su padre como fuente de repuestas para las multiples dudas que la asaltaban.

– Pero, papa, ?por que ellos tienen la piel oscura?

– Es por el sol, hija.

La nina miro la blancura marmorea de su brazo: la piel revelaba el tono claro de la leche, albo y suave como marfil.

– Pero yo tambien tomo el sol… y soy clarita.

– Es que ellos, en su tierra, toman mucho mas sol que nosotros, son meses y meses de sol, sin ver nubes casi nunca.

Agnes lanzo una mirada esceptica.

– ?Meses de sol? Entonces, ?no tienen invierno?

– Parece que no. Monsieur, Dongot, aquel gordinflon que a veces va a la tienda a encargar unos envios a Hue, el del bigote, ?sabes?, pues el ha ido a Indochina y me conto que en los tropicos nunca usan chaqueta y que el agua de la playa esta caliente como si la hubiesen calentado en una tetera.

Agnes se quedo unos minutos mirando las figuras exoticas que se movian a su alrededor, imaginandolas en un mundo de sol y aguas hirvientes, un mundo donde no hacian falta chaquetas y donde las personas se ponian oscuras por el calor. Era dificil creer en eso, pero si su padre lo decia…

La figura dominante de la Torre Eiffel se impuso finalmente sobre el parque del Trocadero. Los Chevallier admiraron aquel monumento de hierro que los atraia desde el otro lado del rio como un iman, un magneto fascinante, imponente, poderoso, gigantesco. Cruzaron Pont d'Iena, ensanchado especialmente para la Exposicion y, entre dos trinck-hall, entraron en el Champ-de-Mars, el coloso metalico que rasgaba el cielo a su frente. El espacio de alrededor estaba ocupado por vistosos edificios de hierro y cristal, a la derecha el Cineorama y el Palais de la Femme, detras de estos el Palais de l'Optique, a la izquierda el Credit Lyonnais, el quiosco de los tabacs etrangers, el exotico Panorama du Tour du Monde con su rica y compleja fachada dominada por una pagoda japonesa, un minarete turco y una torre de Angkor, bailarinas camboyanas atrayendo a mirones frente a la puerta principal, al lado el pequeno chale de madera del Club Alpin, y despues el Palais du Costume. Por debajo de la Torre Eiffel se extendia un jardin geometrico frances, con dos kiosques a la musique ejecutando ruidosas marchas militares, y a ambos lados se delineaban pequenos lagos sinuosos integrados en un armonico jardin paisajistico tropical, helechos arborescentes, palmeras de estipites esbeltas, arbustos vigorosos, caminos serpenteando entre la verdura, puentes sobre el agua, nenufares deslizandose suavemente en la superficie, serenos, delicados.

Los Chevallier fueron a almorzar unas crepes au fromage et au jambon al restaurante entre el Palais du Costume y el edificio de Postes et Telegraphes, con vistas al lago y a la Torre Eiffel.

– Papa, ?que dice monsieur Dongot de las personas que vio por alli? -quiso saber Agnes mientras saboreaba el queso derretido dentro de la crepe.

– ?Que vio donde? ?En Indochina?

– Si.

– Dice que son unos salvajes, unos primitivos, parecen unos chinos oscuros y solo comen arroz.

– ?Son simpaticos?

– Da la impresion de que a monsieur Dongot no le gustan demasiado. -Guino el ojo-. Pero eso no quiere decir nada: probablemente a ellos tampoco les gusta monsieur Dongot.

Cogieron despues un pequeno y simpatico tren que circulaba por el perimetro de la Exposicion y, confortablemente instalados en los asientos de los alegres vagones, admiraron la asombrosa torre, de cerca era sin duda mayor y mas imponente de lo que parecia de lejos o en las ilustraciones y postales. Siguieron por el Quai d'Orsay para apreciar los palacios y pabellones a lo largo del Sena, donde estaban las delegaciones internacionales, el Reino Unido, Espana, Estados Unidos, Grecia, Portugal, Austria, y tambien las pequenas delicias, cosas mignonnes como la Maison du Rire, el Grand Guignol, la Roulotte, la Chanson Francaise, los Tableaux Vivants, el restaurante rumano, el bistrot checo. Recorrieron la Esplanade des Invalides, con sus palacios consagrados al mobiliario, a la tapiceria, a la porcelana, a la cristaleria, y dieron media vuelta, nuevamente el Quai d'Orsay y despues la plaza grande y bulliciosa del Champ-de-Mars, dejando atras el monstruo de Eiffel y sumergiendose en la larga alameda de platanos gigantes, un jardin geometrico con cesped, arbustos y arriates floridos, alrededor los elegantes edificios art nouveau de la Exposicion Universal, una maravilla babilonica ornada de palacios colosales, todos animados por multiples banderas tricolores, a la izquierda el magnifico Palais des Mines y de la Metallurgie, despues el chic Palais des Fils, Tissus et Vetements, seguido del imponente Palais des Industries Mecaniques, enfrente el imperial Palais de l'Electricite y el soberbio Chateau d'Eau. «Esperen hasta la noche, mes dames et messieurs, esperen hasta la noche para ver al hada electricidad iluminando estas maravillas, hasta la noche, si, cuando la noche se hace dia y el hombre triunfa sobre las tinieblas», clamo el guia. Agnes sono con estas palabras, sono con la noche iluminada por aquella hada encantada; mientras sonaba el tren sorteo una curva y paso delante del quimerico Palais des Industries Quimiques, los kiosques a la musique siempre ejecutando ruidosas marchas militares, despues el agitado Palais des Moyens du Transport, seguido por el macizo Palais du Genie Civil, finalmente el fino Palais de l'Enseignement, Sciences et Arts; el pintoresco tren completo el paseo y volvio a la Torre Eiffel, dirigiendose ahora de nuevo hacia el Quai d'Orsay con destino a los Invalides, pero los Chevallier ya habian visto todo, ya era suficiente, ahora querian quedarse por aqui, era hora de ver las cosas mas de cerca.

Se apearon y alzaron la cabeza, observando la enorme torre de hierro que escalaba el cielo frente a ellos.

– On y va?-pregunto Paul, desafiando a la familia a subir a lo alto de la torre.

– ?Si, vamos! -grito el pequeno Gaston con entusiasmo, que daba saltitos de excitacion.

– Ouuuiiii! -asintio Francois.

Las ninas y su madre se miraron, recelosas.

– ?No sera peligroso? -pregunto Agnes, que se acordo de las conversaciones en la tienda de su padre, sobre todo del argumento segun el cual la torre estaba condenada a caerse por desafiar las leyes de la gravedad.

– Que disparate, ninas -protesto Paul-. ?Hemos venido a Paris y no vamos a subir a la torre? Para colmo, podemos ir en ascensor, es algo muy moderno, ya vereis.

Agnes siguio vacilante, con miedo a subir a semejante altura, pero, movida por la curiosidad, se unio al grupo: al fin y al cabo, era una aventura que compartiria mas tarde con sus companeras del instituto, si no subiese, se burlarian de ella todo el ano. Los Chevallier se colocaron en la larga cola para subir a lo mas alto de la torre. Cuando les llego el turno, entraron en una gran caja acristalada. Se cerraron las puertas, la caja dio un tumbo, se estremecio y, ante la gran admiracion de todos, comenzo a subir lentamente. Michelle se puso nerviosa y se tapo los ojos, pero su marido y sus hijos se mostraban excitadisimos, el ascensor se habia inventado hacia pocos anos y su instalacion en la torre probaba que alli se habia concentrado toda la tecnologia punta. Subieron al primer piso, visitaron la sala de espectaculos, pasaron por los dos restaurantes y por el bar angloamericano, fueron a apreciar la vista y despues se reunieron nuevamente en la cola del ascensor.

– Esta torre es una ciudad -comento Paul, fascinado-. Una verdadera ciudad. ?Habeis visto que alli hay tambien una tienda de tabacos y una de fotografias?

Se elevaron hasta el segundo piso, asombrados porque alli tambien habia tiendas, un bar y una imprenta donde se imprimia una edicion especial de Le Figaro. Dieron un nuevo paseo para observar Paris y se colocaron una vez mas en la cola del ascensor para subir al tercer y ultimo piso.

– Me parece que esta vez no subo -dijo Michelle, que cogio de la mano a Gaston y Francois.

– ?Y por que? -se sorprendio Paul.

– Es muy alto, me da miedo.

– A mi tambien me da miedo, papa -anadio Agnes.

– Pero ?que es lo que os da miedo, mon Dieu?

– Dicen que esto puede caerse.

– Pero ?que mania! Si se cae, ya estamos aqui, da igual que estemos en el segundo o en el tercer piso, es lo mismo. Ademas, ?no quereis ir a visitar el sitio mas alto del mundo?

– ?Yo quiero ir, yo quiero ir! -gritaron Gaston y Francois a coro, sin parar de dar saltos.

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