7,15 y 28.
A solo tres semanas del embarque, las fuerzas de la Infanteria 34, acuarteladas en Tomar, iniciaron una sublevacion. Corria el dia 13 de diciembre y uno de los heroes de la Republica, el prestigioso general Machado Santos, el mismo que el 5 de octubre habia liderado el audaz avance de los revoltosos republicanos desde la Rotunda hasta el Rossio, hizo publicar un
Los primeros soldados portugueses embarcaron en Lisboa con destino a Brest a finales de enero de 1917, en un ambiente de secretismo y alguna confusion.
El flamante capitan se entero de la noticia cuando estaba sentado en el comedor con un vaso de aguardiente de cana en la mano. El mayor Montalvao le conto los pormenores durante una partida de
Se vio frente a un dilema. Por un lado, Portugal se comprometia en un conflicto de dimension europea y respetaba sus compromisos de alianza con Inglaterra. Ademas, el Ejercito cumplia con sus deberes. Pero, por otro, todo aquello seria sencillo si no lo implicase directamente, si no hubiese la posibilidad de que lo llevasen a el tambien a aquellos escenarios de muerte. Desde el punto de vista abstracto, la partida de las tropas lo llenaba de satisfaccion. Sin embargo, como acontecimiento que podria tener un impacto directo en su vida, el embarque lo asustaba. Aunque, en cierto sentido, hubiese alli un toque de aventura que no le disgustaba del todo: andar a tiros arma en mano, arriesgar la vida, afrontar el peligro. Quizas un acto de bravura lo convertiria en un heroe, un valiente, un Mouzinho, [5] ?que fastidiada se quedaria Carolina!
La aparicion del teniente Pinto en el comedor lo hizo decidirse a encarar la noticia por el lado positivo, los miedos eran para los cobardicas, en Francia lo esperaba la accion, el heroismo, la gloria. Afonso, sumido en sus pensamientos, tomo conciencia de que tenia galones de oficial y debia comportarse como tal. Por otro lado, el apoyo a la partida de las tropas siempre era una forma de meterse con el teniente, un pretexto para provocarlo, para revolver su visceral rechazo a la intervencion de Portugal en la guerra.
– Ya salen los muchachos para ese viaje que decias que nunca se realizaria -solto Afonso maliciosamente cuando su amigo se sento con un vaso de aguardiente en la mano.
– Una triste figura, eso es lo que van a hacer -farfullo el Zanahoria entre dientes, poco convencido.
– Y ha aparecido todo el mundo. Soldados, oficiales, no ha habido deserciones.
– ?Ah, no? ?Y que ha ocurrido entonces en Santarem, eh?
