– No, le aseguro que Freud piensa todo lo que le he dicho, y claro que si, me estoy quedando con usted - aclaro con una sonrisa-. Lo curioso es que los hombres siempre se ponen furiosos por este tema, usted es el primero en darse cuenta de que no soy mas que una provocadora.

– Ah, si, usted es una gran provocadora…

Ella le lanzo una mirada maliciosa.

– ?Y puedo provocarlo aun mas?

Afonso se sonrojo nuevamente. «?Con que saldra ahora?», penso.

– Haga el favor. Provoqueme, vamos. Estoy dispuesto.

– ?Quiere bailar conmigo?

– ?Como?

– Se que no viene a cuento de nada, pero me apetece. ?Quiere bailar conmigo? Supongo que sabe bailar…

– Eh…, bien…, yo… creo que me defiendo.

La baronesa se levanto y abrio un mueble apoyado en la pared. Saco de su interior un enorme gramofono y lo coloco sobre la mesa junto a la chimenea. El gramofono estaba formado por una caja de madera con una manivela que salia de uno de los lados, se trataba del manubrio que permitia dar cuerda al motor.

La caja tenia un plato por encima y una gran bocina en el extremo, que se alzaba como una oreja gigante cuya forma imitaba la de una flor, diseno tipico del art nouveau.

– Este es un gramofono Pathe -explico Agnes-. ?Que musica le gusta bailar?

Afonso se levanto.

– No lo se, ?que musica tiene?

Agnes se acerco a los discos y los reviso.

– Fox-trot, sinfonias, valses…

– Tal vez un fox-trot, ?no?

– Si, me gusta mucho, pero tal vez sea demasiado ruidoso a esta hora, ?no cree? -Se detuvo en otro disco-. Este es fascinante, La mer, de Debussy. -Sacudio la cabeza-. Es brillante, simula los sonidos del agua, pero no sirve para bailar. -Miro a Afonso-. ?Por que no un vals?

– Puede ser.

La francesa eligio un disco y lo puso sobre el plato del gramofono. Puso la aguja de la bocina sobre el borde del disco e hizo girar la manivela. La melodia surgio de la bocina abierta en flor, ondulante, bella y armoniosa.

– Strauss -dijo ella, dirigiendose al capitan.

Los sonidos de la orquesta de Viena llenaron la sala. Afonso la tomo entre sus brazos y comenzaron a bailar, los ojos de uno fijos en los del otro, los cuerpos mecidos al ritmo del vals, unas manos juntas, las manos libres buscando los cuerpos, la derecha de el en la cintura de ella, la izquierda de ella en los hombros de el. Bailaron sin decir nada, sin dejar de mirarse, insinuantes los ojos, maliciosos, provocadores, navegando en la ola de la musica. El vals acelero y Afonso la atrajo mas hacia si, los vientres se juntaron y se rozaron las ropas. Perdieron la nocion del espacio y del tiempo, remolineando en la sala al son del vals que se oia en el gramofono, deseando que aquel momento se prolongase, se eternizase, sublime, arrebatador, perenne, inolvidable. La melodia les lleno el alma y los arrastro hacia un universo aparte, un mundo solo suyo, encantado, hecho de belleza y sueno, extasis y magia. Afonso se sumergio en los ojos verdes y observo la boca entreabierta de Agnes, sus labios aterciopelados que brillaban como petalos humedos, invitadores, acogedores. Se acerco ligeramente con la cabeza, vacilo, ella se quedo con los ojos muy abiertos, fijos en el, el la sintio irresistible, sintio que habia llegado el momento, era la hora de que el deseo se aduenase del cuerpo.

– ?Le apetece algo mas, madame?

Una voz masculina quebro como un trueno el momento magico. Afonso y Agnes se sobresaltaron y miraron a la puerta. Era Marcel, el mayordomo. La baronesa se desprendio bruscamente del capitan.

– No, Marcel, gracias. Buenas noches.

– Buenas noches, madame -dijo Marcel con los ojos escrutadores-. Buenas noches, monsieur.

El mayordomo se retiro lentamente, algo frio, dejandolos turbados. Se hizo un breve silencio, cohibido y embarazoso, se sentian como ninos pillados en una travesura.

Agnes desconecto el gramofono y Afonso regreso a la chimenea, era necesario avivar el fuego. Removio la madera de la lena y las llamas se elevaron: crecio el fuego y el calor. Durante unos segundos solo se oyeron los chasquidos de las chispas. Satisfecho, el capitan volvio a su lugar, en el canape, y se sento.

Se quedaron los dos mirandose. Fue una mirada inesperada y el capitan se atolondro con aquellos ojos bonitos y tiernos que se fijaban en el, era un hombre timido, la mirada se prolongo y el comenzo a sentir que su corazon latia, latia cada vez mas, muy rapido, retumbando ahora en las sienes, casi al borde del sobresalto. Experimento pulsiones contradictorias. Queria besarla, presentia que ella no se iba a resistir, habia alli una fuerza magnetica, un iman invisible los atraia, pero volvio en si, penso que ella era una mujer casada, ?es que se estaba volviendo loco? Pocas horas antes habia conversado con su marido. Ademas, ?quien le aseguraba que no lo estaba confundiendo todo, que su deseo por ella no lo traicionaba, creando la ilusion de que ella tambien lo deseaba? Se sintio inseguro, que escandalo si la besaba y llegaba a comprobar que ella en realidad no lo queria, que aquella mirada era solo de simpatia, que verguenza faltarles el respeto a la anfitriona y a su marido en su propia casa. En resumidas cuentas, penso, esta mujer era demasiado bella para el, pertenecia a otro mundo, era una princesa inalcanzable e inaccesible, un hada de suenos, y el no era mas que un sapo, un portuguesito pretencioso que lo mezclaba todo. La mirada de la mujer solo podia ser de cortesia, no habia que confundir afabilidad con deseo. Aparto los ojos, turbado, quebrando el contacto visual.

Volvio la cabeza con naturalidad forzada y se salvo por el gong del Biedermeier, que sonaba en el comedor. Era el pretexto ideal, se concentro en los repiques del gran reloj de pared como si aquel sonido metalico y tranquilizador fuese lo mas importante del mundo.

– Es tarde, m'dame, il faut dormir-dijo, levantandose con tal rapidez que hasta parecia tener algo urgente que hacer y no podia esperar mas.

Agnes se incorporo despacio.

– Tiene razon, Alphonse -coincidio-. Es tarde. A demain.

– A demain, m'dame.

Afonso camino hacia la habitacion desgarrado por la duda: ?ella lo deseaba realmente o todo no habia sido mas que un equivoco, una impresion erronea? Reconstruyo la conversacion palabra a palabra y el baile paso a paso, intento leer su mirada y su tono, recordo cuidadosamente cada expresion, se esforzo en interpretar las intenciones por detras del menor acto, del menor gesto, y concluyo que si, tal vez, era probable que ella desease ser seducida. Penso entonces que no era mas que un tonto, tenia alli a una de las mujeres mas bonitas e interesantes que jamas conoceria, le parecia cada vez mas evidente que ella sentia debilidad por el, y el sin duda por ella, pero no habia sido audaz, se habia retraido, habia dudado, se habia acobardado. Era, sin embargo, mas que eso. Ahondo en la introspeccion y descubrio que, en cierto modo, estaba tambien haciendose pasar por un caballero, por un gran gentleman, protegiendo a un hombre que, en el fondo, le resultaba incluso desagradable. ?Que estupido! ?Estupido, estupido, estupido! Sacudio la cabeza, con los ojos perdidos en el suelo. Pero no merecia la pena llorar ahora sobre lo que no se habia consumado, no se habia atrevido a besarla y habia perdido la oportunidad, tal vez para siempre. Se desespero, sintio ganas de dar media vuelta e ir corriendo en su busca, implorar que lo perdonase… Que desperdicio, quien sabe si no acabaria muerto dentro de unos dias y lo que tenia que decir quedaria sin decir y sin hacer. Pero nada hizo, a no ser encogerse de hombros, resignado. Correr tras ella no era mas que una fantasia, tenia que conformarse, que remedio, paciencia, ya estaba hecho, acaso era mejor que hubiera sido asi.

El capitan entro en la habitacion que le habian asignado, la misma de hacia diez dias, cuando se hospedo por primera vez en el Chateau Redier. Encendio la lamparilla, vio la maleta que Joaquim habia dejado junto a la cama de estilo Luis XV, se quito la chaqueta y la colgo en una silla. Se sintio triste y solo. Fue al cabinet

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