– Hasta una fosa que hay al fondo, cerca de ellos. Hacia un frio de muerte. Si nos quedabamos un rato mas, nos congelabamos.
– ?En que punto estaban hablando los boches?
– Junto al parapeto, en linea recta frente a Rifle Row, en Mitre Trench -respondio Vicente, que senalo la direccion con la mano-. Justo alli.
Afonso suspiro y se incorporo.
– Vayan a descansar -dijo antes de alejarse.
El capitan fue hasta el puesto de centinelas. Tenia que transmitir la informacion de que todo seguia en calma en su sector y la orden para ametrallar la posicion donde la patrulla habia detectado soldados enemigos hablando, pero ante todo queria tambien saber si habia novedades sobre los acontecimientos en Portugal. Despues de comunicar que la patrulla de escucha no habia registrado ningun movimiento en las posiciones alemanas, el alferez encargado del telegrafo le dijo que las fuerzas rebeldes en Lisboa habian hecho campamento en el parque Eduardo VII, mientras que la Guardia Republicana, leal al Gobierno, se habia instalado en el Rossio. No habia mas detalles y el capitan volvio a las lineas para efectuar la ronda de la noche e inspeccionar los trabajos de reparacion y drenaje de las trincheras. No llegaria a acostarse hasta el amanecer, despues de que el resplandor radiante de la manana asomase difuso mas alla de las lineas enemigas.
Matias,
Matias y Baltazar bebieron media botella de ron junto a las paredes interiores del parapeto, sintieron que el alcohol les calentaba las entranas como el vaho de un volcan y, mas reconfortados, se pusieron en camino. Subieron por la Chateau Road hasta la Rue Tilleloy y entraron despues por la Baluchi hasta llegar al refugio. Se sumergieron en el hueco fangoso y se encontraron con Vicente y Abel tumbados en el suelo y envueltos en mantas, con los cuerpos iluminados por una bombilla debil, cuya luz amarilla y parpadeante les bailaba en el rostro.
– ?Que paso con la patrulla? -pregunto Matias mientras se instalaba.
– No me hables -replico Vicente, palido de frio, con la manta que lo cubria hasta la nariz-. Hacia un frio infernal.
– ?Acaso no lo se yo? Estoy con las manos hinchadas de sabanones, carajo -dijo, mostrando los punos deformados por el frio, los dedos gordos y de un color rojo amoratado-. Hasta parece que me sale sangre de las unas.
– Esto es peor que la sierra -se quejo Baltazar, que era de Geres y estaba habituado al hielo seco de las alturas-. ? No siento los dedos, mierda!
Matias miro a Abel y reparo en que su amigo temblaba sin poder parar.
– Oye, Canijo, te veo muy mal.
– Ah, Matias, estoy helado -dijo con dificultad-. Esta patrulla en la nieve me ha sentado francamente mal.
– Ya lo veo. ?Te has echado un trago?
– El sargento me dio algo de beber cuando acabo la patrulla -gimio Abel-. Pero el ron a mi no me hace mucho efecto.
– Joder, hombre, no se que hacer para que estes bien. No puedo encenderte una hoguera, no puedo conseguirte una buena tia para que te despeje. Si el alcohol no te hace efecto…
A Abel,
– ?Sabes lo que me sentaria realmente bien? -pregunto por fin.
– Dime.
– Algo que mi madre me daba en invierno.
La tiritera de frio se acentuo y Abel cerro los parpados y se callo, mientras su cabeza se agitaba en medio de un delirio de hielo. Matias se impaciento.
– ?Que era? Desembucha, hombre.
Abel volvio a abrir los ojos.
– Te.
– ?Te?
– Si, un te calentito, con un poco de alcohol. Puede ser ron. Te con ron. Ah, eso si que era una maravilla.
– Oye, Canijo, ?donde voy a conseguirte te a esta hora? No estan las cosas como para ir al
Abel volvio a cerrar los ojos, con el cuerpo que no paraba de temblar en medio de descontroladas convulsiones de frio.
– Aqui aun nos quedan unos sobrecitos de te -anuncio Vicente, hurgando en la caja de las raciones-. El problema es el agua caliente.
– Siempre podriamos hacer una hoguera -dijo Baltazar, pensativo-. Preparariamos un fuego de categoria.
– Estas loco, Viejo -lo interrumpio Matias-. Nos asfixiariamos aqui dentro, ni pensarlo. -Se callo un instante, pensativo, en busca de soluciones. Una rafaga de ametralladora corto el aire de fuera y el sonido sincopado entro ahogado en el refugio: a Matias le parecio que venia de las lineas alemanas, era una Maxim. El soldado tuvo una idea y se incorporo al instante-. ?La tetera? -?Eh?
– ?La tetera?
– Ahi al fondo, hombre -dijo Vicente, apoyado en el codo-. ?Por que? ?Quieres realmente encender la hoguera?
Matias dio tres pasos, cogio la tetera y salio como un rayo del refugio.
– Ahora vuelvo.
El cabo subio por Baluchi Road a paso rapido y energico, intentando entrar en calor y atenuar asi el frio punzante que le entraba por el chaleco de cabritilla, y fue hasta Sunken Road. Enfilo a la derecha por Sunken y, antes del puesto de Tilleloy Sur, se encontro con el escondrijo de la ametralladora camuflado entre sacos de tierra y vegetacion artificial.
– Rogerio -llamo.
– ?Quien viene? -pregunto una voz venida de la oscuridad.
– Soy yo, Matias.
– Ah, tio. ?Que vienes a hacer aqui?
– ?Estas a cargo de la ametralladora?
– Y que crees que estoy haciendo aqui, ?eh? ?Follandome a una chavala?
– Necesito ayuda.
– Dime.
– Tengo alla un companero que se esta cagando de frio, tiembla como una gallina frente al cuchillo.
– Dale un buen trago.
– Ya se lo he dicho, pero dice que no le hace efecto.
– Entonces que se ponga una chaqueta.
– Joder, Rogerio, estoy hecho un carambano y no tengo paciencia para bromas.
– Entonces di lo que quieres.
– Mi companero necesita un te.
– ?Un te?
– Si, un te.