– ?Deberia conocerla? -pregunto con torpeza, tanteando.
– No -respondio Grace-. Solo era una pregunta, por si acaso. El ultimo tema del que me gustaria que hablaramos esta noche es un seguro de vida que contrato para la senora Bishop.
Bishop meneo la cabeza, parecia verdaderamente estupefacto. O interpretaba muy bien.
– Hace seis meses, senor -dijo Grace-. Contrato un seguro de vida con el banco HSBC, para su mujer, por la cantidad de tres millones de libras.
Bishop sonrio como un estupido, sacudiendo la cabeza con energia.
– Imposible. Lo siento, pero no creo en los seguros de vida. ?Nunca en mi vida he contratado ninguno!
Grace lo examino unos momentos.
– ?Puedo hablar con claridad, senor? ?Me esta diciendo que no contrato un seguro de vida para la senora Bishop?
– ?Por supuesto que no lo contrate!
– Pues existe uno. Le sugiero que eche un vistazo a los extractos de sus cuentas. Esta pagando las cuotas.
Bishop nego con la cabeza, parecia atonito.
Y esta vez, por el movimiento de sus ojos, Grace vio que no mentia.
– Creo que no deberia decir nada mas -dijo Bishop-. No sin que este mi abogado presente.
– Seguramente es una buena idea, senor.
Capitulo 68
Unos minutos despues, Roy Grace estaba con Glenn Branson delante de la entrada de Sussex House, observando como las luces traseras del Bentley rojo oscuro de Bishop desaparecian al doblar una esquina a la derecha, debajo de ellos, por delante del enorme almacen de British Bookstores.
– Bueno, ?que piensas, viejo? -le pregunto Branson.
– Creo que necesito una copa.
Cogieron el coche y fueron al pub Black Lion, en Patchman, entraron y se acercaron a la barra. Grace invito a Glenn a una pinta de Guinness y pidio para el un Glenfiddich largo con hielo, luego se instalaron en un banco.
– No entiendo a este tipo -dijo Grace-. Es listo. Tiene una personalidad muy fria. Y me da la impresion de que si conoce a Sophie Harrington.
– ?Sus ojos?
– ?Lo has visto? -dijo Grace, satisfecho de que hubiera aprendido la leccion.
– La conoce.
Grace bebio un poco de whisky y, de repente, le apetecio un cigarrillo. Joder. Un ano mas y estaria prohibido fumar en los pubs. Ya podia aprovecharlo. Fue a la maquina y compro un paquete de Silk Cut. Rasgo el celofan, saco un pitillo y luego pidio fuego a la joven camarera de la barra. Dio una calada larga y profunda, saboreando cada segundo antes de que el humo le saliera por la boca.
– Deberias dejarlo. No te hace ningun bien.
Grace se encogio de hombros, indiferente.
– La vida no hace ningun bien -contesto-. Nos acaba matando a todos.
La melancolia cubrio el rostro de Branson.
– Dimelo a mi. Esa bala. ?Sabes? Dos centimetros mas a la derecha y me habria alcanzado la columna. Habria estado el resto de mi vida en una silla de ruedas. -Sacudio la cabeza, luego bebio un gran trago de cerveza-. Paso por toda la maldita rehabilitacion, vuelvo a casa y, en lugar de encontrar a una mujer carinosa que me cuida, ?con que me encuentro? ?Una puta mierda!
Se inclino hacia delante, acunando la cara en sus manos.
– Creia que solo tenias que comprarle un caballo -le sondeo Grace con delicadeza.
Su amigo no respondio.
– No se lo que cuesta comprar o mantener un caballo, pero recibiras una compensacion por la herida… Bastante dinero. Mas que suficiente, creo yo, para comprar un caballo.
De repente, la camarera de la barra que le habia dado fuego estaba a su lado.
– ?Puedo ponerles algo mas? Cerraremos dentro de poco.
Grace le sonrio.
– No, gracias.
Paso un brazo alrededor de Branson y palpo el ante suave de su chaqueta.
– ?Sabes lo ironico del tema? -dijo el sargento-. Te lo he contado, ?verdad? Entre en el cuerpo para que mis hijos pudieran estar orgullosos de mi. Ahora ni siquiera tengo permitido darles un beso de buenas noches.
Grace bebio un poco mas de whisky y dio otra calada al cigarrillo. Aun sabia bien, pero no tanto como antes.
– Colega, ya conoces la ley. No puede impedirtelo.
Se quedo mirando la larga barra de madera. Las botellas boca abajo y los espejos detras; los taburetes vacios de la barra y las mesas vacias a su alrededor. Habia sido un dia largo. Costaba creer que hubiera almorzado junto a un lago en Munich.
– Tu -dijo Glenn Branson de repente-. Ni siquiera te he preguntado como te ha ido. ?Que ha pasado?
– Nada -contesto-. Nada.
– No hagas lo que he hecho yo, Roy. No lo fastidies todo. Tienes algo bueno con Cleo. Valorala. Es un encanto.
Cuando Grace llego a la verja de hierro forjado de la casa adosada, poco despues de las once y media, Cleo ya estaba como una cuba.
– Necesito tu ayuda -le dijo por el interfono-. ?Dios mio, estoy pedo!
La cerradura electronica se abrio con un clic seco, como el ruido de una pistola al amartillarla. Grace entro y cruzo las losas de piedra iluminadas por un resplandor tenue de neon, hacia la casa de Cleo. Mientras se acercaba a la puerta, esta se abrio. Cleo estaba alli de pie, junto a lo que parecia el esqueleto boca arriba de un gigante, un cangrejo azul mutante.
Le puso la mejilla cuando el intento darle un beso en los labios, senalando a traves de su estado de embriaguez que todavia estaba enfadada con el.
– Es la cubierta dura de mi MG. Algun cabron me ha rajado la capota hoy. ?Puedes ayudarme a colocarla?
Grace no recordaba haber levantado algo tan pesado en su vida.
– ?Estas bien? -le pregunto, grunendo repetidamente mientras salian con la cubierta a la calle, tambaleandose.
Le decepciono la frialdad de Cleo.
– ?Es mucho mas ligera que un cadaver! -contesto ella alegremente, luego estuvo a punto de caerse de lado.
Recorrieron la calle oscura y silenciosa, pasaron por delante del Alfa Romeo de Grace, llegaron al MG de ella y dejaron la cubierta en el suelo. Grace miro el corte limpio de la capota.
– ?Cabrones! -dijo-. ?Donde te lo han hecho?
– En el deposito, esta tarde. No tiene sentido repararla. Volvera a pasar.
Con la mano temblorosa, Cleo intento torpemente pulsar el mando del coche, desbloqueo las puertas, entro y bajo la capota. Con mucho esfuerzo, sudando y maldiciendo, procedieron a colocar la cubierta en su lugar.
La tarea que tenian entre manos acaparo toda su atencion. Ni Roy Grace ni Cleo Morey se fijaron en la figura que, oculta entre las sombras de un callejon a poca distancia, los observaba con una sonrisa de satisfaccion.
Capitulo 69