Viendo que su amigo no entraba en el debate, el rostro del teniente se ilumino con una sonrisa.

– Entonces, ?que te trae por aqui?

– Necesito que me hagas un favor.

– Depende del favor.

– No es nada especial. Necesitaria que me dieses unos dias para ir a descansar a Paris.

– ?Descansar a Paris? -se sorprendio el teniente, frunciendo el ceno-. No me digas que hay amor en puerta…

El rubor que subio al rostro de Afonso lo traiciono irremediablemente. Trindade se rio, encantado por su perspicacia y por la visible turbacion de su amigo.

– Quien diria que Afonso, el Aplomadito, andaba cazando mademoiselles en las trincheras -exclamo provocador-. ?Y despues hablan de los carboneros! -Se inclino en la silla con una mirada burlona-. ?Quien es ella?

– Dejate de conas, Mocoso -interrumpio Afonso, reprimiendo a duras penas su irritacion-. ?Me consigues la licencia o no?

Su amigo habia tocado un punto sensible, el capitan no queria hacer alarde de su relacion con Agnes, ella no era un amorio momentaneo, por lo menos no era asi como la veia.

– Anda, dimelo -insistio Trindade.

– ?No la conoces y no te interesa! -exclamo Afonso con un tono que no admitia discusion-. ?Me consigues o no una licencia por unos dias?

El teniente Trindade volvio a recostarse en la silla y respiro hondo.

– Claro -asintio finalmente-. Pero asi, de repente, solo puedo darte dos dias.

– Vale. ?Y para cuando?

– Voy a ver al jefe y a partir de manana ya puedes ocuparte de la salud de tu mademoiselle.

– Eres un amigo -dijo Afonso con alivio-. ?Y una licencia mas larga?

– Te consigo cinco dias despues de Navidad.

– ?En serio?

– Sin problema -replico el teniente, que se levanto.

Trindade fue a reunirse con otro oficial en el despacho, cogio unos papeles y volvio a donde estaba Afonso.

– Rellena estas instancias, yo me ocupo de lo demas.

Afonso recorrio los documentos con los ojos, mojo una pluma en la tinta y los relleno en silencio. Cuando termino, se los entrego a Trindade. El teniente comprobo si no faltaba nada, descubrio una incorreccion, consulto a Afonso y corrigio el texto, hasta que se dio por satisfecho.

– Voy a llevarselos al jefe -dijo, levantandose de la silla-. ?Te has enterado ya de la revolucion?

– Si, el mayor Paes ha triunfado.

El teniente se inclino ante el escritorio, abrio un cajon y saco de alli un periodico, que le extendio a Afonso.

– Lee mientras voy a hablar con el jefe y vuelvo.

El capitan cogio el periodico, un ejemplar de O Seculo, con fecha 8 de diciembre, es decir, de solo cinco dias atras. A todo lo ancho de la primera pagina se leia el titulo «El movimiento revolucionario de estos dias», con una fotografia aerea de Lisboa y una foto de Sidonio Paes. Afonso leyo avidamente el periodico, que hablaba sobre «el tronar del canon», «las descargas de la fusileria» y los «cruentos combates» en la capital, revelando que los alumnos de la Escuela de Guerra y los hombres de la Caballeria 7 y la Artilleria 1 se habian unido al mayor Paes en la ocupacion del parque Eduardo VII; contaban ademas con el apoyo de la Infanteria 5, 16 y 33 y de muchos civiles, algunos de los cuales habian saqueado tiendas. Varios edificios de la Avenida y de la Baixa fueron alcanzados por la artilleria de los revoltosos, incluido el Avenida Palace, al mismo tiempo que hubo bombardeos en Campo Pequeno, porque se decia que alli se encontraban elementos afectos al Gobierno, especialmente la Guardia Republicana. Unos cruceros tomaron posiciones en el Tajo, un grupo de marineros ocuparon los tejados de la ciudad, se hablaba de setenta muertos y trescientos heridos, pero los computos no eran definitivos. Afonso se sorprendio por este relato de una ciudad transformada en campo de batalla, con tiroteos en el Rossio y en los Restauradores, con canones que abrian fuego desde el parque Eduardo VII durante toda una noche, y se pregunto por enesima vez sobre los efectos de aquellos acontecimientos en la participacion portuguesa en la guerra. Supo en las trincheras que habia habido una revolucion y que Sidonio Paes habia vencido despues de dos dias de combates en Lisboa, pero nadie lograba aun determinar a ciencia cierta cual era el futuro del CEP. Las conjeturas se multiplicaban, es verdad, pero no habia certidumbres.

El teniente Trindade regreso mientras tanto al despacho, con una expresion de haber cumplido con su deber en el rostro.

– Esta todo arreglado -anuncio-. Aqui tienes tus dos dias de licencia, a partir de manana.

Afonso cogio distraidamente los documentos, con una indiferencia que asombro a su amigo, y acabo lanzando la pregunta que atormentaba a todos en las trincheras.

– Oye, Mocoso, ?volveremos o no a casa?

– ?Volver a casa? -pregunto el teniente, sin entender-. Pero lo que tu me pediste era una licencia de unos dias para…

– No es eso -interrumpio Afonso, meneando la cabeza con impaciencia-. ?El mayor Paes va a mantener a Portugal en la guerra o va a mandar a la gente de vuelta a casa?

– ?Ah! -exclamo Trindade, sentandose pesadamente en la silla, y luego abrio el mismo cajon, saco otro periodico y se lo extendio a su amigo-. Lee.

Afonso cogio el periodico, otro ejemplar de O Saculo, pero del dia siguiente al anterior, con fecha 9 de diciembre, hacia cuatro dias. El capitan se sorprendio por la rapidez con que los periodicos llegaban al cuartel general, pero no hizo comentarios. Miro la primera pagina y leyo el titular: «Lisboa regresa a la normalidad». Comenzo a leer el texto, pero Trindade le senalo un subtitulo en la columna central, al fondo de la pagina, que anunciaba: «Palabras del senor Sidonio Paes».

– ?Que dice? -quiso saber Afonso.

– ?No sabes leer? -pregunto Trindade, inclinandose sobre el periodico. Comenzo a leer en voz alta un fragmento de la respuesta del jefe de los revolucionarios a una pregunta del reportero de O Saculo-: «El Gobierno mantendra los compromisos internacionales, especialmente los que atanen a la alianza con Inglaterra». -El teniente alzo los ojos del periodico y miro a su amigo-. ?Has entendido?

Afonso lo observaba con los ojos desorbitados, digiriendo el impacto de las palabras atribuidas a Sidonio Paes. Le llevo un buen rato sacar las debidas conclusiones de aquella declaracion y formularlas con una corta frase.

– Vamos a seguir en guerra.

El teniente Trindade se recosto en la silla, apoyo las piernas cruzadas sobre el escritorio, encendio un cigarrillo, aspiro el humo lentamente, se quito el cigarrillo de la boca y lanzo una enorme y serena bocanada de humo gris.

– Afonso, eres un genio.

Capitulo 7

Los triangulos rojos senalaban la proximidad de las tiendas de la YMCA, la Young Men's Christian Association, que se encontraba repartida por todo el sector que ocupaba la British Expeditionary Force. El Hudson sorteo la curva embarrada y se detuvo junto a la primera tienda, a la que afluian varios tommies ingleses, todos ellos visiblemente animados.

– Es aqui -dijo Afonso, que desconecto el motor y bajo del automovil.

El capitan rodeo el coche por delante, abrio la puerta del pasajero e invito a Agnes a salir. La joven baronesa

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