– De hecho, nadie lo sabia -le dije-. Realmente, jamas mostro como era.

Alzo las manos y luego las dejo caer como pesos muertos.

– ?Que pudo ser tan terrible como para que perdiese toda esperanza?

– No lo se. Y por eso es por lo que estoy aqui, senora Leidecker.

– Llamame Helen.

– Y tu a mi Alex.

– Alex -pronuncio-. Alex Delaware. ?Que extrano es conocerte despues de tantos anos! De algun modo, me parece como si ya te conociese. Ella me hablo de ti…, de lo mucho que te amaba. Te consideraba como el unico y verdadero amor de su vida, a pesar de que sabia que nunca podria funcionar, a causa de tu hermana. Y, a pesar de ello, te admiraba profundamente por el modo en que te dedicabas a Joan.

Debio haber leido el asombro de mi rostro como si fuera dolor y me lanzo una mirada cargada de simpatia.

– Joan -dije.

– La pobrecilla. ?Que tal esta?

– Mas o menos igual.

Asintio con la cabeza, tristemente.

– Sharon sabia que su condicion nunca iba a mejorar. Pero, aunque tu dedicacion a Joan implicaba el que nunca ibas a poder dedicarte totalmente a otra persona, te admiraba por ser tan buen hermano. Lo que es mas: yo diria que eso intensificaba el amor que sentia por ti. Hablaba de ti como si fueras un santo. Pensaba que, hoy en dia, es raro hallar ese tipo de fidelidad familiar.

– No soy lo que se dice un santo…

– Pero eres un buen hombre. Y sigue siendo verdad aquel viejo dicho acerca de lo dificil que es encontrar a uno. -En su rostro aparecio una expresion de estar perdida en recuerdos-. El senor Leidecker era otro. Taciturno, un holandes tozudo… pero con un corazon de oro. Tambien Gabe tiene algo de esa bondad; es un chico amable, y espero que el haber perdido a su padre no vaya a endurecerlo.

Se puso en pie, fue hasta uno de los pizarrones y lo limpio desganadamente, con un cepillo para el yeso. El esfuerzo parecio dejarla exhausta. Regreso a su silla, arreglo unos papeles, y dijo:

– Este ha sido un ano de perdidas. Pobres Shirlee y Jasper. Me da tanto panico el decirselo. Todo es culpa mia: yo cambie sus vidas, y ahora el cambio les ha traido una tragedia.

– Esa no es razon para culparse…

– Por favor -me dijo con voz suave-. Se que no es nada racional, pero no puedo evitar sentirme del modo en que me siento. Si no me hubiera entrometido en sus vidas, las cosas hubieran sido muy distintas.

– Pero no necesariamente mejores.

– ?Quien sabe? -dijo ella. Sus ojos se le habian llenado de lagrimas-. ?Quien sabe?

Miro al reloj de la pared.

– He estado aqui encerrada toda la tarde, poniendo notas a estos ejercicios. Desde luego, me iria bien estirarme un poco.

– A mi tambien.

Mientras descendiamos por los escalones de la escuela, senale al cartel de madera.

– El Rancho Blalock. ?No estaban en negocios de barcos, o algo asi?

– Acero y ferrocarriles. En realidad nunca fue un rancho. Alla en los anos veinte, ellos se enfrentaban con el Southern Pacific, por las lineas de ferrocarril que iban a unir California con el resto del pais. Hicieron estudios topograficos por San Bernardino y Riverside, buscando una ruta interior, y se compraron un buen pedazo de tierras en ambos condados…, incluso con pueblos enteros. Pagaron los precios maximos para sacarles la tierra de Willow Glen a los granjeros que habian estado cultivando manzanas en ella desde tiempos de la Guerra Civil. El resultado fue una gran extension, que ellos denominaron rancho. Pero nunca plantaron o criaron nada en el, solo se limitaron a alambrarlo y colocar guardianes. Y el ferrocarril jamas fue construido debido a la Depresion. Tras la Segunda Guerra Mundial, empezaron a vender algunas de las parcelas mas pequenas a particulares. Pero otras de las porciones, las mayores, fueron tragadas por otra gran empresa.

– ?Que empresa?

Ella se aliso el cabello.

– Una empresa de aviacion, esa que era propiedad del multimillonario loco, Belding. -Sonrio-. Y con esto, senor Delaware, acaba su leccion de historia para hoy.

Entramos en el terreno de juego, pasamos por entre columpios y toboganes, y nos dirigimos hacia el bosque que cubria el pie de las montanas.

– ?Aun tiene tierras por aqui la Magna?

– Muchas. Pero ellos no venden. Y no sera que la gente no haya intentado comprarles. Y es precisamente esto lo que mantiene a Willow Glen convertido en un pueblucho sin futuro. La mayor parte de las viejas familias lo han dejado correr, vendiendo sus tierras a doctores y abogados ricachones, que usan los campos frutales para deducir impuestos, y dejan que se pierdan: las lineas de riego estan obturadas, ni abonan ni podan. La mayor parte de ellos ni se molesta en hacer que recolecten la fruta. En algunos lugares, la tierra se ha vuelto tan dura como el cemento. Los pocos agricultores que siguen aqui se han vuelto desconfiados y suspicaces…, estan convencidos de que todo forma parte de una conspiracion para echarlo todo a perder, y que asi la gente de la ciudad pueda comprar lo que queda a un precio regalado y edificar urbanizaciones o algo asi.

– Eso es lo que me dijo Wendy.

– Su gente son de los ultimos que llegaron, gente muy inocente. Pero no se puede dejar de admirarlos por lo duro que lo intentan.

– ?Quien es el propietario de la tierra en la que viven Jasper y Shirlee?

– Esa es tierra de la Magna.

– ?Es cosa sabida?

– A mi me lo dijo el senor Leidecker, y el no era ningun chismoso.

– ?Como es que se establecieron alli?

– Nadie lo sabe. Segun el senor Leidecker, yo entonces aun no vivia aqui, un dia aparecieron en la tienda del pueblo para comprar viveres, alla por 1956…, cuando aun habia en el pueblo una tienda que vendia de todo un poco. Cuando la gente trato de hablarles, Jasper agito las manos y gruno, y ella lanzo risitas. Era obvio que eran retrasados mentales, ninos que nunca iban a crecer. La teoria mas aceptada es que se escaparon de alguna institucion, que quiza se bajaron de un autobus, en alguna parte, luego no supieron volver a el, y acabaron aqui por accidente. La gente les ayuda cuando resulta necesario, pero en general nadie les presta demasiada atencion. Y ellos no le hacen dano a nadie.

– Pues si que hay alguien que les presta atencion -dije-. Y les manda quinientos dolares al mes.

Ella me lanzo una mirada, como la del nino atrapado con la mano en la lata de las galletas.

– ?Decias…?

– Vi su libreta de ahorros. Estaba encima de la comoda.

– ?Encima de la comoda? ?Que es lo que voy a hacer con esos dos? ?Pues no les he dicho veces que guarden oculta esa libreta, o que me dejen guardarsela a mi! Pero supongo que, para ellos, es una especie de simbolo de seguridad, y no quieren separarse de ella. Y pueden ponerse muy tozudos cuando lo desean, especialmente Jasper. ?No reparaste en las ventanas de sus chabolas, tapadas con papel encerado? Despues de tantos anos, el se niega a dejar que le instalen cristales en las ventanas. La pobre Shirlee se congela en invierno. Gabe y yo tenemos que llevarles montones de mantas y, a finales de la estacion, estan enmohecidas sin remedio. Pero el frio no parece afectarle a Jasper. Al pobrecillo hay que decirle que se resguarde cuando llueve, a el no se le ocurre.

Agito la cabeza.

– Encima de la comoda. No es que nadie de por aqui les vaya a hacer dano, pero ese es mucho dinero para irlo mostrando. Especialmente siendo dos pobrecillos indefensos.

– ?Quien se lo manda? -pregunte.

– Nunca he podido descubrirlo. Llega, con la precision de un cronometro, el primero de cada mes. Mandado por correo desde la Central de Los Angeles. Un sobre en blanco, con la direccion del destinatario escrita a maquina y sin remitente. Shirlee no tiene una nocion clara del tiempo, asi que no puede decirme desde cuanto

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