– Me lo ha dicho mi hermano. Julian y el son grandes amigos.

– ?Que ocurrio? -inquirio Mary.

– Esa es la parte que no me quedo muy clara -confeso Philomena-. Robert fue un tanto impreciso.

– Los hombres nunca recuerdan los detalles que hay que recordar -dijo Olivia, pensando en su propio hermano gemelo, Winston. Para los cotilleos era un desastre, un autentico desastre.

Philomena asintio.

– Robert vino a casa y tenia muy mal aspecto. Estaba bastante… mmm… desalinado.

Todas asintieron. Todas tenian hermanos.

– Apenas podia mantenerse erguido -continuo Philomena-. Y apestaba a Dios sabe que. -Sacudio la mano frente a su nariz-. Tuve que ayudarle a pasar de largo el salon para que mama no lo viera.

– Entonces ahora te debe una -dijo Olivia, siempre maquinando.

Philomena asintio.

– Al parecer estaban por ahi, haciendo lo que sea que hagan los hombres, y Julian estaba un poco, mmm…

– ?Borracho? -intervino Anne.

– Suele estarlo -anadio Olivia.

– Si. Lo que cuadra, dado el estado en que volvio a casa mi hermano. -Philomena hizo un alto, frunciendo la frente como si estuviese pensando en algo; pero entonces dejo de fruncirla con la misma rapidez y continuo-: Me dijo que Julian no hizo nada fuera de lo comun, y que luego sir Harry aparecio y practicamente lo despedazo.

– ?Hubo sangre? -pregunto Olivia.

– ?Olivia! -la reprendio Mary.

– La pregunta es pertinente.

– No se si hubo sangre -dijo Philomena un tanto oficiosamente.

– Si lo despedazo, seria lo logico -penso en voz alta Olivia.

Extremidades que menos me importaria perder,

en sentido descendente,

por Olivia Bevelstoke

(en la actualidad con todas las extremidades intactas).

No, de eso nada. Meneo los dedos de los pies dentro de sus chinelas para quedarse mas tranquila.

– Tiene un ojo morado -continuo Philomena.

– ?Sir Harry? -inquirio Anne.

– Julian Prentice. Sir Harry tambien podria tenerlo que yo no lo sabria, porque no lo he visto en mi vida.

– Yo lo vi hace un par de dias -dijo Mary-. No tenia un ojo morado.

– ?Estaba desmejorado?

– No, tan adorable como siempre. Aunque iba todo de negro. Es muy curioso.

– ?Todo de negro? -insistio Olivia.

– Casi todo menos la camisa blanca y la corbata. Pero aun asi… -Mary sacudio la mano en el aire, como si no pudiese aceptar esa posibilidad-. Es como si estuviese de luto.

– Tal vez lo este -dijo Anne, volviendo a la carga-. ?Por su prometida!

– ?La que mato? -pregunto Philomena.

– ?No ha matado a nadie! -exclamo Olivia.

– ?Como lo sabes? -dijeron las otras tres al unisono.

Olivia habria contestado, pero penso que no lo sabia. Nunca habia visto a ese hombre, nunca habia oido siquiera un rumor sobre el hasta esta tarde. Pero aun asi debia imperar el sentido comun. Eso de que uno asesinara a su prometida se asemejaba sospechosamente a las novelas goticas que Anne y Mary siempre leian.

– ?Olivia? -dijo alguien.

Esta parpadeo varias veces, cayendo en la cuenta de que habia permanecido callada un instante demasiado largo.

– No es nada -dijo, dando una leve sacudida con la cabeza-. Estaba pensando, nada mas.

– En sir Harry -repuso Anne, con cierta suficiencia.

– Tampoco es que se me haya dado la oportunidad de pensar en otra cosa -dijo Olivia entre dientes.

– ?En que preferirias pensar? -pregunto Philomena.

Olivia abrio la boca para hablar, pero entonces se dio cuenta de que no tenia ni idea de como responder.

– En nada -dijo por fin-. En casi nada.

Pero le habia picado la curiosidad. Y la curiosidad de Olivia Frances Bevelstoke era realmente formidable.

La chica de la casa que quedaba al norte lo estaba observando de nuevo. Llevaba ya gran parte de la semana haciendolo. Al principio a Harry no le habia extranado. Era la hija del conde de Rudland, ?por el amor de Dios!, y si no, guardaria con el alguna clase de parentesco; porque de ser una criada a estas alturas ya la habrian despedido por pasar tanto tiempo frente a la ventana.

Y no era la institutriz. El conde de Rudland tenia esposa, o eso le habian dicho. Ninguna esposa consentiria que hubiera en su casa una institutriz que mirara de esa manera.

Por eso casi con toda seguridad era su hija. Lo que significaba que Harry no tenia ningun motivo para creer que ella no fuera mas que la tipica senorita de sociedad cotilla, de esas para las que espiar a los vecinos nuevos carecia de importancia. Solo que llevaba cinco dias observandolo. Seguro que si unicamente hubiera sentido curiosidad por el corte de su abrigo y el color de su pelo, a estas alturas ya habria terminado su minucioso examen.

Habia tenido la tentacion de saludarla con la mano; de pintarse una enorme y alegre sonrisa en la cara y saludar con la mano. Eso detendria el espionaje de la joven. Solo que entonces nunca sabria el porque de su interes por el.

Lo cual era inaceptable. Harry jamas aceptaba un «porque» sin respuesta.

Por no mencionar que no estaba lo bastante cerca de la ventana de la chica para ver su reaccion. Cosa que frustraba el objetivo del saludo. Si ella se ruborizaba, el queria verlo; de lo contrario, ?que gracia tendria?

Harry volvio a sentarse frente al escritorio, actuando como si no tuviese ni idea de que ella lo miraba por las cortinas. Tenia trabajo y necesitaba dejar de hacerse preguntas sobre la rubia de la ventana. Esa misma manana un mensajero del Departamento de Guerra le habia entregado un documento de extension considerable que debia traducirse de inmediato. El siempre seguia el mismo procedimiento para traducir del ruso al ingles: primero una lectura rapida para captar el significado general, luego un examen mas detallado analizando el documento palabra por palabra. Solo entonces, tras este riguroso estudio, cogia una pluma y tinta y empezaba su traduccion.

Era una tarea tediosa, pero aun asi, le gustaba, pues siempre le habian gustado los enigmas. Podia trabajar en un documento durante horas sin darse cuenta, hasta que se ponia el sol, de que no habia probado bocado en todo el dia. Pero ni siquiera el, un enamorado de su trabajo, podia imaginarse a si mismo dedicando el dia entero a observar como otra persona traducia documentos.

Y, sin embargo, alli estaba ella, de nuevo junto a su ventana. Pensando, probablemente, que se le daba muy bien esconderse y que el era un zopenco redomado.

Harry se sonrio. Ella no sabria el motivo. Puede que el trabajara para la seccion mas aburrida del Departamento de Guerra (la que manejaba las palabras y los papeles en lugar de revolveres, navajas y misiones secretas), pero estaba bien preparado. Habia pasado 10 anos en el ejercito, la mayoria de ellos en Europa, donde ser observador y tener un agudo sentido del movimiento podian marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Habia reparado, por ejemplo, en que ella tenia la costumbre de retirarse tras la oreja mechones sueltos de pelo. Y como en ocasiones lo observaba de noche, sabia que cuando se soltaba la melena (increiblemente dorada como el sol), las puntas le llegaban justo hasta media espalda.

Sabia que su bata era azul. Y, lamentablemente, bastante informe.

Lo suyo no era estarse quieta. Es probable que ella creyera que si lo estaba, porque no se movia nerviosamente y su postura era erguida y firme. Pero siempre la delataba algo: un leve movimiento de las yemas

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