– Pero ya has terminado el colegio, ?verdad? He recibido una nota de Pembroke College sobre tu matriculacion. -Volvio a fruncir las cejas, luego parpadeo unas cuantas veces, despues se encogio de hombros-. No me habia enterado de que habias solicitado el ingreso. -Y luego, como si se le acabara de ocurrir, anadio-: Bien hecho.
– No voy a ir.
Las palabras salieron de la boca de Harry atropellada e inesperadamente. ?Que estaba diciendo? ?Naturalmente que iria a Pembroke College! Era lo que queria. Lo que siempre habia querido. Le gustaba estudiar. Le gustaban los libros. Le gustaban los numeros. Le gustaba sentarse en una biblioteca, incluso cuando brillaba el sol y Sebastian lo sacaba a rastras a jugar al rugby. (Sebastian siempre ganaba esta batalla; en el sur de Inglaterra los dias soleados eran contados y cuando se podia habia que salir fuera. Por no decir que Sebastian era terriblemente persuasivo en todo.)
No habia en toda Inglaterra un joven que pudiera encajar mejor en la vida universitaria. Y, sin embargo…
– Voy a alistarme en el ejercito.
De nuevo las palabras salieron sin que mediara pensamiento consciente alguno. Harry se pregunto que estaba diciendo. Se pregunto
– ?Con Sebastian? -pregunto tia Anna.
Harry asintio.
– Alguien tiene que asegurarse de que no lo maten.
Sebastian lo fulmino con la mirada por la ofensa, pero saltaba a la vista que estaba demasiado contento por el giro de los acontecimientos como para replicar. El futuro militar siempre le habia producido sentimientos encontrados; Harry sabia que, pese a toda su bravuconeria, le tranquilizaria tener a su primo con el.
– No puedes irte a la guerra -dijo sir Lionel-. Eres mi heredero.
Todos los presentes en el salon (los cuatro, miembros de su familia) se volvieron al baronet con diversos grados de sorpresa. Con toda probabilidad era lo unico sensato que habia dicho en muchos anos.
– Tienes a Edward -dijo Harry con rotundidad.
Sir Lionel bebio, parpadeo varias veces y se encogio de hombros.
– Pues si, es verdad.
Era mas o menos lo que Harry esperaba que dijera y, sin embargo, sintio en sus entranas una persistente y honda decepcion. Y un profundo resentimiento.
Y dolor.
– ?Un brindis por Harry! -exclamo sir Lionel jovialmente, levantando su vaso. No parecia darse cuenta de que nadie mas se habia unido a el-. ?Buena suerte, hijo mio! -Inclino su vaso, pero entonces cayo en la cuenta de que hacia rato que no lo rellenaba-. ?Vaya, maldita sea! -murmuro-. ?Que lata!
Harry se hundio el la silla, pero al mismo tiempo empezo a sentir un picor en los pies, como si estuvieran listos para echar a andar. A correr.
– ?Cuando te vas? -pregunto sir Lionel, tras rellenar felizmente su vaso.
Harry miro hacia Sebastian, quien inmediatamente hablo.
– Debo personarme la semana que viene.
– Entonces yo tambien -le dijo Harry a su padre-. Necesitare el dinero para pagar el cargo, naturalmente.
– Naturalmente -repuso sir Lionel, respondiendo de forma instintiva al tono de voz de mando de Harry-. Bien… -Bajo los ojos hacia sus pies, luego desvio la vista hacia su esposa.
Esta miraba fijamente por la ventana.
– ?Ha sido estupendo veros a todos! -dijo sir Lionel. Dejo su vaso y camino a paso tranquilo hasta la puerta, perdiendo el equilibrio unicamente una vez.
Harry lo vio marcharse y experimento una curiosa sensacion de indiferencia ante la escena. Evidentemente, habia visualizado la imagen con anterioridad. No el hecho de alistarse en el ejercito, sino el de irse de casa. Siempre habia creido que se iria a la universidad como todo el mundo, que meteria sus cosas en el carruaje familiar y se marcharia. Pero su imaginacion se dejo llevar por toda clase de despedidas dramaticas que iban desde la gesticulacion absurda hasta las miradas gelidas. Sus favoritas tenian que ver con botellas lanzadas contra la pared, botellas de las caras; las de contrabando traidas de Francia. ?Seguiria su padre dando apoyo a los franchutes con sus compras ilegales ahora que su hijo se enfrentaria con ellos en el campo de batalla?
Harry clavo los ojos en el umbral vacio de la puerta. ?Que mas daba, en realidad! No tenia nada mas que hacer aqui.
No tenia nada mas que hacer en este lugar, con esta familia, se acabaron todas esas noches en las que llevaba a su padre a la cama y lo tumbaba cuidadosamente de lado para que, si volvia a vomitar, al menos no se atragantara al hacerlo.
Se acabo.
Se acabo.
Pero la sensacion era de mucho vacio, mucho silencio. Su partida estuvo marcada por… nada.
Y tardaria anos en darse cuenta de que lo habian enganado.
Capitulo 1
Dicen que mato a su primera esposa.
Eso basto para que lady Olivia Bevelstoke dejara de remover el te.
– ?Quien? -pregunto, porque lo cierto era que no habia estado escuchando.
– Sir Harry Valentine. Tu nuevo vecino.
Olivia miro fijamente a Anne Buxton y luego a Mary Cadogan, quien asintio con la cabeza.
– Es broma -dijo, aunque sabia perfectamente que Anne jamas bromearia sobre algo asi. Su vida eran los chismorreos.
– No, es tu vecino, en serio -intervino Philomena Waincliff.
Olivia tomo un sorbo de te, principalmente para ganar tiempo y que su cara no adoptara la expresion deseada, una mezcla de descarada exasperacion e incredulidad.
– Me referia a que debe de ser una broma que haya matado a alguien -dijo Olivia con mas paciencia de la que generalmente se le atribuia.
– ?Ah…! -Philomena cogio una galleta-. Perdon.
– A mi me ha llegado que mato a su prometida -insistio Anne.
– Si hubiese matado a alguien, estaria entre rejas -senalo Olivia.
– No, si no pudieron probarlo.
Olivia miro discretamente hacia su izquierda, donde, tras una gruesa pared de piedra, tres metros y medio de fresco aire primaveral y otra pared gruesa, esta de ladrillo, estaba la casa recientemente alquilada por sir Harry Valentine, justo al sur de la suya.
Las otras tres chicas miraron en su misma direccion, lo cual hizo que Olivia se sintiera como una absoluta idiota, ya que ahora estaban todas mirando fijamente hacia un punto totalmente vacio de la pared del salon.
– No ha matado a nadie -dijo con firmeza.
– ?Como lo sabes? -repuso Anne.
Mary asintio.
– Porque lo se -contesto Olivia-. No estaria viviendo en Mayfair, en una casa contigua a la mia, si hubiese matado a alguien.
– Si, si no pudieron probarlo -volvio a decir Anne.
Mary asintio.
Philomena se comio otra galleta.
Olivia logro curvar muy levemente los labios; esperaba que hacia arriba, porque de nada serviria fruncirlos.