su padre como fuente de repuestas para las multiples dudas que la asaltaban.
– Pero, papa, ?por que ellos tienen la piel oscura?
– Es por el sol, hija.
La nina miro la blancura marmorea de su brazo: la piel revelaba el tono claro de la leche, albo y suave como marfil.
– Pero yo tambien tomo el sol… y soy clarita.
– Es que ellos, en su tierra, toman mucho mas sol que nosotros, son meses y meses de sol, sin ver nubes casi nunca.
Agnes lanzo una mirada esceptica.
– ?Meses de sol? Entonces, ?no tienen invierno?
– Parece que no. Monsieur, Dongot, aquel gordinflon que a veces va a la tienda a encargar unos envios a Hue, el del bigote, ?sabes?, pues el ha ido a Indochina y me conto que en los tropicos nunca usan chaqueta y que el agua de la playa esta caliente como si la hubiesen calentado en una tetera.
Agnes se quedo unos minutos mirando las figuras exoticas que se movian a su alrededor, imaginandolas en un mundo de sol y aguas hirvientes, un mundo donde no hacian falta chaquetas y donde las personas se ponian oscuras por el calor. Era dificil creer en eso, pero si su padre lo decia…
La figura dominante de la Torre Eiffel se impuso finalmente sobre el parque del Trocadero. Los Chevallier admiraron aquel monumento de hierro que los atraia desde el otro lado del rio como un iman, un magneto fascinante, imponente, poderoso, gigantesco. Cruzaron Pont d'Iena, ensanchado especialmente para la Exposicion y, entre dos
Los Chevallier fueron a almorzar unas
– Papa, ?que dice monsieur Dongot de las personas que vio por alli? -quiso saber Agnes mientras saboreaba el queso derretido dentro de la crepe.
– ?Que vio donde? ?En Indochina?
– Si.
– Dice que son unos salvajes, unos primitivos, parecen unos chinos oscuros y solo comen arroz.
– ?Son simpaticos?
– Da la impresion de que a monsieur Dongot no le gustan demasiado. -Guino el ojo-. Pero eso no quiere decir nada: probablemente a ellos tampoco les gusta monsieur Dongot.
Cogieron despues un pequeno y simpatico tren que circulaba por el perimetro de la Exposicion y, confortablemente instalados en los asientos de los alegres vagones, admiraron la asombrosa torre, de cerca era sin duda mayor y mas imponente de lo que parecia de lejos o en las ilustraciones y postales. Siguieron por el Quai d'Orsay para apreciar los palacios y pabellones a lo largo del Sena, donde estaban las delegaciones internacionales, el Reino Unido, Espana, Estados Unidos, Grecia, Portugal, Austria, y tambien las pequenas delicias, cosas
Se apearon y alzaron la cabeza, observando la enorme torre de hierro que escalaba el cielo frente a ellos.
– ?Si, vamos! -grito el pequeno Gaston con entusiasmo, que daba saltitos de excitacion.
Las ninas y su madre se miraron, recelosas.
– ?No sera peligroso? -pregunto Agnes, que se acordo de las conversaciones en la tienda de su padre, sobre todo del argumento segun el cual la torre estaba condenada a caerse por desafiar las leyes de la gravedad.
– Que disparate, ninas -protesto Paul-. ?Hemos venido a Paris y no vamos a subir a la torre? Para colmo, podemos ir en ascensor, es algo muy moderno, ya vereis.
Agnes siguio vacilante, con miedo a subir a semejante altura, pero, movida por la curiosidad, se unio al grupo: al fin y al cabo, era una aventura que compartiria mas tarde con sus companeras del instituto, si no subiese, se burlarian de ella todo el ano. Los Chevallier se colocaron en la larga cola para subir a lo mas alto de la torre. Cuando les llego el turno, entraron en una gran caja acristalada. Se cerraron las puertas, la caja dio un tumbo, se estremecio y, ante la gran admiracion de todos, comenzo a subir lentamente. Michelle se puso nerviosa y se tapo los ojos, pero su marido y sus hijos se mostraban excitadisimos, el ascensor se habia inventado hacia pocos anos y su instalacion en la torre probaba que alli se habia concentrado toda la tecnologia punta. Subieron al primer piso, visitaron la sala de espectaculos, pasaron por los dos restaurantes y por el bar angloamericano, fueron a apreciar la vista y despues se reunieron nuevamente en la cola del ascensor.
– Esta torre es una ciudad -comento Paul, fascinado-. Una verdadera ciudad. ?Habeis visto que alli hay tambien una tienda de tabacos y una de fotografias?
Se elevaron hasta el segundo piso, asombrados porque alli tambien habia tiendas, un bar y una imprenta donde se imprimia una edicion especial de
– Me parece que esta vez no subo -dijo Michelle, que cogio de la mano a Gaston y Francois.
– ?Y por que? -se sorprendio Paul.
– Es muy alto, me da miedo.
– A mi tambien me da miedo, papa -anadio Agnes.
– Pero ?que es lo que os da miedo,
– Dicen que esto puede caerse.
– Pero ?que mania! Si se cae, ya estamos aqui, da igual que estemos en el segundo o en el tercer piso, es lo mismo. Ademas, ?no quereis ir a visitar el sitio mas alto del mundo?
– ?Yo quiero ir, yo quiero ir! -gritaron Gaston y Francois a coro, sin parar de dar saltos.