para aquellas circunstancias. Daniel encontro una Lewis en el polvorin y la cogio con el brazo derecho, mientras que con el izquierdo sostenia dos cajas de municiones, en forma de disco, cada una con noventa y siete balas, y volvio al puesto de combate.

– ?Quien de vosotros se entiende bien con la «Luisa»? -quiso saber Cardoso.

– Yo me defiendo, mi teniente -se ofrecio voluntariamente Matias, el Grande.

– Entonces hagase con la ametralladora; el camarada Daniel lo ayudara con las municiones -dijo el teniente.

Matias cogio la ametralladora, encajo un disco de municiones y apunto el arma por el extremo del parapeto. Comprobo de inmediato que la posicion le dificultaba el tiro y tomo una decision.

– Mi teniente -llamo-. Necesito que lancen una ronda de «naranjitas» para que yo pueda saltar ahi arriba. - Las «naranjitas» eran las granadas Mills-. Y vayan a buscar mas municiones.

Los hombres cogieron las Mills, pero, en ese mismo instante, como respondiendo a la solicitud de Matias, aunque fuese en realidad una respuesta a la peticion hecha hacia unos minutos por el capitan Afonso, comenzaron a llover en la Tierra de Nadie granadas disparadas por las Howitzer portuguesas. Se extendio la confusion entre las fuerzas atacantes; Matias aprovecho para saltar por el parapeto hacia la Tierra de Nadie y apostarse tumbado detras del alambre de espinos defensivo y de una pila de sacos de arena. Vio a alemanes que se metian en las fosas de enfrente, como para encontrar refugio que los protegiese de las esquirlas de las explosiones portuguesas, y de inmediato apreto el gatillo.

La Lewis se sacudio con violencia y vomito dos rafagas rapidas. Un aleman cayo herido, varias balas golpearon el suelo a continuacion y tambien cayo otro soldado germanico. Los restantes repararon en el fuego de la ametralladora, infinitamente mas peligrosa que las Lee-Enfield que los portugueses estaban disparando hasta ese momento desde aquel punto, y se echaron todos en el suelo. Ya no habia alemanes corriendo, estaban ahora tumbados, la mayoria arrastrandose hacia las depresiones del terreno, en general fosas, todos en busca de refugio. Las granadas portuguesas, sin embargo, caian demasiado lejos, lo que por lo menos tenia la ventaja de aislar a la fuerza atacante e impedir el paso de refuerzos, pero el problema es que su efecto sobre la infanteria alemana que se habia acercado a las lineas portuguesas era asi meramente psicologico.

Se oyo un pitido en la Tierra de Nadie y, en el acto, como respondiendo a una orden, se levantaron de las fosas varias nubes de soldados alemanes, todos a la carga sobre las lineas portuguesas. Matias, el Grande, apreto un buen rato el gatillo y la Lewis comenzo a saltar en sus manos, en un frenesi loco, los sucesivos impactos de la prolongada rafaga de la ametralladora le impidieron apuntar adecuadamente. Detras del parapeto, los companeros soltaron momentaneamente las Lee- Enfield y comenzaron a arrojar Mills a la Tierra de Nadie. Varios alemanes cayeron por el fuego de la Lewis; dos mas cuando estallaron las granadas; sin embargo, Matias se dio cuenta de que no conseguiria contenerlos a todos y se sintio presa de un acceso de panico. Para hacer aun mas graves las cosas, la caja de municiones se agoto inesperadamente y se encontro apretando un gatillo que ya no disparaba balas. En ese instante, las Maxim alemanas lo descubrieron y comenzaron a llover proyectiles junto al soldado portugues. Era demasiado. Sin volver a cargar la Lewis, Matias se tiro hacia atras y cayo aparatosamente en el barro y en medio de los escombros de la linea del frente portugues.

La situacion se deterioro cuando el grupo que defendia la linea en Punn House vio a soldados enemigos que avanzaban rapidamente por la derecha y saltaban hasta la linea del frente del CEP, a apenas unos quinientos metros de distancia, cerca de Tilleloy Sur, que estaba siendo defendida por la Infanteria 29, tambien de Braga. Y lo peor es que la Lewis de Matias se habia silenciado y los alemanes que estaban enfrente ya se habian dado cuenta de ello, acercandose ahora peligrosamente, a pesar del fuego furioso del punado de Lee-Enfield manejadas en Punn House.

– Los cabrones han invadido nuestra linea -grito el teniente, que anuncio lo que ya habian visto todos con gran alarma-. ?La gente del 29 esta en apuros! -Miro con impaciencia hacia la retaguardia-. ?Que rayos pasa con las bacoreiras?

Las bacoreiras eran las ametralladoras pesadas Vickers.

– Mi teniente, es mejor cavar desde aqui -aconsejo el pequeno Vicente, el Manitas, rojo como un pimiento, mientras recargaba el fusil-. Esto se esta poniendo bravo.

El teniente se dio cuenta de que, sin la ametralladora de Matias en la Tierra de Nadie barriendo las lineas enemigas y con las Vickers ocupadas con el flanco derecho, no conseguiria frenar la avalancha de alemanes que, en cuestion de uno o dos minutos, se les vendria encima. Ademas, aunque lograsen resistir al ataque frontal, lo cual era improbable, estaban en peligro de ser pillados de lado por los soldados enemigos que se encontraban en la linea portuguesa en Tilleloy Sur.

– Vamos a retroceder -decidio-. ? Retrocedan, retrocedan!

El peloton disparo una ultima salva hacia la Tierra de Nadie y abandono deprisa el parapeto en direccion a la trinchera de comunicacion; el teniente les ensenaba el camino. Matias ya habia recargado la Lewis y fue el ultimo en salir, con la ametralladora preventivamente apuntada por encima de los parapetos.

Los Minenwerfer empezaron a disparar, mientras tanto, sobre Punn House, tal vez alertadas por la infanteria alemana hacia aquel foco de resistencia portuguesa. Una sucesion de explosiones conmovio con violencia las trincheras en aquel sector, y el grupo dirigido por el teniente Cardoso se deslizo veloz por la linea. Los soldados encorvados e intentando protegerse la cabeza corrian.

Una granada alcanzo de lleno la trinchera de comunicacion por donde iban los portugueses, y produjo un fragor tremendo que levanto una nube que envolvio al grupo. Cayeron todos en el suelo, y Matias, como venia mas atras cerrando la fila, fue el unico que miro hacia el lugar de la explosion, justo enfrente. Oyo los gemidos de un hombre sin un brazo, era el teniente Cardoso, que, tumbado en el suelo, miraba sorprendido y aturdido el munon ensangrentado que fuera su hombro y que se agitaba absurdamente en el aire. Pero lo que de verdad quedo grabado para siempre en la memoria de Matias fueron los dos segundos siguientes.

En el primer segundo se precipito del cielo un cuerpo decapitado, como si fuese un fardo de mucho peso. Pof. Despues, pasado otro segundo, cayo la cabeza, como una piedra. Poc. Matias se acerco, con el corazon acelerado, lleno de angustia, sin querer ver pero queriendo, miro la cabeza cortada y reconocio, con los ojos revirados hacia arriba y la lengua fuera en la mejilla rasgada a medias, el rostro de su amigo Daniel, el Beato, el companero de infancia en las vendimias de Palmeira y padre del boche Zelito, el hombre delgaducho que hacia apenas dos horas le habia dado noticias de la tierra y novedades sobre el perdiguero de Assunta, el camarada de armas que rezaba fervorosamente durante cada bombardeo y cuyas oraciones, en resumidas cuentas, de nada le sirvieron, a no ser tal vez librarlo de nuevas tribulaciones en la miseria de la guerra.

El puesto de senales se animaba al ritmo de una sinfonia de comunicaciones. Todos los telefonos sonaban y los telegrafos emitian informacion en morse, en un «tut-tut-tutut-tut» continuo e incansable. El telegrafista leyo el ultimo mensaje, se levanto del escritorio y salio deprisa del puesto, para reunirse con el capitan Afonso Brandao, que fumaba un nervioso cigarrillo junto a la puerta, con el ordenanza a su lado.

– Mi capitan -dijo.

– ?Que pasa ahora? -pregunto Afonso, irritado, volviendose hacia el telegrafista.

– Ha llegado hace un instante la comunicacion de que el enemigo ya esta circulando en la linea del frente.

– ? Que? -exclamo el capitan, que veia que se confirmaban sus peores temores-. ?Donde?

– No esta muy claro -repuso el telegrafista-. Pero el mensaje menciona Tilleloy.

– ?Que? -se sorprendio Afonso, muy alarmado.

– Tilleloy, mi capitan.

– ?La carretera?

– No, mi capitan. Una trinchera.

– Ah -suspiro Afonso, aliviado-. ?Norte o sur?

– Esa informacion no consta. Solo dice Tilleloy.

– Informe inmediatamente a la brigada -indico.

– Si, mi capitan.

Si los alemanes estuviesen en la Rue Tilleloy, la importante carretera que se prolongaba desde Neuve Chapelle hasta Fauquissart siempre paralela a la primera linea, la situacion seria gravisima. Siendo una trinchera,

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