Un desconocido guapo que parecia que fuese…

?Por que le estaba mirando a los labios?

?Por que estaba ella relamiendose los suyos?

– Bienvenido a Mayfair -se apresuro a decir ella. Lo que fuera con tal de romper el silencio. El silencio no la beneficiaba, no con este hombre, ya no-. Tendremos que invitarle a casa.

– Me encantaria -replico el aparentemente serio, y Olivia no salio de su asombro. No solo porque habia dicho que le encantaria, sino porque realmente pretendiese aceptar el ofrecimiento, que cualquier idiota habria visto que era solo por educacion.

– Perfecto -dijo ella convencida de que no estaba tartamudeando, solo que si hablaba tartamudeando un poco o como si tuviese algo en la garganta-. Si me permite… -Senalo la puerta, porque seguro que al interceptarle al paso el se habia fijado en que ella se dirigia hacia la salida.

– Hasta la proxima, lady Olivia.

Ella trato de dar con una contestacion ingeniosa, o incluso sarcastica y astuta, pero su mente estaba confusa y no se le ocurrio nada. El la miraba fijamente con una expresion que no parecia revelar nada de su persona y que, sin embargo, lo decia todo de ella. Tuvo que recordarse a si misma que sir Harry no conocia todos sus secretos; que no la conocia.

?Cielo santo! Pero si al margen de esta tonteria del espionaje, ?no tenia ningun secreto!

Y eso el tampoco lo sabia.

Un tanto entonada por la indignacion, Olivia le saludo con la cabeza; un movimiento leve y cortes, perfectamente adecuado para una despedida. Y entonces, recordandose a si misma que era lady Olivia Bevelstoke y que estaba como pez en el agua en cualquier situacion social, se giro y se fue.

Y cuando se le trabaron los pies, agradecio enormemente estar ya en el vestibulo, donde el no pudo verla.

Capitulo 4

Habia ido bien.

Harry se congratulo mientras observaba a lady Olivia saliendo apresuradamente de la sala. No es que se moviese a gran velocidad, en absoluto, pero tenia los hombros un poco encogidos y se habia recogido el vestido con la mano, levantando los bajos; aunque no muchos centimetros, sino como hacian las mujeres cuando tenian que correr. No obstante, ella se sujetaba el bajo, un gesto sin duda inconsciente, como si sus dedos creyeran que necesitaban prepararse para salir corriendo, aun cuando el resto de su persona hubiera decidido mantener la calma.

Ella sabia que el la habia visto espiandolo. El tambien lo sabia, naturalmente. Si no hubiese tenido esa certeza en el instante en que sus miradas se habian cruzado tres dias antes, lo habria sabido poco despues; porque ella habia echado las cortinas y no se habia asomado a la ventana ni una sola vez desde que el la descubriera.

Un claro reconocimiento de culpabilidad. Un error que un verdadero profesional no habria cometido jamas. Si el hubiese estado en su pellejo…

Claro que el nunca habria estado en su pellejo. No le gustaba el espionaje, nunca le habia gustado, y el Departamento de Guerra era plenamente consciente de ello. Pero aun asi, bien mirado, nunca le habrian pillado.

El desliz de Olivia habia confirmado sus sospechas. Ella era exactamente lo que aparentaba; la tipica nina de buena cuna, con toda probabilidad mimada. Tal vez un poco mas fisgona que la media; sin duda mas atractiva que la media. La distancia (por no hablar de las dos ventanas de cristal que los separaban) no le habia hecho justicia. No habia podido ver su cara, no del todo. Habia atisbado la forma, un poco parecida a un corazon y a la vez un poco ovalada; pero no habia visto sus rasgos, que tenia los ojos un tanto mas separados de lo normal y que sus pestanas eran tres tonos mas oscuras que sus cejas.

El pelo se lo habia visto con bastante claridad: suave, de color mantequilla, bastante rizado. No deberia haberle parecido mas seductor ahora que cuando lo llevaba suelto sobre los hombros, pero por alguna razon, a la luz de las velas, con ese rizo que le colgaba junto al cuello…

Habia sentido deseos de tocarla. Habia deseado tirar con suavidad del rizo solo para ver si al soltarlo volvia rapidamente a su sitio, y luego habia deseado sacarle las horquillas, una a una, y observar como cada bucle se le desprendia del peinado, haciendo que poco a poco pasara de la perfeccion gelida a ser una divinidad apoteosica.

?Santo Dios!

Y ahora Harry estaba declaradamente indignado consigo mismo. Sabia que aquella noche no deberia haber leido ese libro de poesia antes de salir. Y en frances, para mas inri. Esa maldita lengua siempre le ponia cachondo.

No recordaba la ultima vez que habia reaccionado asi ante una mujer. En su defensa habia que decir que ultimamente pasaba tanto tiempo enclaustrado en su despacho que habia conocido a muy pocas mujeres que pudieran obrar algun efecto en el. Llevaba ya varios meses en Londres, pero daba la impresion de que el Departamento de Guerra le adjudicaba siempre un documento u otro, y siempre necesitaban las traducciones lo antes posible. Y si se daba el milagro de que conseguia dejar su mesa despejada de papeles, entonces Edward decidia meterse en algun maldito lio (deudas, alcohol, mujeres que no le convenian). Edward no era selectivo en sus vicios, y el no lograba armarse de la suficiente crueldad como para dejar que su hermano se hundiera en sus propios errores.

Lo que significaba que el mismo raras veces tenia tiempo para equivocarse; o sea, para cometer deslices con el otro sexo. No es que se hubiese acostumbrado a vivir como un monje, pero a decir verdad ?cuanto tiempo hacia…?

Como nunca se habia enamorado, ignoraba si la carestia hacia el corazon mas proclive a encarinarse, pero despues de esta noche estaba totalmente convencido de que la abstinencia habia hecho el resto en un hombre hosco como el.

Era preciso que encontrase a Sebastian. La agenda social de su primo nunca se limitaba a un evento por noche. Dondequiera que fuese tras el concierto, sin duda incluiria a mujeres de dudosa moral. Y Harry iria con el.

Se dirigio hacia el otro extremo de la sala con la intencion de encontrar algo para beber, pero al dar un paso oyo varios gritos sofocados seguidos de la protesta:

– ?Esto no estaba en el programa!

Harry miro a uno y otro lado, luego hacia el escenario siguiendo la direccion general de las miradas. Una de las chicas Smythe-Smith habia retomado su posicion y parecia que se preparaba para tocar un impromptu en solitario (pero no improvisado, ?Dios no lo quisiera!).

– ?Dios misericordioso! -oyo Harry. Y ahi estaba Sebastian, de pie a su lado, contemplando el escenario sin duda con mas espanto que diversion.

– Me debes una -le dijo Harry, susurrando con maldad las palabras en el oido de Sebastian.

– Creia que habias dejado de contar.

– Esta deuda es impagable.

La chica empezo su solo.

– Puede que tengas razon -admitio Sebastian.

Harry miro hacia la puerta. Era una puerta preciosa, de proporciones perfectas y que conducia al exterior de la sala.

– ?Podemos irnos?

– Todavia no -dijo Sebastian con pesar-. Falta mi abuela.

Harry alargo la vista hacia la anciana condesa de Newbury, que estaba sentada con el resto de viudas aristocratas, con una amplia sonrisa y aplaudiendo.

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