autobus parado. No habia rastro de Sandy.

Entonces la vio otra vez, cuando el autobus arranco, unos cien metros delante de el, ?todavia corriendo!

– ????Sandy!!!! -grito.

Ella se detuvo en seco un momento y miro en su direccion, como preguntandose a quien le estaba gritando.

Para no dejarle ninguna duda, Grace movio el brazo freneticamente y echo a correr hacia ella, gritando:

– ?Sandy! ?Sandy! ?Sandy!

Pero ella ya estaba alejandose otra vez, desapareciendo tras una curva. Dos policias a caballo patrullaban, avanzando en su direccion, y por un momento estuvo a punto de pedirles ayuda. Pero se cruzo a toda prisa con ellos, consciente de sus miradas recelosas.

Entonces, en la distancia, vio la pared amarilla de un edificio. Ella paso corriendo por delante de un semaforo rojo y un contenedor, cruzo un puente, y dejo atras un edificio y un grupo de autobuses.

Luego se detuvo junto a un BMW plateado aparcado y parecio buscar algo en su bolsa, la llave, supuso Grace.

Y, de repente, se planto a su lado, respirando con gran dificultad.

– ?Sandy! -exclamo euforico.

Ella volvio la cabeza, resoplando con fuerza, y le dijo algo en aleman.

Y, entonces, mirandola bien por primera vez, se dio cuenta de que no era Sandy.

No era ella en absoluto.

Se le cayo el alma a los pies, como un ascensor al que se le rompia el cable. Tenia su mismo perfil, increiblemente igual, pero su cara era mas ancha, mas plana, mucho mas corriente. No podia verle los ojos, porque llevaba gafas de sol, pero no le hizo falta. No era la boca de Sandy; era una boca pequena y fina. No era la tez bonita y sedosa de Sandy; esta cara tenia marcas de acne juvenil.

– Yo… Lo siento. Lo siento mucho.

– ?Es ingles? -dijo ella con una sonrisa cordial-. ?Puedo ayudarle?

Ahora la mujer tenia la llave en la mano, pulso el mando y las puertas quedaron desbloqueadas. Abrio la del pasajero y rebusco en el interior. Grace escucho el tintineo de las monedas.

– Lo siento -dijo-. Yo… Me he equivocado. La he confundido… Creia que era alguien a quien conozco.

– ?He olvidado la hora! -Se dio un golpecito en un lado de la cabeza, para indicar su estupidez-. Aqui la policia multa muy deprisa. ?Los tiques son solo de dos horas!

Saco un punado de euros del bolsillo lateral de la puerta del coche.

– ?Puedo hacerle una pregunta, por favor? Mmm… ?Estuvo aqui, en el Englischer Garten, el jueves? ?A esta hora mas o menos?

Ella se encogio de hombros.

– Creo que si. Con este tiempo, vengo a menudo. -Se quedo pensando un momento-. ?El jueves pasado? - dijo.

– Si.

La mujer asintio.

– Estuve aqui, sin duda. Seguro.

Grace le dio las gracias y se dio la vuelta. Tenia la ropa pegada a la piel por culpa del sudor. Un hilito de sangre cruzaba su deportiva derecha. A unos metros de distancia, vio a Marcel Kullen caminando hacia el. Se sentia totalmente abatido. Saco el movil y se lo acerco a la oreja, mientras la mujer se dirigia a la maquina expendedora de tiques. Pero no estaba llamando a nadie. Estaba sacando una foto.

Capitulo 61

Cleo siguio escuchando atentamente. Estaba muy segura de haber oido un clic.

Detuvo el proceso de darle la vuelta al cadaver gris, esbelto y fragil y, con cuidado, bajo la espalda de la mujer hasta la mesa de acero inoxidable.

– ?Hola? -grito, la voz apagada por la mascarilla.

Luego, se quedo quieta, escuchando, mirando inquieta a traves de la puerta a las baldosas grises y silenciosas del pasillo.

– ?Hola? ?Quien anda ahi? -grito, mas fuerte, y noto que se le tensaba la garganta. Se quito la mascarilla, dejando que colgara de las tiras-. ?Hola?

Silencio. Solo el zumbido apenas perceptible de las neveras.

Un escalofrio recorrio su cuerpo. ?Se habia dejado abierta la puerta de fuera? Seguro que no, nunca lo hacia. Intento pensar con claridad. El hedor cuando habia abierto la puerta… ?La habia dejado abierta para que entrara algo de aire fresco?

Imposible, no habria sido tan estupida. Siempre cerraba la puerta; se bloqueaba sola. ?Por supuesto que la habia cerrado!

Entonces, ?por que no contestaba la persona que estaba ahi fuera?

Y en el fondo de su corazon acelerado, ya conocia la respuesta. Habia tipos raros que sentian fascinacion por los depositos de cadaveres. Habian entrado varias veces en el pasado, pero ahora, durante dieciocho meses por lo menos, los ultimos sistemas de seguridad habian actuado, de momento, como una medida disuasoria eficaz.

De repente, recordo la pantalla de la camara de circuito cerrado en la pared y la miro. Mostraba una imagen estatica en blanco y negro del asfalto delante de la puerta, el parterre y, mas alla, el muro de ladrillo. Las luces traseras y el parachoques trasero de su coche salian justo en el plano.

Entonces oyo el frufru inconfundible de ropa en el pasillo.

Se le puso la carne de gallina. Por un instante, se quedo paralizada, su cerebro a mil por hora, intentando agarrarse a algo. Habia un telefono en el estante junto al armario, pero no le daba tiempo de llegar a el. Miro a su alrededor freneticamente en busca de un arma que tuviera a mano. Por un instante considero, absurdamente, coger el brazo desprendido del cadaver. El miedo le tenso la piel; notaba el cuero cabelludo como si llevara un casquete.

El frufru se aproximo. Vio una sombra moviendose por las baldosas.

Luego, de repente, su miedo se transformo en ira. Quienquiera que anduviese ahi fuera, no tenia ningun derecho a estar aqui. Decidio que no iba a dejarse asustar o intimidar por un enfermo a quien le fascinaba entrar en los depositos de cadaveres. En su deposito de cadaveres.

Con unas pocas zancadas rapidas y resueltas, llego al armario, abrio la puerta, haciendo mucho ruido, y saco el mayor de los cuchillos de trinchar Sabatier. Luego, cogiendo el mango con fuerza, corrio hacia la puerta abierta. Y entonces, con un grito de terror, choco con una figura alta vestida con una camiseta naranja y pantalones cortos verde lima, que la agarro de los brazos y se los sujeto a ambos lados. El cuchillo cayo al suelo de baldosas con gran estruendo.

Capitulo 62

Marcel Kullen detuvo el coche junto a la acera y senalo al otro lado de la calle. En la esquina, Roy Grace vio una tienda grande de color beis. Tenia las ventanas flanqueadas de libros y el interior era oscuro. Las luces de dentro, colgadas de cuerdas, estaban encendidas, y proporcionaban mas decoracion que iluminacion. Le recordaron a unas luciernagas.

Unas letras grises elegantes en la fachada de la tienda rezaban: «THE MUNICH READERY». Otras anunciaban: «LIBROS DE SEGUNDA MANO EN INGLES».

– Solo queria ensenarte la libreria. Manana preguntare -dijo el inspector aleman.

Grace asintio. Se habia bebido dos cervezas grandes y se habia comido un bratwursi, sauerkraut y patatas, y estaba atontado. De hecho, le costaba trabajo mantener los ojos abiertos.

– Sandy leia mucho, has dicho, ?verdad?

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