Afonso no paraba de sorprenderse por la ingeniosa capacidad de camuflaje de la artilleria portuguesa. Los canones se escondian en hoyos distribuidos por los campos detras de su sector, y la disimulacion era tan eficaz que hacia ya dos meses que el enemigo no lograba detectar ni alcanzar una sola pieza del CEP. La Infanteria 8 estaba actuando de apoyo a la linea de las aldeas en el sector de Laventie, por detras de Fauquissart, y el capitan aprovecho la manana tranquila para ir a observar un canon Schneider-Canet de 7,5 centimetros que habian ocultado cerca de su puesto, detras de la Rue de Paradis. La pieza de artilleria permanecia disimulada dentro de un refugio al que los soldados llamaban «Elefante», un hoyo protegido por chapas de hierro onduladas y gruesas, de forma cilindrica, ligadas por rinconeras y tapadas con tierra y vegetacion, y cuya boca parecia un corto tunel que surgia del suelo.

– Que me caiga muerto si los boches consiguen encontrar esta alabarda -murmuro Afonso para si, contemplando con admiracion aquella obra de perfecto camuflaje.

Sintio pasos a la derecha y vio a Joaquim acercarse a la carrera con una hoja de papel en la mano izquierda y la Lee-Enfield balanceandose colocada en bandolera. El capitan fijo los ojos en la hoja y reconocio el Folhetim de Guerra, un impreso que los alemanes arrojaban regularmente a las lineas portuguesas a tiros de mortero y que caia a este lado en paquetes metidos en los proyectiles que los muchachos llamaban «ananas».

– ?Y, Joaquim? -saludo Afonso-. ?Traes ahi el Diario de Noticias de Berlim?

– Si, mi capitan -confirmo el ordenanza, jadeante, extendiendole el impreso-. Arrojaron esto esta manana.

– Vamos a ver si es mejor que el mulero de las trolas -comento el capitan con ironia, refiriendose a la forma en que era conocido el boletin diario de las operaciones emitido por el CEP. Cogio la hoja, con el titulo Folhetim de Guerra bien visible en la cabecera y abajo todo el texto redactado en portugues-. Dejame ver esto.

Corria el dia 25 de enero de 1918 y la hoja era del 30 de diciembre. Era un ejemplar atrasado, pero traia novedades. El primer titular anunciaba de manera muy destacada que habia una «desmovilizacion de las tropas en Portugal» y que solo se exceptuaban las «tropas portuguesas que se encuentran en los diversos teatros de guerra». El capitan estudio el estilo de la redaccion, lo que hacia siempre que echaba un vistazo a un ejemplar como aquel, y reforzo su conviccion de que el redactor del texto era alguien que habia vivido en Portugal. O era un portugues o, si no, se trataba de un aleman que conocia a fondo la lengua portuguesa. El tema se discutia mucho entre los oficiales, divididos entre las dos hipotesis. Afonso pensaba que se trataba de un compatriota, probablemente un prisionero de guerra, pero tambien podia ser un monarquico, ya que era conocida la simpatia que muchos monarquicos sentian por Alemania. Sin llegar a grandes conclusiones en aquel instante, pero siempre atento a los detalles que pudiesen ofrecerles nuevos indicios, el capitan paso a la segunda noticia, la cual, bajo el titular «Portugal y los aliados», informaba de la existencia de malas relaciones entre el nuevo Gobierno de Sidonio Paes y los Ejecutivos de Londres y Paris; indicaban que «Inglaterra se opone con todos los medios a todo cuanto el nuevo Gobierno resuelva». La sospecha de que el autor del texto era un monarquico portugues se atenuo a traves de la lectura de otro tramo de la misma noticia, especialmente la referencia a la restauracion de la Monarquia, proyecto que, segun la hoja alemana, «ni los propios monarquicos portugueses apoyarian, sabiendo, comprobado esta, que el joven rey don Manuel se halla completamente en manos de los ingleses y avasallado por ellos». Este ambiguo fragmento ofrecia el indicio de que el autor del texto podria no ser un monarquico. Es cierto que muchos monarquicos simpatizaban con los alemanes y se mostraban criticos con el Rey en el exilio, pero acusarlo de ser un vasallo de los ingleses parecia demasiado fuerte. Ahora bien, si el autor del panfleto no era un monarquico, reflexiono Afonso, solo podria tratarse de un prisionero, seguramente un oficial. Medito un breve instante sobre que llevaria a un militar a traicionar de aquella forma al pais y, dandose cuenta de que no tenia respuesta porque no conocia las circunstancias en que se encontraba el traidor, volvio a la hoja. La tercera noticia, «Un exito aleman en Africa», narraba un combate en Mozambique entre fuerzas alemanas y portuguesas, y la ultima informacion del Folhetim de Guerra era que habian sido apresados en Lisboa dos antiguos ministros portugueses de la Guerra, el general Barreto y el coronel Pereira.

– ?Y esta? -se sorprendio Afonso despues de emitir un largo silbido en cuanto leyo los nombres-. Pereira en chirona. Si, senor, muy bonito.

El capitan dio media vuelta y avanzo en direccion al puesto con el impreso en la mano, habia alli suficiente informacion para llenar una manana de conversacion con el Zanahoria o hasta con Tim. Nadie ignoraba que aquel era material de propaganda, pero lo cierto es que tales «noticias» solian tener algun fundamento, el problema era analizar los textos y saber interpretarlos, buscar la verdad por detras de la retorica. Todos sabian que habia noticias que el CEP jamas dejaba traslucir y que la mejor manera de tener acceso a ellas era a traves de aquellos boletines de propaganda enemiga. Entre los militares predominaba la conviccion de que la verdad se situaba en algun sitio entre las dos versiones, la dificultad era localizarla con exactitud en la enorme distancia que separaba a ambas propagandas.

Absorto en sus pensamientos, el oficial no reparo en la llegada del capitan Resende, «el lisboeta-que-era- gordo-y-adelgazo», para quien Afonso y Mascarenhas habian preparado dos meses antes una memorable recepcion al novato en las trincheras.

– Hola, capitan Brandao -saludo Resende, muy sonriente, que venia de la direccion de Laventie.

– ?Eh? Ah, hola, capitan Resende -repuso Afonso, como si estuviese despertando.

– Hola y adios, digo yo.

– ?Ah, si? Adios, pues, adios.

– Hombre, cuando digo «adios» es exactamente «adios». Me marcho.

– ?Ah, si? ?Adonde? ?Se va a Paris?

– ?Que Paris ni que diablos! -Resende se rio, realmente de buen humor-. Me voy a Lisboa, caramba, me voy a casa.

Afonso se ablando, admirado de tal revelacion.

– ?A casa? ?Como?

– En tren, ?como habria de ser? En tren, caramba.

– ?Pero si usted acaba de llegar! ?Como es eso de que se va a casa? Que yo sepa, la guerra aun no ha terminado.

– ?Que me importa la guerra! Puede no haber terminado para usted, capitan Brandao, pero fijese: ha terminado para mi. ?Me marcho y me cago en toda esta mierda!

Afonso se quedo pasmado, aun indeciso en cuanto al significado de aquellas palabras.

– Disculpe, capitan, pero no lo entiendo. ?Quien ha autorizado su partida?

– Sidonio, caramba, ?quien si no?

– ?Sidonio Paes?

– Si, claro. Me voy yo, se van Almeida, Cabral, Carrito y un monton de gente mas que tenia relacion con Sidonio. Vamos a hacer unas comisiones en Lisboa, cosas importantes, aunque no sean de naturaleza militar. De cualquier modo, ya era hora de que el pais reconociese nuestro valor.

Para Afonso ahora todo estaba claro. Irritado, su rostro enrojecio, sobre todo al oir el nombre del capitan Cabral, aquel que en Tancos intento incitarlo a unirse al general Machado Santos para sublevarse contra los embarques a Francia. Junto con otros oficiales sediciosos, Cabral fue detenido y enviado a la fuerza a Flandes, mientras que ahora se lo premiaba con un regreso anticipado a casa. Bajando la voz y frunciendo el ceno, Afonso formulo la pregunta siguiente con tono acusatorio.

– ?Usted ha hecho palanca para salir de aqui?

– ?Oiga, capitan! -repuso el otro, escandalizado, y hasta ofendido-. Yo no huyo de mis responsabilidades. Usted no me conoce, pero yo soy un hombre de bien, cumplidor de mis deberes, fiel a la patria y a la Republica. De mala gana, se lo digo sinceramente, de muy mala gana regreso a Portugal. Si quiere saberlo, la verdad es que nunca quise ir, pero Sidonio… -Hizo un gesto vago, como si buscase la palabra adecuada-. Mire, Sidonio es un tipo formidable, un hombre derecho, amigo de sus amigos. Mando decir que me necesitaba. No que el me necesitaba, que la patria me necesitaba. Me resisti, se lo aseguro, estimado capitan Brandao, me resisti. Pero ese individuo es tremendo, tiene un poder de persuasion impresionante, es una fuerza de la naturaleza, un arrebato. De modo que, ?ay de mi!, me deje convencer. Me marcho con el corazon destrozado, puede creerlo, puede creerlo, pero me marcho con el sentimiento del deber cumplido. Y si la patria me necesita en Lisboa, ?que quiere que haga?

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