– Oye, Matias, ?te estas quedando conmigo o que?
– En serio.
– ?Te para calentar? Dime una cosa: quien tiene frio, ?es un companero tuyo o mas bien una
– Es un companero, cono. Es el Canijo. El tipo anduvo por la nieve haciendo una patrulla y esta que no puede mas.
– Pero ?donde quieres tu que le consiga te? ?Se te ocurren unas cosas!
Matias se impaciento y decidio ir al grano.
– Oye, Rogerio, ?ya abriste fuego esta noche?
Se hizo silencio.
– ?Rogerio?
– Me estas tomando el pelo, dime que me estas tomando el pelo.
– Anda, se amable, echame una mano.
Se hizo un nuevo silencio, mas corto.
– Por lo tanto, si no he entendido mal, tu quieres que yo abra fuego para que puedas hacerle un te a un companero que tiene frio, para colmo el Canijo, ese enclenque que esta contigo…
– Eso es.
– Tu estas pirado, Matias.
– Vale.
Nuevo silencio.
– ?Y yo que gano con eso?
– Te doy un cigarrillo.
La voz en la oscuridad se rio con ganas.
– ?Un cigarrillo? ?Uno?
– Esta bien, dos.
– ?Dos cigarrillos? Te estas quedando conmigo.
– Tres.
– Un paquete.
– Cinco.
– Un paquete, te he dicho.
Matias suspiro, se palpo el bolsillo y sintio el paquete de cigarrillos.
– Un paquete entero no tengo -dijo-. Pero puedo darte todos los que tengo en el bolsillo, suman casi un paquete.
Se hizo un breve silencio mas.
– Esta bien, caradura, negocio cerrado. Ven, ayudame.
Matias avanzo en la oscuridad con los brazos extendidos. Las manos flotaron en el aire hasta sentir el cuerpo caliente de Rogerio y la superficie metalica y dolorosamente helada de la Vickers MK I, la gran ametralladora pesada britanica, de 303 pulgadas, apoyada en un tripode.
– Pasame la caja que esta ahi al fondo -pidio Rogerio-. Son las municiones.
Matias cogio la caja y saco una cinta de balas, eran doscientos cincuenta proyectiles alineados uno al lado del otro, como dientes afilados y amenazadores, listos para rasgar la carne y astillar huesos. Rogerio encajo la cinta en la ametralladora, la empuno con las dos manos, sintio el gatillo en los pulgares y giro el arma.
– ?Hacia donde disparo?
– Suelta unos cuantos tiros hacia la segunda linea de la Mastiff Trench, justo al lado de los boches.
Rogerio apunto hacia la izquierda, calculo la posicion de la linea B de la Mastiff Trench, bien dentro de las posiciones alemanas que se extendian por delante, y apreto el gatillo. Un matraqueo ensordecedor lleno el pequeno refugio camuflado, las balas salian del canon en sucesion rapida y explosiva:
– Esta bien -dijo finalmente.
Matias se levanto, fue hasta el extremo del grueso cilindro de la Vickers, tanteo el metal caliente en busca de la abertura para la salida del agua y la encontro en la punta, por debajo, justo detras del cubrellamas. Desenrosco la abertura con los dedos, coloco la tetera por debajo del orificio y dejo que el agua hirviendo llenase el recipiente. Cuando la tetera estuvo llena, la aparto y dejo caer el resto del agua caliente en el suelo. Despues volvio a enroscar la tapa del orificio de evacuacion del agua y abrio el de entrada, en el extremo del cilindro, justo al lado de la mirilla. Rogerio le dio un garrafon con agua helada y Matias lo echo por el orificio hacia el interior del cilindro. Se oyo un prolongado, era el agua helada que enfriaba el canon casi incandescente. Terminada la tarea, el cabo enrosco la tapa, cogio la tetera cargada de agua caliente y se incorporo.
– Esto de enfriar la ametralladora con agua da un verdadero gustazo -comento con una sonrisa. Puso la mano izquierda en el bolsillo, cogio el paquete prometido de cigarrillos y se lo entrego al encargado de la Vickers-. Gracias, Rogerio.
Despues, se marcho tan campante, con la tetera repleta de agua hirviendo para el te del Canijo.
La Infanteria 8 termino el turno en las trincheras el 12 de diciembre. Al dia siguiente, aprovechando la jornada de descanso que habitualmente se le concedia a una unidad que acababa de abandonar las primeras lineas, Afonso solicito un pase B para abandonar el acantonamiento, requirio un caballo, un pesado ardennes blancuzco con matas de pelos negros del copete a la crin y manchas oscuras en los muslos y en el jarrete, y se fue al trote hasta el cuartel general del CEP en Saint Venant. Ya en las calles del pueblo se detuvo frente a un cartel insolito. «Aviso», anunciaba el cartel, que indicaba a continuacion: «Esta
– ?Asi que esto es la Gran Ganga? -le comento al centinela, en tono de provocacion, cuando se vio frente al edificio, en una bucolica zona verde defendida por un solido muro de piedra.
Gran Ganga era el nombre que los hombres usaban para referirse al cuartel general del CEP, por considerar que ahi era facil combatir en la guerra. El cuartel general de la 1a Division era la Ganga n.° 1, y el de la 2a Division era la Ganga n.° 2, los recintos donde hormigueaban las legiones de combatientes de la retaguardia, los bravos guerreros que hacian de los hoteles y de los restaurantes sus sangrientos campos de batalla, los indomables heroes que, en vez de las trincheras grises de Fauquissart, de Neuve Chapelle y de Ferme du Bois, preferian arriesgar la vida en las suaves arenas de las playas de Ambleteuse, Etaples y Boulogne.
El oficial se apeo del caballo, le acaricio el lomo, se lo entrego a un ordenanza y cruzo a pie el porton de entrada hacia el terreno de la Gran Ganga. Era una mansion majestuosa, de dos pisos y enormes ventanas, la principal situada en la primera planta, sobre la entrada, y senalada por la reja rectangular de hierro forjado que protegia un pequeno balconcillo. El capitan atraveso el destartalado jardin que se extendia frente a la mansion, paso entre un elegante Ford T y un elegante Bugatti Tippo 10 estacionados frente a la puerta y entro en el cuartel general.
Afonso tenia un amigo en el cuartel general. Se trataba del teniente Trindade, su companero de pupitre en la Escuela del Ejercito, que trabajaba en la secretaria del general Tamagnini Abreu. Trindade era el antiguo cadete conocido en la escuela como el Mocoso, debido al celebre incidente feliz en una clase, cuando