perdida, me tendio la mano y me saco de una situacion muy dificil. No puedo pasar por alto que eso ocurrio. Ademas, no soy capaz de responder con ingratitud.
– Muy bien, pero, si lo elegiste, ahora tienes que asumir tu opcion, no puedes jugar con mis sentimientos.
– Alphonse, no seas nino. Estoy aqui, te he elegido, ?que mas quieres?
– La eleccion ya la hiciste en Boulogne. Esta hecha, no actues ahora como si nada hubiese ocurrido.
Agnes se quedo mirandolo durante un buen rato, evaluando la situacion, intentando decidirse. Al cabo de una pausa interminable, suspiro.
– Muy bien, veo que no me quieres. No vale la pena insistir. -Dio media vuelta y se dirigio resueltamente hacia la puerta-.
El capitan se quedo inmovil, atonito, viendola partir, abismado en su propia reaccion. La deseaba ardientemente, nada queria mas en la vida que no fuese la reconciliacion, aquel encuentro lo liberaba de aquella pesadilla que lo dominara la noche anterior. ?Y que hacia el? La rechazaba, la repelia, la ignoraba. Sintio que un orgullo incontenible dominaba su corazon y nublaba su facultad de razonar, comprendio que su comportamiento se habia vuelto rehen de ese inconmensurable sentimiento, egoista y arrogante, pero se sentia impotente para superarlo. Por encima de todo, deseaba hacer dificil su rendicion, hacerla sufrir, mostrarle que no podia disponer de el como queria, probarle que lo que le habia hecho tenia consecuencias. El problema es que quien sufria era el. Con el corazon deshecho, la vio salir de la sala de estar y desaparecer mas alla de la puerta. Se sintio confuso, experimento sensaciones contradictorias, su corazon se enfrento al orgullo, el peso del mundo se derrumbo sobre sus hombros, la respiracion se le volvio jadeante, pesada, angustiosa. Se agito, torturado por la duda, dividido en cuanto a lo que habia hecho y en cuanto a lo que tendria que hacer. Sintio que los segundos se agotaban, cada segundo lo alejaba un poco mas de Agnes, cada instante volvia irrevocable la separacion. Torturado por un doloroso conflicto interior, dio tres pasos hacia delante, se detuvo, retrocedio, volvio a avanzar, casi corriendo, se detuvo nuevamente, la indecision lo desgarraba. Despues de una ultima vacilacion, vencio la voz del corazon. Echo a correr, cruzo los pasillos, paso por la recepcion y salio del hotel. Vio a Agnes subiendo en una calesa y temio que ella se fuese sin verlo.
– ?Agnes! -grito. Su voz retumbo en las calles desiertas de Merville a esas horas de la madrugada-. ?Agnes!
Durante un largo instante le parecio que ella lo ignoraba. Pero la baronesa se inmovilizo cuando subia a su asiento y volvio la cara, enfrentandolo. Afonso se acerco a la carrera.
– ? Que deseas? -le pregunto ella, expectante.
El capitan se acerco a la calesa, jadeante, con su pecho que subia y bajaba, tomando aire.
– Espera -dijo. Se detuvo para recuperar el aliento-. Disculpa lo que te he dicho. -Trago saliva-. ?Te quedas conmigo?
Ella lo miro con intensidad.
– ?Estas hablando en serio?
– Nunca he hablado mas en serio en mi vida. ?Te quedas conmigo? -dijo con actitud suplicante-. Por favor…
Su rostro se ilumino con una amplia sonrisa.
– ?Claro que me quedo, tonto!
Agnes bajo de la calesa y se echo en sus brazos. Se besaron avidamente, felices, aliviados, Afonso la enlazo y la llevo de nuevo al hotel, cinendola contra su cuerpo, con las cabezas inclinadas una en la otra, tocandose con ternura. Pidio de nuevo las llaves al recepcionista, con el brazo libre cogio la maleta que habia dejado junto al mostrador, subieron las escaleras aferrados el uno al otro, el capitan puso la llave en la cerradura, abrio la puerta, tiro la maleta a la derecha, cerro la puerta y ambos cayeron en la cama.
Hicieron el amor despacio, con carino, con pasion, emocionados, reconciliados, con las manos siempre enlazadas las unas en las otras. Se quedaron despues un buen tiempo abrazados, gozando del momento, intercambiando susurros y caricias. Cuando salio finalmente el sol, Afonso suspiro y miro el reloj.
– Mi amor, es terrible, pero tengo que irme -dijo.
– ?Adonde tienes que ir?
Afonso suspiro.
– Tengo que presentarme en el batallon, mi licencia ya esta agotada.
– ?Vas a las trincheras? -Si.
– ?No puedes olvidarte de ir?
– Poder, puedo, pero eso tendria consecuencias. Recibiria un castigo disciplinario y, peor aun, me quitarian la licencia que me dieron para despues de Navidad. ?Crees que merece la pena?
Agnes cerro los ojos.
– No. Si tienes que ir, ve.
– No te enfades, es mi deber.
La francesa se sento en la cama de espaldas a el, se cubrio la cara con las manos y comenzo a sollozar.
– Ve.
Afonso se acerco, la cogio por la espalda y la beso en el cuello.
– Ten calma, mi amor, ten calma -murmuro con los labios pegados a los oidos de Agnes.
Agnes sollozaba, amargada. Aparto las manos de su cara y lo miro, con sus ojos, de un verde luminoso, brillando entre las lagrimas.
– ?Y si te ocurre algo,
– No me ocurrira nada, querida, quedate tranquila.
– Pero eso no depende de ti, puede ocurrir. Mira lo que le paso a Serge…
– No, mi flor, me han destinado a las tareas administrativas -le mintio repentinamente inspirado-. ?Has oido? Ya no tengo que combatir, solo que ocuparme de papeles, de la burocracia.
Ella aparto la cabeza y lo miro a los ojos, inquiriendo la verdad.
– Vraiment?
Afonso mantuvo la mirada solo lo suficiente. Despues la atrajo hacia si, temia bajar la vista y que sus ojos delatasen la mentira.
– Claro,
Capitulo 8
Los soldados se quedaron con la boca abierta y los ojos fijos en el cielo en un gesto de asombro. Una vasta cortina de luz llenaba el firmamento, dibujando un fantasmagorico arco de colores que se perdia en las alturas. El destello luminoso danzaba en silencio, como un majestuoso y magnifico armonio, las profundas tinieblas celestiales se habian pintado con manchas de luz amarilla, verde, roja, azul incluso. Era algo nunca visto, una vision pasmosa, un prodigio que llenaba de fascinacion o de terror a los hombres en la Tierra. La cascada brillante y colorida se deslizaba suavemente, muy despacio, en un lento y ondulante movimiento, llena de misterio, sublime en su majestuosidad. Un murmullo respetuoso se alzo de Ferme du Bois, varios lanudos cayeron de rodillas rezando, habia incluso quien temblaba de miedo, Dios se manifestaba, la Virgen regresaba, o si no, pensaban ciertos soldados mas supersticiosos, era la furia del mas alla que estaba a punto de desencadenarse sobre ellos, miserables pecadores sumergidos en el barro y en la nieve. Algunos hombres, pasado el estupor inicial, comenzaron a gritar y a huir por las trincheras, temian el castigo divino, otros se quedaban pegados al suelo contemplando aquel vasto incendio celeste que iluminaba la noche como una hoguera gigante.
– Una aurora boreal -comento Afonso, encantado con el singular espectaculo que le proporcionaba el cielo.
Era la noche del 20 al 21 de diciembre, el batallon, horas antes, habia acabado de instalarse en las trincheras para enfrentarse a un enemigo mas desgastador que los alemanes: el frio. Se acercaba la Navidad y un hielo