de toilette, giro la palanca del grifo y se lavo la cara en la porcelana del lavabo art nouveau, orino en el inodoro Oneas del recinto contiguo, un inodoro decorado y de tanto refinamiento que daba pena ensuciarlo. Volvio a la habitacion, se sento en la cama, se descalzo las botas, desanudo lentamente la corbata verde palido, se quito el uniforme y se quedo en calzoncillos. Temblaba de frio, se acosto y se cubrio, encogiendose y ovillando el cuerpo para calentar mejor las sabanas y las mantas. Cuando disminuyo el temblor, dejo asomar su cabeza por encima de las sabanas, extendio el brazo y apago la luz. A oscuras, cerro los ojos, suspiro y penso en Agnes, fantaseando con una respuesta diferente a la oportunidad que creia haber tenido quince minutos antes, haciendo planes para el dia siguiente, imaginando llevarla a un lugar discreto donde le confesaria su amor con palabras romanticas e irresistibles. Se sintio mas tranquilo cuando decidio que actuaria asi, atrevido y arrojado, aunque supiese, en lo mas intimo, que verdaderamente jamas tendria el valor de hacerlo: cuando llegase la manana veria todo con otros ojos, las temerarias decisiones de la noche se transformarian en ingenuas ilusiones infantiles.

Un chasquido proveniente de la puerta deshizo las fantasias como una nube que se disuelve en el cielo. Afonso alzo la cabeza y miro hacia la entrada. Por momentos le parecio que todo era normal, penso que tal vez habia oido crujir una madera, posiblemente un mueble, debido a los sutiles cambios de temperatura; en resumidas cuentas, un ruido habitual en un palacete de aquellas dimensiones. Pero un nuevo sonido, ahora algo diferente, mas suave y prolongado, confirmo que algo realmente pasaba. Afonso se sento en la cama, alerta. Un tenue claror de luz surgio verticalmente de la entrada de la habitacion, era la puerta que se abria, despacio.

– ?Alphonse?

Los ojos del capitan se desorbitaron.

– ?Alphonse?

– Oui?

Una silueta entro con una vela en la mano, los contornos de luz revelaron las lineas graciosas de Agnes, las sombras danzaban en su rostro fino, la penumbra acentuaba las curvas de la cintura y de los muslos y la protuberancia de los senos firmes que se insinuaban bajo el vestido color crema. La baronesa se detuvo, mirandolo, fragil, casi recelosa, sumisa incluso. El la miro, sorprendido. Agnes sonrio con timidez y dulzura, se acerco a pasos leves, se miraron de cerca, con el corazon palpitante, a saltos, se apretaron, envolviendose en un abrazo, se besaron, timidamente primero, con ansiedad despues.

Afonso comenzo por la mejilla, bajo hasta los labios, los descubrio humedos y blandos, entro con su lengua, la boca era dulce, caliente, acogedora; encontro en ella un sabor meloso que lo dejo ebrio, borracho de placer, perdido en una dimension que no sabia que existiera, como si lo hubiesen arrancado de la realidad y lo elevasen a la eternidad. Afonso era una golondrina; Agnes, el cielo; ella, un lago; el, un nenufar. Sintio el suave terciopelo de los gruesos labios rojos que lo recibia con pasion y supo entonces, en ese preciso instante, como si se tratase de una revelacion, que esos mismos labios de miel eran su hado, que aquella boca caliente se habia hecho para ser su casa, que aquella mujer tierna habia nacido para ser su destino.

El deseo crecio, se volvio irresistible, arrebatador, incontrolable, la respiracion pesada, jadeante. Ella sintio que sus piernas Saqueaban, cayo en la cama y se perdio en las sabanas. El capitan le lamio la oreja derecha, bajo hasta el cuello y despues, liberando sus senos del camison, recorrio los pezones erectos con la lengua, los chupo y los lamio, eran rosados y firmes. Metio la mano por debajo del camison, la ayudo a quitarse las bragas y la acaricio entre las piernas. Despues, cuando la sintio muy humeda, se quito los pantalones del pijama y busco la entrada.

– Doucement -susurro ella.

Afonso la penetro con suavidad. Se sintio embriagado, era como si se hubiese sumergido en un delicioso frasco de miel, infinitamente dulce, caliente y humedo, tan sabroso que hasta se le hizo la boca agua. Agnes cerro los ojos, gimio, echo la cabeza hacia atras y lo sintio dentro de si, abriendola, explorandola. Sin que Afonso lo esperase, ella se giro y rodo encima de el, dominandolo. El capitan nunca habia visto a una mujer en esa posicion, ni siquiera lo habian hecho las desenfadadas chicas de las Travessas, en Braga. Pasada la sorpresa inicial, acepto el dominio, lo considero una cosa excitante mas que la francesa le ensenaba. Ella lo cabalgo con entusiasmo, con su vientre danzando de arriba abajo, a veces acariciandolo con la yema de los dedos. Cuando sentia que la eyaculacion era inminente, le apretaba las manos.

– ?Para! ?Para! -imploraba.

Ella se inmovilizaba, paciente, hasta que la lava que lo quemaba retrocedia poco a poco, y despues recomenzaban, siempre besandose y acariciandose. Minutos mas tarde, ella se tumbo y el volvio a la postura dominante. Sintio que su cuerpo ganaba velocidad y ritmo, dejandose llevar, cabalgando autonomamente con creciente intensidad, cada vez mas rapido, hasta que ya no pudo contenerse y se descargo con un grito, y entonces el cuerpo estallo y gimio de placer, al mismo tiempo que ella se agitaba debajo en un orgasmo mas prolongado. Todos los musculos se endurecieron, alcanzaron un pico de tension y, pasada la oleada alucinante, se relajaron de inmediato. La respiracion recobro su normalidad gradual, una indescriptible sensacion de bienestar les lleno el alma de paz y se durmieron enlazados en un abrazo.

Capitulo 6

La luz, esa manana, era limpida y suave. El sol difundio una claridad helada por el manto blanco intermitente que cubria el paisaje agreste de las trincheras. Diciembre habia llegado con nieve y un frio glacial, mas helado cuando el cielo se abria con un azul puro, como hoy, restos de copos amontados aqui y alla, como si estuviesen echados al abandono, pequenos charcos de nieve derretida en los crateres y en las fosas de los surcos rasgados en la tierra entre parapetos, donde se amontonaban los topos humanos. La vegetacion yacia quemada por el hielo o el fuego de la guerra. Los arboles, desnudos, carbonizados y mutilados, se alzaban como espectros obstinadamente de pie en aquella tierra revuelta por el acero y la muerte.

La tranquila placidez del paisaje albo creaba la ilusion, agradable pero peligrosa, de que alli no habia guerra, impresion intensificada por las nuevas sensaciones que habian entrado de repente en el mundo del capitan Afonso Brandao y que daban color a su nueva perspectiva de vida. La intensa noche con Agnes y la complicidad que se establecio entre los dos amantes, complicidad cimentada en los fugaces encuentros que tuvieron los cuatro dias restantes de descanso del oficial, avivaron en el otro estado de animo. En cierto modo, el capitan temia ahora aun mas las semanas de trincheras, pero, al mismo tiempo, y a pesar de un mal disimulado sentimiento de culpa por su relacion con la mujer de otro hombre, la perspectiva del regreso al descanso se presentaba mas luminosa, llena de promesas, de encantos prohibidos, de placeres renovados, de emociones arrebatadas.

Era la manana del dia 6 de diciembre. La noche de la vispera, Afonso y la Infanteria 8 habian regresado a las posiciones deNeuve Chapelle. El frio era punzante y, si ya se manifestaba asi a principios de diciembre, ?como seria en enero y febrero? Apoyado en el parapeto interior de la linea B, los pensamientos del capitan se dividian entre el esfuerzo por protegerse del hielo que le entraba por el dolman y el deseo de refugiarse en el calor del recuerdo ardiente de Agnes y en el universo de fantasia que construia en su alma apasionada, anticipando los nuevos encuentros que preveia despues de esta semana en las trincheras. Saco del bolsillo la cigarrera plateada que la baronesa le regalo guiada por la emocion de la despedida, se llevo distraidamente un Kiamil a los labios y lo encendio, siempre sumido en sus pensamientos, intentando encontrar en el acre humo del cigarrillo el dulce aroma de la boca de la baronesa, la fragancia perfumada de L'heure bleue. Tan absorto estaba que solo se dio cuenta de que el teniente Timothy Cook se acercaba cuando el oficial ingles de enlace lo saludo.

– What ho, Afonso, old boy?

El capitan bajo a la Tierra y miro al recien llegado.

– ?Eh? -exclamo-. Ah, hola, Tim.

– What's up?-pregunto Cook, deseoso de saber que novedades habia.

– Nada. Por el momento, todo sigue igual.

– Entonces, ?cual es el motivo de tanto revuelo? -pregunto el teniente ingles en su portugues britanicamente

Вы читаете La Amante Francesa
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату