En el salon trajinaban unos hombres uniformados, atareados en medio del bullicio de la actividad, frente a un mapa gigantesco, desplegado sobre la mesa, en el centro, del sector del frente occidental. Cuando entro el general, se impuso instantaneamente el silencio, los hombres se cuadraron e hicieron la venia.

– Guten Morgen, Herr General -exclamaron todas las voces, mas o menos al unisono; el sonido reverberaba en el salon.

Los miembros subalternos de los diversos estados mayores abandonaron rapidamente el local, en medio de una agitacion de papeles revueltos y botas que retumbaban en la tarima impecablemente encerada. Los sonidos se fueron alejando y la tranquilidad se instalo poco a poco hasta que el silencio se abatio del todo en el ambiente de la sala. Ludendorff apoyo la cartera que llevaba en la mano, se quito de la cabeza el caracteristico pickel-haube, el imponente casco negro con una flecha gotica apuntada hacia arriba, se sento en el sillon que le estaba reservado, en posicion dominante j unto a la mesa, se limpio el monoculo con meticulosa atencion, lo ajusto al ojo y, callado y escrutador, miro a los tres altos oficiales que tenia enfrente. Estaba reunido el Oberst Heeresleitung, el Comando Supremo Aleman, en un consejo de guerra que se revelaria decisivo.

– Meine Herren -comenzo el general en tono vigoroso-. He estado conferenciando con el mariscal Hindenburg y hemos decidido anticipar la ofensiva de la primavera.

No estaban a la mesa los comandantes de los diversos cuerpos de ejercitos alemanes, sino, como era costumbre en la tradicion marcial de Alemania, los respectivos jefes de Estado Mayor. Eran ellos quienes discutian la estrategia, no los comandantes nominales. Sentado con Ludendorff se encontraba el general Herman von Kuhl, jefe de Estado Mayor del cuerpo de ejercitos del principe Rupprecht de Baviera y anfitrion de aquella cumbre. En Mons era donde estaba asentado el cuartel general del principe Rupprecht, y eran sus tropas bavaras las que garantizaban la seguridad del edificio, con los estandartes ajedrezados en azul y blanco de Baviera al lado de la bandera de Alemania en la fachada del municipio. Tambien se encontraban presentes el general Von der Schulenberg, jefe de Estado Mayor del cuerpo de ejercitos del principe heredero, Guillermo, y el consejero de estrategia del propio Ludendorff, el coronel Georg Wetzell.

– Como saben, la entrada de America en la guerra, hace siete meses, ha modificado el panorama -declaro Ludendorff con un suspiro-. Los soldados americanos ya estan llegando en gran numero, pero creemos que hasta el verano su influencia no podra ser decisiva en el teatro de operaciones.

– Estamos en una carrera contra el tiempo -observo Von Kuhl.

– Ni mas ni menos -coincidio Ludendorff-. La inminente salida de Rusia de la guerra nos ha liberado el frente este y nos ha abierto una ventana que tenemos que aprovechar. Nuestras fuerzas del este ya han comenzado a afluir en el frente occidental y, por primera vez, comenzamos a tener ventaja numerica sobre los franceses y los ingleses. Tenemos ahora ciento cincuenta divisiones en el frente occidental y podremos aumentar en breve nuestro contingente con treinta divisiones mas provenientes del frente este, pacificado, y de Caporeto, donde derrotamos a los italianos. Esta ventaja va a durar poco tiempo, por culpa de los americanos, y por ello tenemos que sacar el maximo partido posible de la situacion actual. La primera cuestion es saber donde vamos a atacar.

– ?De que tipo de ataque estamos hablando? -quiso saber Von Kuhl.

– De un ataque decisivo -aclaro Ludendorff con un gesto vehemente-. Nuestra ofensiva tendra que doblegar a los aliados y obligarlos a firmar la paz. Ni mas ni menos. Sera la ofensiva la que nos dara la victoria.

– En ese caso, solo veo un sitio posible -dijo Von Kuhl-: Flandes.

– ?Flandes? -pregunto Ludendorff, sonriente.

El cuartel maestre general sabia que Flandes era justamente el sector situado frente al VI Cuerpo de Ejercitos del principe Rupprecht de Baviera, cuyo jefe de Estado Mayor era el propio Von Kuhl.

– Flandes -confirmo Von Kuhl-. Los ingleses han quedado agotados despues de la batalla de Passchendaele; este es el momento de asestarles el golpe decisivo.

– Flandes no me parece buena idea -interrumpio Von der Schulenberg, meneando la cabeza-. Los ingleses son huesos duros de roer y creo que es mejor que entremos por el sector frances, menos disciplinado.

– ?Y en que sector frances esta pensando? -pregunto Ludendorff.

– Bien, Verdon me parece el sitio ideal -afirmo Von der Schulenber-. A los franceses se los ha castigado duramente en Verdon, y pienso que existen condiciones para quebrantarlos.

– ?Verdon? -sonrio nuevamente Ludendorff, nada sorprendido.

Verdon era el sector frente al cual se encontraban las fuerzas del principe heredero, de quien el general Von der Schulenber era jefe de Estado Mayor. Es decir, cualquiera de los cuerpos de ejercitos queria una parte de la accion, y la mejor manera de conseguirlo era convencer a Ludendorff de atacar en su sector.

– Ja, Verdun -confirmo Von der Schulenber-. Gran Bretana sobreviviria a un desastre en Flandes, pero Francia jamas se recuperaria de una catastrofe en Verdun. Por ello tenemos que lanzar un doble ataque en Verdun, para provocar el colapso de toda la linea francesa y obligar a Paris a negociar la paz. Si Paris negocia, Londres tendra que imitarla.

El cuartel maestre general se volvio hacia su asesor de estrategia.

– ?Que piensas, Wetzell?

El coronel Wetzell miro a Von der Schulenberg.

– Coincido con el general Von der Schulenberg -dijo-. Verdun es mejor.

– ? Por que Verdun? -quiso saber Ludendorff.

– Verdun es un punto delicado que hace falta controlar -explico Wetzell-. Los franceses son menos disciplinados, ya ha habido varios conflictos entre ellos este ano, y es importante comenzar por el sector mas debil. Si derrotamos a los franceses, podremos enseguida aislar a los ingleses y forzar la paz.

Ludendorff hizo una pausa, pensativo. El general era un hombre alto y erguido, tenia la cabeza redonda y el pelo muy corto, los ojos salientes revelaban un caracter hecho de ambicion e impaciencia. La impenetrable postura prusiana imponia respeto a quienes lo conocian, hasta el punto de que incluso habia quien confesaba que su presencia provocaba escalofrios de miedo, exageraciones sin duda de espiritus fragiles, que se dejaban impresionar con facilidad. Pero la verdad es que la propia familia se intimidaba ante la mirada fria del general; a veces hasta circulaba en casa la advertencia susurrada: «Padre hoy parece un glaciar». Por ello, cuando hizo esa pausa pensativa en aquel consejo de guerra en Mons, la mesa se quedo en silencio, los dos generales y el coronel casi contuvieron la respiracion, a la espera del veredicto.

– No estoy de acuerdo -sentencio finalmente Ludendorff-. El terreno en Verdun nos es desfavorable y no obtendriamos nada decisivo abatiendo ese sector. Peor aun, nos arriesgamos a que nos ataquen los ingleses en Flandes, aprovechando nuestra vulnerabilidad cuando estemos luchando con los franceses. Ademas, hay que tener en cuenta que los franceses se estan recuperando bien de las heridas que les hemos infligido.

– Entonces ?esta de acuerdo con mi propuesta de atacar Flan- des? -repuso Von Kuhl, esperanzado.

– Si -asintio Ludendorff-. Para ganar esta guerra, es necesario derrotar a los ingleses. Ese es el primer gran principio que nos debe orientar en nuestro pensamiento estrategico. Derrotar a los ingleses. Passchendaele les ha abierto profundas heridas y los ha dejado vulnerables. Tenemos que aprovechar el momento.

– Entonces, si vamos a atacar en Flandes, el mejor sitio es el sector entre Ypres y Lens -propuso Von Kuhl.

– Pero ese es el grueso de las fuerzas inglesas -argumento Ludendorff, consultando el mapa-. Auf keinen Fall! ?Ni pensarlo! Tendra que ser en un sector en el que se juntan ejercitos de nacionalidades diferentes. Esos son puntos de ruptura, donde la coordinacion entre fuerzas diferentes no es tan perfecta.

– ?En que esta pensando? -pregunto Von Kuhl.

Ludendorff se puso de pie y apunto el baston al mapa sobre la mesa.

– Estoy pensando en Saint Quentin -dijo Ludendorff, indicando aquella region del Somme-. El punto donde se encuentran el sector ingles y el sector frances.

– Pero, Herr Kommandant, esa es la zona del Somme -interrumpio el coronel Wetzell-. Esa zona esta llena de obstaculos, el avance sera dificil y, ademas, los franceses podran hacer llegar refuerzos alli con suma rapidez.

– Es mejor que la zona Ypres-Lens -argumento el general.

– No necesariamente -dijo Von Kuhl, defendiendo su idea-. Acabamos de ver que existe una vulnerabilidad importante en ese sector y pienso que vale la pena explotarla.

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