– Senor teniente, por favor. Usted…

– Cesario, por favor. Llameme Cesario.

– Perdon. Cesario. ?Usted conoce algun soldado llamado Carlos?

– ?Carlos que?

Agnes miro hacia atras y le repitio la pregunta a Germaine, que meneo la cabeza, no conocia otro nombre, solo aquel. La baronesa volvio a encarar al teniente Trindade.

– Solo Carlos.

– Hay montones de Carlos en el CEP, m'dame. ?Sabe al menos a que batallon pertenece ese Carlos?

Germaine no lo sabia. Agnes le agradecio al teniente y volvio al lado de la muchacha, explicandole que, sin ninguna identificacion mas precisa, seria imposible localizar al joven, Carlos era tan comun entre los portugueses como Charles entre los franceses. Germaine se tapo la cara con las manos y lloro desconsoladamente. Agnes intento animarla y para convencerla de que harian algo por ella, tomo nota del incidente, dirigiendosela al mayor Ezequiel. Diez minutos despues, acompano a Germaine hasta la puerta y la vio marcharse abatida, desesperada, entregada a su destino.

– Eso es muy comun -comento negligentemente el teniente Trindade, apoyado en la puerta y acabando un cigarrillo-. Ya la semana pasada vino aqui una vieja cheposa, abuela de otra chica, a insultarnos a todos. -Solto una bocanada de humo-. ?Huy, que vieja bruja!

Agnes lo escucho en silencio, simulo una sonrisa leve y se retiro. Volvio a su escritorio, pero ya no fue capaz de proseguir con su trabajo. Se sentia cansada, deprimida y deseo ardientemente el encuentro con Afonso que, pronto, si asi Dios lo queria, vendria de las trincheras.

La Brigada del Mino abandono las primeras lineas la noche del 28 de diciembre, sustituida por la 2a Brigada de la 1a Division. La Infanteria 8 recibio orden de marcha y partio de Ferme du Bois II, al abrigo de la oscuridad, hasta Upton Road, giro a la derecha en la Queen's Mary Road, paso por Senechal Farm, en Lacouture, cruzo el canal La Lawe hasta Vieille Chapelle, llego a la linea ferrea en Zelobes y se estaciono en Paradis South, en plena linea de las aldeas. Despues de acompanar a los hombres hasta sus posiciones de descanso, Afonso fue a la brigada a recoger el permiso que le habia prometido Trindade. Con el documento en la mano, siguio, muy fatigado, hasta el Hotel Metropole, en Merville.

Agnes llevaba dos horas sentada en el sofa de la recepcion esperandolo, ansiosa y nerviosa, con el corazon en un puno. El miedo le atormentaba el alma. ?Toda habria ido bien? ?Estaria el sano y salvo? ?Y si ocurrio algo esta ultima semana y nadie dijo nada? Se mordio la piel de las unas y sintio que le dolia el estomago, la ansiedad que la consumia contrastaba con su aspecto sofisticado. La francesa se habia arreglado con primor, para recibirlo con sus mejores galas: estaba exuberante, con un vestido malva de mousseline de soie y perfumada, como siempre, con los deliciosos aromas de L'heure bleue. Cuando lo vio, por fin, entrar en el foyer del hotel, con manchas de barro y con la mirada vidriosa y fatigada, grandes ojeras oscuras que ensombrecian aun mas su rostro sucio, se le echo en los brazos, feliz y aliviada: habia vuelto vivo y eso era todo lo que le interesaba. El abrazo fue intenso, pero el olor nauseabundo que exhalaba el capitan la llevo a abreviar su efusividad.

– Tengo mucha hambre -le confeso el capitan al oido; se sentia debil.

– Si-sonrio Agnes, haciendo una mueca por el mal olor que despedia-. Pero primero un bano.

Afonso se resistio, queria comer. La francesa ordeno una cena a los camareros y aprovecho para pedirles que primero calentasen agua. Una vez que le entregaron una gran jarra de agua en la habitacion, ella misma desvistio al portugues y lo condujo hasta la banera, donde hizo que se sentase en el largo recipiente de hierro fundido apoyado en patas con forma de garra, le echo el agua caliente en el cuerpo y lo froto con jabon de miel, sin olvidar la zona genital, lo que lo desperto del sopor de la fatiga, le provoco una ereccion que le hizo lanzarle una mirada maliciosa.

– Ahora no -dijo Agnes con una sonrisa que era, en realidad, una promesa; quien dice «ahora no» deja sobrentendido «despues si»; el blando «pas maintenant» de la francesa contenia el germen de un ardiente «oui».

Fue esa misma noche cuando, por primera vez, Agnes tuvo la verdadera nocion de que los hombres, al regresar de las primeras lineas, vienen hechos unos autenticos animales. Cuando salio del bano, Afonso se aferro a ella, aun mojado, pero el sonido de alguien que llamaba a la puerta lo obligo a frenar su impulso, lo que no fue facil. Agnes fue hasta la puerta y una camarera le entrego una bandeja con la cena y se llevo el uniforme inmundo, los calcetines y los calzoncillos del capitan para lavarlos, ademas de las botas, que tambien requerian una buena limpieza. El menu incluia un cassoulet de cordero que Afonso, sentado en la cama, devoro avidamente con la ayuda de un pain de campagne; relleno el pan con las salchichas, las alubias y la carne del cassoulet y rego abundantemente la comida con un vin ordinaire, un tinto seco de buen sabor. Agnes estaba impresionada por la voracidad con la que el portugues atacaba el plato, parecia llevar varios dias sin comer. Mientras disfrutaba del cassoulet, Afonso no conversaba y solo emitia grunidos de satisfaccion. Eructo al final, ahito, puso la bandeja en el suelo y, temblando por anticipado, arranco deprisa el vestido de mousseline de Agnes y la penetro sin demora, con abandono, con urgencia, ella debajo aun poco lubricada, el grito enseguida, pronto su cuerpo se calmo, vino el silencio, ella se quedo quieta durante unos segundos, sintio que la respiracion del hombre se hacia profunda, oyo un ronquido, se sorprendio, ?seria lo que estaba pensando? Le movio la cabeza y comprobo, decepcionada y ya sin sorpresa, que el dormia como un tronco.

Afonso paso quince horas sumergido en un sueno profundo. Agnes se paso toda la manana sola, viendolo roncar pesadamente. A veces el se agitaba, perturbado. Hablaba solo y llego a dar un grito. En momentos asi, la francesa lo abrazaba y lo besaba, le susurraba «tout va bien, tout va bien», mientras le pasaba los dedos por el pelo castano y apaciguaba su sueno agitado. Agnes encargo el almuerzo y comio junto a la ventana, decidida a no perturbar el descanso del soldado, no habia dudas de que habia llegado exhausto, le petit pauvre.

El capitan no desperto hasta media tarde, con los ojos hinchados de sueno y con leganas negras, el polvo de las trincheras que los parpados expulsaban. Fue a lavarse la cara y se puso a comer lo que quedaba del almuerzo, un canard d'orange servido con arroz, sin importarle que el plato ya estuviese frio, ya se habia acostumbrado a eso desde hacia mucho tiempo. Con expresion descansada, se mostro mucho mas hablador que en la vispera, haciendo preguntas sobre lo que habia pasado durante la semana.

– ?Y la Nochebuena?

– Me senti sola, te eche de menos -se lamento Agnes-. ?Y tu?

– No quiero hablar de eso -dijo Afonso con un gesto nervioso-. Bombardeamos a los boches y ellos respondieron con granadas y tiros de mortero el dia 25. Murieron tres hombres y hubo unos diez heridos.

– Lo lamento -balbucio la francesa, acariciandole el pelo.

– C'est la guerre -comento el capitan, con un resignado encogimiento de hombros mientras comia un trozo mas del suculento canard.

– ?Sabes que has tenido un sueno muy agitado?

– ?Yo?

– Si, tu. ?Te acuerdas de lo que sonaste?

– No -dijo el, masticando el pato-. No me acuerdo.

– ?Fue con la guerra?

– No me acuerdo.

– ?Sueles sonar con la guerra?

Afonso suspiro.

– Si, a menudo. Tengo muchas pesadillas.

– ?Que tipo de pesadillas?

– Que se yo, sueno con la muerte de soldados que conozco, sueno que me quedo mutilado, sin piernas ni brazos, sueno que me mandan avanzar por la Tierra de Nadie y que no puedo correr, las piernas me pesan como plomo; sueno que voy a matar a un boche y descubro que el es mi padre. Ese tipo de suenos.

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