– Falta un minuto.
Se quedaron callados, temiendo la inminencia del estruendo.
– ?Nos daran realmente bacalao para cenar? -pregunto Vicente, que rompio el tenso silencio.
– He ido a la cantina y Matos lo ha confirmado -dijo Matias-. Bacalao con patatas y aceite. Y habra vino.
– Seguro que es una trola -rezongo Vicente, desconfiado de la calidad del tinto-. ? Y de postre?
– Arroz con leche.
– ?No hay torrijas? -pregunto Abel, rascandose la cabeza piojosa-. Para mi, una Navidad sin torrijas no es Navidad.
– Joder, Canijo, mira que estas exigente -intervino Baltazar, ya recuperado del ataque de risa y de tos-. Dentro de poco vas a exigir cama con sabanas lavadas, almohadas y pijama. Y si estas agarrado a una tia con un respetable par de tetas y un buen felpudo, aun mejor.
Un violento rugido interrumpio abruptamente la conversacion. El aire estallo y se sacudio, agitandose en ondas sucesivas, tremendas, y la tierra se puso a temblar bajo el impacto de los estallidos.
– Ha comenzado -grito Vicente, mas para si mismo que para los demas.
Las detonaciones venian de atras, seguidas por un zumbido que sobrevolaba las lineas y explosiones que se sucedian del lado aleman. Las baterias portuguesas se encontraban diseminadas por la linea de las aldeas, hacia la retaguardia, y disparaban furiosamente sobre las posiciones enemigas. Eran piezas de 75, de tiro tenso, y obuses de 4,5 pulgadas, con fuego mas prolongado. Cada canon descargaba cuatro tiros por minuto los primeros diez minutos, lo que provocaba un caos aterrador.
– ?Habeis visto esta mierda? -pregunto Baltazar entre el rugido de la artilleria portuguesa-. Que falta de categoria, bombardear de esta manera al enemigo el dia de Nochebuena. ?Que van a pensar los boches?
– Si -coincidio Matias,
– Esto es realmente un golpe bajo.
– Bombardear a los boches en la vispera de Navidad nos va a traer mala suerte -vaticino Vicente, impresionado por el canoneo.
– Callate, Manitas.
– Esperad a ver -repitio Vicente, alzando el indice como quien lanza una advertencia-. Esto nos traera mala suerte.
Al cabo de diez minutos, el bombardeo disminuyo de intensidad. De cuatro tiros por minuto, la artilleria portuguesa paso a dos tiros por minuto. El estruendo siguio siendo violento, pero se notaba que ahora se habia vuelto algo menos cerrado. Transcurrida media hora, el ataque se suspendio abruptamente.
El silencio volvio a las trincheras y los lanudos se quedaron apoyados en las paredes de barro, los sonidos de las baterias retumbaban aun en los timpanos, todos esperando nerviosamente la respuesta de los alemanes.
– Deben de estar todos cabreados -susurro Baltazar, temiendo que hablar alto fuese la gota de agua que colmase el vaso de la paciencia del enemigo-. Esto va a traer tela, ya vereis.
Siguieron esperando, pero nada, los alemanes no se movieron, ni un tiro. Nada. Esperaron, esperaron, pero solo respondio el silencio.
– Tragaron y callaron -comento por fin Vicente, en el fondo sin creer que eso fuese verdad, era tal vez un deseo, una suplica, una esperanza.
Al cabo de quince minutos, sin embargo, empezaron finalmente a creer que no habria contraofensiva inmediata y se relajaron un poco, fumando un cigarrillo tras otro. Inesperadamente, Baltazar lanzo un grito de alarma.
– ?Atencion, gas!
Los companeros dieron un salto y miraron con ansiedad alrededor, asustados, procurando evitar en vano la temida nube de color, mientras las manos acudian freneticamente en busca de las mascaras.
– ?Gas? ?Donde?
Baltazar hizo presion con su barriga y, con un ruido aparatoso, libero la flatulencia retenida en los intestinos.
– Gas alubia -exclamo el Viejo antes de echarse a reir de nuevo a carcajadas-. Categoria, categoria.
Los hombres se miraron, agobiados, y volvieron a sentarse. Matias suspiro y se quedo meneando la cabeza, con una sonrisa condescendiente dibujada en los labios.
– Muy gracioso.
Instantes despues, el sargento Rosa aparecio en el lugar y se sento en cuclillas junto a los hombres. Venia jadeante, el temor de la contraofensiva alemana lo obligaba a correr agachado, lo que resultaba agotador. Aprovecho la pausa en la ronda para recuperar el aliento.
– ?Y? -jadeo-. ?Novedades?
– Los boches estan quietos, mi sargento -informo Matias.
– Ya me he dado cuenta.
– ?Por que razon hay tan pocos hombres nuestros en las trincheras, mi sargento?
– La brigada dio orden de dispersar a la gente por los campos, alla atras, en la linea de las aldeas, por si se produce la contraofensiva de los boches.
– ?Y nosotros?
– Alguien tenia que quedarse en las trincheras, ?no? Les ha tocado a ustedes y a unos cuantos mas.
– Siempre la misma mierda -rezongo Vicente,
– No vale la pena que insultes; los boches, por lo visto, no han reaccionado -lo amonesto el sargento Rosa.
– Por ahora, mi sargento, por ahora -insistio Vicente-. Espere a vuelta de correo.
– Pero ?que ave de mal aguero! -comento Matias con tono reprobador. El cabo sabia que los presagios del Manitas tenian un efecto negativo en el peloton.
– ?Cuando sirven el bacalao? -pregunto Baltazar, igualmente preocupado por el efecto de los malos augurios de Vicente y decidido a aligerar la conversacion y cambiar de tema. Como tenia siempre en la mente el rancho, para colmo con el menu especial de Nochebuena avivandole el apetito, creyo que este era un tema magnifico para distraer al grupo-. He oido decir que esta noche, para la cena, va a haber unos platos de categoria…, y yo ya estoy con un hambre…
– No habra bacalao para nadie -interrumpio el sargento secamente.
– ?Como? -se sorprendio Matias-. Pero Matos me ha dicho que…
– Se ha suspendido el rancho en la cantina.
– ?Que?
– Disculpen, muchachos, pero son ordenes superiores -explico Rosa, turbado por ser el portador de aquellas noticias-. Quieren a todo el mundo en su puesto durante la noche, la borrasca va a continuar.
– ?Oh, no! -protesto Baltazar-. Pero que cabronada.
– Lo lamento, pero, como he dicho, son ordenes. Van a tener que conformarse con el
– ?Que el «cornebif» se lo coma su puta madre! -rugio Vicente, furioso y sublevado, dando un intempestivo puntapie a un saco de arena. Lanzo una sarta de tacos-. ?Apuesto cualquier cosa a que la mierda del bacalao va a ir a parar a la mesa de los oficiales!
Nadie quiso apostar, era evidente para todos que el bacalao se destinaria a los «pajaros» carboneros de la retaguardia.
– Pero ?de que borrasca esta hablando, mi sargento? -pregunto Matias, atento a las anteriores palabras de Rosa.
– Va a haber un nuevo bombardeo a las siete de la tarde.
– ? Otra vez?
– Otra vez -confirmo el sargento, que se incorporo para proseguir la ronda. No queria quedarse alli aplacando las protestas. Dio un paso para marcharse, vacilo, miro hacia atras y esbozo una timida sonrisa-. Feliz Navidad, muchachos.