salida de una patrulla de escucha, destinada a obtener informaciones sobre lo que ocurria en las posiciones enemigas.
El problema es que las noticias de Portugal concentraban la atencion de todo el mundo; los soldados y oficiales especulaban sobre el futuro de su presencia en Flandes. Aun no se sabia a ciencia cierta cual seria el rumbo de los acontecimientos, si el mayor Sidonio Paes venceria, si Portugal pondria termino a su participacion en la guerra, pero bastaba con que se planteara la hipotesis para minar el espiritu combativo. Nadie queria morir siendo tan proximo el regreso a casa, y por ello Vicente,
– Caramba, sargento, ?por que nosotros? -se quejo Vicente, gesticulando con vehemente indignacion.
– Callate y vistete -indico Rosa, extendiendoles a los dos hombres los impermeables blancos.
Estos uniformes se utilizaban con el fin de camuflarse en paisajes nevados y para que los soldados se confundiesen con el manto helado que lo cubria todo con una serenidad alba.
– Entonces, ?por que no viene tambien el capitan?
– Callate y vistete.
– Siempre la misma mierda con los oficiales -murmuro Vicente, furioso, mientras se ponia los pantalones blancos con gestos bruscos-. Eructan despues de comer filetes de pescado, y los que nos jugamos el pellejo somos nosotros. A ver si el tiene cojones para venir con nosotros.
– Ya te he dicho, Manitas, que te calles.
– Los gringos de la derecha ya han cambiado, mientras tanto nosotros aun estamos aqui, en esta pocilga, chapoteando en el barro como unos marranos.
Vicente se referia a la 25a Division britanica del XI Cuerpo, que ocupaba la linea a la derecha de Ferme du Bois y a la que, dias antes, habian sustituido por la 42a Division del XV Cuerpo del I Ejercito de la BEF. Las tropas portuguesas empezaban a ver como sustituian a sus vecinos para que fuesen a descansar y aspiraban a lo mismo.
– No te lo advierto mas -farfullo el sargento, que apunto el indice hacia Vicente, amenazador-. Vuelves a decir algo y la semana de descanso vas de guardia a las letrinas, ?has oido?
El soldado siguio refunfunando, pero ahora de modo imperceptible. Abel,
Como siempre que frecuentaban la primera linea, se impuso un silencio respetuoso al pisar las tablas de la pasadera de la linea del frente, en el puesto avanzado de Duck's Hill. Aquel era el ultimo reducto antes de enfrentarse al enemigo; por alli accederian al punto mas peligroso de todos, la Tierra de Nadie. El sargento hizo una sena y los dos hombres armaron las bayonetas y se sentaron en las banquetas, aguardando la llegada del oficial. El capitan Afonso Brandao aparecio en Duck's Hill hacia las nueve de la noche con un rollo de cable telefonico desactivado bajo el brazo y se sento junto a los hombres que partirian para la patrulla de escucha.
– Esta es una operacion sencilla -indico, con un hilo de voz-. Quiero vigilancia del terreno sin intervencion, ?entendido?
Los dos soldados se quedaron en silencio. El manto oscuro de la noche ocultaba sus rostros, solo era posible distinguir un vago contorno de las siluetas. Afonso se sintio incomodo con aquel silencio.
– ?Entendido? -repitio.
– ?Que debemos vigilar? -quiso saber Vicente.
Afonso reviro los ojos, impaciente. Era evidente que el soldado estaba disgustado y se hacia el que no entendia, no era posible que estuviese desde hacia dos meses en las trincheras y aun no supiese en que consistia una patrulla de escucha.
– Quiero que comprueben si hay movimiento de patrullas enemigas y el numero de soldados, pero no quiero tiros, solo informacion -dijo con toda la paciencia que conseguia reunir, extendiendoles el rollo de cable telefonico que habia llevado consigo-. Lleven el cable para usarlo como cordon. Un estiron significa que han llegado y que estan bien; dos estirones para regresar; tres estirones si detectan patrullas enemigas, seguidos del numero de estirones segun el numero de boches; y cuatro estirones si opinan que la patrulla enemiga representa un peligro para nuestras lineas. ?Entendido?
– Si, mi capitan -asintio Vicente, resignado.
– Adelante, muchachos. Buena suerte… y tengan cuidado.
Los dos hombres se colocaron las Lee-Enfield en bandolera, cogieron el cable de telefono, entregandole una punta al sargento Rosa, se hicieron con el alambre-guia, que los conduciria por un sendero abierto entre la marana de los rollos de alambre de espinos, se subieron a las banquetas y saltaron en silencio desde el parapeto, sumergiendose en la noche. Afonso y el sargento se asomaron por el parapeto para seguirles la pista y sintieron, sin verlos, como Vicente y Abel rastreaban lentamente por la nieve, segun el trayecto que marcaba el alambre- guia, hasta que, unos metros mas adelante, dejaron de ser perceptibles sus movimientos. Aguzaron la vista, intentando distinguirlos, pero no captaron nada. Afonso no pudo dejar de pensar que existian posiblemente patrullas alemanas que tambien circulaban por alli, invisibles y silenciosas, traicioneras y peligrosas, y no deseo estar en la piel de los dos hombres que acababa de mandar a desafiar a la muerte en la Tierra de Nadie.
El capitan y el sargento se quedaron un largo rato en el parapeto, mirando la inmensidad de las tinieblas que se extendia frente a ellos. Solo unos tiros o rafagas ocasionales rompian el silencio que se habia abatido sobre las lineas. A cierta altura, un «Very Light», proveniente del lado aleman, se encendio en el cielo y comenzo a descender con lentitud, lanzando una luminosidad casi diurna sobre la Tierra de Nadie. Era una luz extrana y aterradora, tenia algo de siniestro, parecia de otro mundo. Habia algunos a quienes les parecia hermosa, pero el capitan sentia un invariable estremecimiento de miedo siempre que veia aquel fulgor sobrenatural cerniendose sobre las lineas. Intentando abstraerse de los sentimientos sombrios que generaba el «Very Light», Afonso y Rosa se esforzaron por aprovechar la visibilidad y detectar presencia humana en aquella faja de terreno inhospito, presencia que sabian cierta. Pero el paisaje se mantenia muerto, la luz revelaba solo los arboles tristemente encorvados, amputados y calcinados, alzandose como espantapajaros, las sombras girando con suavidad por el suelo en una rotacion contrapuesta al faro que cruzaba el cielo, crateres excavados en la tierra, un manto blanco de nieve resplandeciendo luminosamente bajo el fulgor frio del «Very Light» que bajaba suspendido de su pequeno paracaidas. El foco de luz murio cerca del horizonte, y, en aquellos largos instantes de claridad, no vislumbraron senales de Vicente y Abel, como si ambos se hubiesen volatilizado de la Tierra de Nadie.
Al cabo de diez minutos, un unico estiron del cable telefonico indico que los dos soldados habian llegado a la posicion de observacion. Tranquilizado, Afonso se sento en la banqueta, dejando que el sargento vigilase la Tierra de Nadie, y encendio un cigarrillo inclinado sobre si mismo, protegiendo la lumbre, con sus manos enguantadas, del viento cortante y, sobre todo, de las miradas enemigas. Pasaron los minutos y, por mas que aguzasen el oido o intentaran discernir algo en la oscuridad, Afonso y el sargento Rosa no tuvieron ninguna indicacion proveniente de la patrulla. El capitan sabia que, con aquella nieve desparramada por el suelo, no deberia mantener a los dos hombres mucho tiempo en la Tierra de Nadie, so pena de que sufriesen hipotermia, por lo que, al cabo de media hora, le hizo una sena al sargento.
– Ordenales que vuelvan.
El sargento Rosa tiro dos veces del cable telefonico y se quedo vigilando desde el parapeto. Diez minutos despues, los bultos de los dos soldados emergieron de la noche, blancos de frio, y entraron en la linea del frente. Les castaneteaban los dientes, tenian los brazos helados, temblaban sin parar. Se sentaron en las banquetas y se doblaron sobre si mismos, encogiendose en busca de calor. El sargento les extendio un vaso de aguardiente, que bebieron de un trago, avidos del ardor del alcohol que entro en su cuerpo y les calento las visceras.
– ?Y? -pregunto Afonso cuando le parecio ver que los hombres estaban algo recuperados.
– No hay novedades, mi capitan -dijo Vicente,
– ?Ningun movimiento?
– Nada.
– ?Para donde fueron ustedes?