despedimos. Quedo acordado que habria una nueva tregua en Ano Nuevo para que, una vez reveladas las fotografias, nos diesemos copias. Volvimos a las trincheras y el resto del dia siguio en paz. A veces nos lanzabamos mensajes de un lado al otro, unos ofreciendo puros, otros prometiendo suvenires, y por la noche volvieron los canticos. Ellos tenian el mismo repertorio de la manana. Nosotros, los oficiales britanicos, ademas del Tipperary, les brindamos una valiente interpretacion del My little grey home in the west, del Home sweet mome y, claro, del God save the King, todo con muchos aplausos y aclamaciones efusivas al mismo tiempo. -Suspiro-. Fue realmente un dia extraordinario.

– Al dia siguiente volvieron los tiros -dijo Afonso.

– Not really -replico Gleen, meneando la cabeza-. Las cosas se mantuvieron en calma hasta el 26, nadie queria disparar el primer tiro. La artilleria abrio fuego de la retaguardia, pero la infanteria seguia quieta. A veces, cuando un alto oficial aparecia en las trincheras, disparabamos unos tiros al aire, para disimular. Ellos tambien disparaban y, una o dos horas despues, se disculpaban, alegando que un general habia pasado por alli. En Ano Nuevo todo siguio igual. Algunos hombres se encontraron junto al alambre de espinos de la Tierra de Nadie para entregar las fotografias de Navidad. Las cosas siguieron asi durante meses; solo nuestra gran ofensiva de marzo de 1915, lanzada justamente aqui, en Neuve Chapelle y Ferme du Bois, puso fin a ese estado de cosas.

– ?Y toda esa confraternizacion de Navidad solo se dio en este sector? -quiso saber el capitan portugues.

– No, fue generalizada -replico Gleen-. Creo que dos tercios de la linea del frente britanico, que en aquel momento se situaba entre Saint Eloi y La Bassee, interrumpieron la guerra. Se dice que hasta los franceses y los belgas, que odian a los jerries por haber invadido sus tierras, confraternizaron con el enemigo. Fue todo muy parecido en todas partes. Los canticos, las luces de los pequenos arboles de Navidad, los apretones de mano, las fotografias, los intercambios de regalos, el rechazo a reanudar la guerra…

– He oido decir que hasta jugaron al football -apunto el teniente Cook con una sonrisa.

– Tambien yo lo he oido, si, pero no vi nada y nunca conoci a nadie que diese testimonio de ello de primera mano. Pero se hablo mucho. Se decia que, en ciertos sectores, nuestros hombres jugaron al football con los Fritz. Unos aseguran que todos anduvieron chutando una lata de corned-beef otros hablan de pelotas improvisadas con trapos. Llego incluso a publicarse en un periodico de Londres la noticia de que un partido entre nuestros tommies y los jerries termino 3-2, a favor de ellos. Pero esos son rumores. Yo personalmente no vi nada.

– ?Las otras navidades fueron tambien asi? -quiso saber Afonso.

– No fue tanto, aunque efectivamente hubo confraternizacion. El Alto Comando dio instrucciones rigurosas para que no hubiese comportamiento amistoso con el enemigo, pero esas ordenes no se cumplieron en todas partes. En 1915, los soldados confraternizaron en Laventie, por ejemplo. -Senalo la retaguardia de la izquierda, detras de Fauquissart-. Y el ano pasado, aunque no hubo dialogo ni encuentros entre tommies y jerries, tampoco hubo combates, a pesar de que se dieron algunos disparos de artilleria. De cualquier modo, y en lo que respecta a la infanteria, casi puede decirse que no se dispararon tiros en las tres navidades de esta guerra.

Los tres oficiales se quedaron sentados en el borde del parapeto, con la mirada perdida en la neblina de la Tierra de Nadie, escrutando las lineas enemigas, adivinando intenciones, buscando senales. Una bandada de aves irrumpio con fragor sobre las trincheras. Era una vision rara, los pajaros nunca venian a visitar aquel volcan de fuego y muerte. Afonso suspiro, casi feliz, observando a las pequenas aves posandose en los arboles calcinados y rompiendo el silencio con sus alegres canciones de enamoramiento.

– Me muero de curiosidad por saber que va a ocurrir esta noche -comento Afonso.

– Usted lo que quiere es conversar con los boches. -Cook se rio, con tono de provocacion.

– Bien…, ?y por que no? -admitio el portugues-. Debe de ser interesante conocer asi al enemigo, hablar con el. Los unicos boches que he visto al natural eran prisioneros o eran bultos distantes que desaparecian en un santiamen.

– Pero mire que el Alto Comando no lo va a consentir.

– Al Alto Comando que lo parta un rayo. ?Que haran ellos si yo, en Nochebuena, converso con el enemigo? ?Me mandaran a las trincheras?

– Si usted fuese britanico, lo enviarian ante el tribunal de guerra.

– ?Que? No me digas que detuvieron a todos los que confraternizaron en 1914…

– No, claro que no. Pero hubo oficiales que sufrieron sanciones disciplinarias en 1915, y los reglamentos, desde entonces, se hicieron mas duros en lo que se refiere a la confraternizacion con el enemigo.

– Pues entre nosotros no existe esa preocupacion -sonrio Afonso-. Las ventajas de ser portugues. ›-?Que pretende hacer?

– ?Yo? Nada. Pero, cuando surjan los canticos, no me callare, sera un concierto fabuloso. Si los boches se ponen a cantar el O Tannenbaum, respondemos con el Malhao, Malhao, ya veras. Y si ellos nos sueltan el Wacht am Rhein, la gente del 8 les devuelve un vira del Mino. Y si los tipos insisten con el Stille Nacht, nosotros le respondemos con un fadino de la Severa. -Se froto las manos, anticipando con impaciencia el espectaculo que montaba en su imaginacion-. Sera una maravilla.

El teniente Cook le explico al capitan Gleen las intenciones de Afonso. Gleen meneo la cabeza.

– Usted no puede hacer eso.

– ?Por que?

– Porque los jerries no deben ver el estado en que se encuentran las tropas portuguesas.

– ?Por que?

– Si ellos ven como estan ustedes, todos rotos y desharrapados, cansados y ansiosos por salir de aqui, delgados, sucios y sin afeitar, yo no quiero estar cerca. Saltaran sobre ustedes con toda la fuerza que tienen.

– ?Rompen la tregua?

– No. Saltan encima despues de la tregua. Despues.

– Ah -exclamo Afonso, que se quedo cavilando sobre esa observacion.

– Es imprescindible que no haya contacto entre portugueses y jerries, el Alto Comando insiste mucho en eso. Si hay confraternizacion, el enemigo se da cuenta en un instante de que ustedes son potencialmente vulnerables en nuestro sistema defensivo.

– ?Combatimos mal?

– No es exactamente eso -atenuo Gleen-. Digamos que da la impresion de que sus hombres ya llevan demasiado tiempo en las trincheras. ?Cuando llegaron aqui?

– ?Adonde? ?A Francia?

– A las trincheras.

– Bien, la 1a Division ocupo sus posiciones en el frente de combate a finales de mayo, y nuestra brigada, que pertenece a la 2a Division, entro en las trincheras exactamente el dia 23 de septiembre.

– Hum, mayo y septiembre… -repitio Gleen, haciendo las cuentas mentalmente y contando los dedos como si fuesen meses-. Por tanto, si no entiendo mal, la 1a Division esta combatiendo desde hace siete meses seguidos y la 2a Division desde hace tres. Mire, si fuesen fuerzas britanicas, ya habria llegado la hora de regresar a la retaguardia para un descanso prolongado, en especial la 1a Division. Ningun soldado aguanta estar tantos meses seguidos hundido en charcos de barro con bombas que estallan a su alrededor y balas que vuelan constantemente sobre su cabeza. Fijese en los jerries de ahi enfrente, por ejemplo. Hace poco tiempo estaban en aquellas trincheras, del otro lado, los hombres de la 50a Division. Pues los ultimos prisioneros que capturamos nos revelaron que esos ya se fueron a descansar. Ahora estan alli los tipos de la 44a Division, tambien pertenecientes al VI Ejercito de Von Quast. Asi pues, de un lado hay jerries frescos y del otro unos portugueses fatigados. -Se sorbio la nariz-. Si quiere que le diga la verdad, esto huele mal.

– ?Y que quiere que hagamos?

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